La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

domingo, mayo 07, 2006

Queridísima Mamá:

Hay una película que protagoniza Faye Dunaway que me gusta. Se llama "Queridísima Mamá" y está basada en un libro homónimo que escribió la hija adoptiva de Joan Crawford. En el relata la tormentosa relación que tuvo con su madre. La famosa estrella de Hollywood adoptó a dos hijos a los que, según Christina, la mayor de ellos, maltrató física y psicológicamente durante años. Los manipulaba, los torturaba y les sometía a una disciplina tan estricta que podría competir con cualquier ejército. Les obligaba a llamarle en público "queridísima Mamá". A medida que se fueron convirtiendo en adultos, entre la hija y ella se estableció una fuerte competencia que les llevo a una auténtica guerra hasta que finalmente la madre murió, desheredando a sus hijos. Bueno, la Crawford es una de mis actrices favoritas y la obra se basa en el relato de su hija, así que, aunque fuera cierto, estamos en lo de siempre, no se puede dar por supuesto que los genios vayan a ser buenas personas porque sí. De genios del arte con personalidades "complicadas" y todo un catálogo de trastornos están las enciclopedias llenas. Desde Picasso a Dalí, de Van Gogh a Hemingway, de Gertrude Stein a Virginia Woolf, de Silvia Platt a Dorothy Parker, de Joan Crawford a Frances Farmer, de Michael Jackson a Elvis Presley...parece que la genialidad va asociada a una personalidad asocial y conflictiva.
Hay madres de todos tipos. Desde la abnegada madre-coraje que se dejaría matar por sus hijos hasta la que los abandona en un contenedor en cuanto nacen. Hay madres que lo son porque engendran hijos y otras porque los crían. La ciencia ha desbancado el mito del instinto maternal. Si bien es cierto que se producen ciertas sustancias en el cerebro de la madre en el momento del parto, lo cierto es que el mayor vínculo madre-hijo viene dado por condicionantes sociales.
Viniendo como vengo de un matriarcado, he tenido diversos ejemplos de maternidad en mi círculo más próximo. También las madres de mis amigos me han dado más de un botón de muestra.
Mis madres favoritas son las de Efraín y Fighter. Madres que además de engendrar han criado, educado, respetado y dado libertad a sus hijos sin dejar jamás de lado a ninguno de ellos. Cada una en su estilo, evidentemente, pero en el modo de comportarse de sus hijos se refleja claramente la educación que les han dado. Buen trabajo, chicas. Así deberían ser todas las madres.
Claro que también está la madre del Gusano Tosco, ex-drogadicta, alcohólica, dependiente, que ha educado a dos animales obligándoles a que le hagan de padres cuando ella no ha sabido ser madre. Una mujer que no ha sabido transmitir ningún tipo de educación moral ni cultura emocional o social a sus hijos. Así han salido. El pequeño, un niñato agresivo con tendencia a la delincuencia. El mayor, tan adicto a las sustancias y al alcohol como su madre, egoísta, agresivo, inmaduro, sin ningún tipo de respeto por las normas sociales de convivencia ni ningún tipo de respeto a la moral y la decencia. Muy mal, muy mal... A las madres así habría que esterilizarles.
Y estamos en lo de siempre, que cualquiera cree que porque tenga la posibilidad física de engendrar hijos ya tiene el derecho o la obligación de tenerlos. Luego, si el trabajo les viene grande, no importa, ya se encargará la sociedad al completo de solucionar los problemas que tú has creado. Como mi adorable madre que antes de que yo cumpliera los cinco años perdió sus derechos y me dejó en manos de la suya para que hiciera lo que ella no sabía ni podía hacer. Luego se queja de que no le haga regalos el día de la madre. Bueno, eso es para las que ejercen.
Estoy en esa edad en la que la mayoría de mis amigas ya se han reproducido o empiezan a hacerlo. Mi condición de bisexual siempre ha sido una buena excusa para retrasar mi turno, pero ya comienza la eterna ronda de gente que se plantea si no me ha llegado ya el momento de reproducirme. Bueno, hace casi diecinueve años que soy fértil y, tal como va la ciencia, posiblemente me queden todavía otros catorce. De todos modos nunca he querido tener hijos. No siento el deseo ni creo que quiera afrontar la responsabilidad. Parece que sea condición imprescindible para que una mujer se realice que tenga que tener hijos, por lo menos uno. Pero luego resulta que hay muchísimas mujeres que no desean tenerlos y acaban cediendo a la presión social. O las que se quedan embarazadas por accidente (por imprudencia, que a estas alturas nadie se queda embarazada si no quiere). O las que se sienten condicionadas por la supuesta realización femenina que ello implica. Y claro, esa minoría de vocacionales.
Luego pasa lo que pasa. Tener un hijo no es como tener una mascota. No basta con vestirlo y darle de comer. Te cambia la vida por completo. Te hace replantearte qué tipo de persona eres al tener que educarle en tus valores para que sea una persona adulta y responsable, buena gente e independiente. Todo son gastos, desde la ropa, la comida, la escuela, las vacaciones, los caprichos... Todo es energía, enseñarle a ser un alma de bien, que no mienta, que respete a los demás, que sea solidario, que sea fiel a sí mismo y leal a los suyos, que se haga responsable de sus actos y de sus obligaciones, que tenga palabra y que la cumpla, que se preocupe de los demás, que no deje que nadie se aproveche de él, que tenga corazón, que tenga cabeza, que tenga alma...
Si hicieran un examen de aptitud a todos los que van a tener hijos, a la mayoría de la gente les prohibirían tenerlos.
Yo entro dentro de la categoría oficial de malas madres. Por más que mucha gente me haya dicho que se me daría bien, basándose en mi concepto de la moral y en el modo en el que cuido de aquellos a los que quiero. Sin embargo, mis constantes cambios de humor, mi desprecio por la falta de inteligencia, mi perfeccionismo innato y lo poco que me gustan los niños contribuirían a que yo educara pequeños neuróticos narcisistas. Supongo que mi única relación con los críos se quedará en el papel de tía. Al fin y al cabo, con mis sobrinos me llevo bien. Sólo tengo dos, un niño de seis años y una niña de ocho. Realmente he pasado más tiempo con la mayor que con el pequeño. No se me da tan mal. Me obedece, se divierte conmigo y creo que alguna que otra cosa le he enseñado. Y sabe que le tengo prometido un solitario chino para cuando vuelva a ir a Barcelona.
Pero un hijo sería otra cosa. No sería capaz de afrontar la rivalidad madre-hija. No me apetecería nada enfrentarme a la frustración de que no cumpliera con mis expectativas. ¿Y si me canso antes de que se convierta en adulto? ¿Y si no consigo ser económicamente independiente como para poder pagarle unos estudios que le garanticen un futuro? ¿Y si yo no le gusto?
Yo he renunciado a mis padres. Pasé la mayor parte de mi infancia en un internado. No he pasado por las típicas experiencias madre-hija. No he tenido consejos sobre amor y sexo, ni sobre ropa, ni sobre el futuro. No he tenido el apoyo ni el consuelo. Me han cuidado y se han preocupado más de mí las madres de los demás que la mía. Y a pesar de todo, ahí vamos.
Peor es al que le toca la madre manipuladora, la que abandona al nacer, la que maltrata física o psicológicamente, la que maleduca, la que se comporta como una hija con sus hijos, la que compite.
A todas se supone que se debería felicitar hoy. Yo no lo haré con la mía, aunque sí que he llamado a Mamma Rosa y a la madre de Efraín.
A la madre del Gusano Tosco me he quedado con las ganas de enviarle una botellita de Jack Daniels. Seguro que ella sí sabría apreciar este detalle.
La que me mira desde el espejo sabe que con nosotras se acaba nuestro linaje. Cuando algo ya es bueno, es absurdo sacar nuevas versiones.

Responsabilidad subsidiaria

Una de las bases de mi comportamiento es el sentido de la responsabilidad. Para mí, es característica del tipo de persona que tengo delante su grado de responsabilidad.
Uno debe de ser responsable de lo que hace y de lo que dice y debe atenerse a las consecuencias de sus decisiones. Hay que ser coherente. No es legítimo buscar excusas.
Se supone que dos de las características que definen a los adultos son la responsabilidad y la capacidad de reaccionar antes las frustraciones. Digamos que yo no me considero muy madura porque todavía tengo que trabajar lo segundo pero desde luego, el sentido del deber y la responsabilidad lo tengo muy bien desarrollado.
Cuando uno toma una decisión debe afrontar sus consecuencias. Cada palabra que uno dice le ata a un compromiso. Cada acción que uno emprende está marcando su camino. Luego hay otro tipo de responsabilidad, que es la que nos atribuimos al hacernos cargo de la responsabilidad de otro. Esa es la responsabilidad subsidiaria. Por ejemplo, cuando uno tiene un perro, que es un ser irracional y por tanto no se le pueden exigir responsabilidades de sus actos. Pero claro, ¿qué pasa si tu perro muerde a un vecino? ¿Qué pasa si se orina en la fachada de la tienda de enfrente? ¿Qué pasa si ladra por las noches? ¿A quién han de pedir cuenta los perjudicados? Evidentemente, al propietario del perro, puesto que al adquirir una mascota, nos hacemos responsables de su comportamiento, del mismo modo que disfrutamos de las ventajas de su compañía. Eso es responsabilidad subsidiaria, es decir, ni tu te orinas en la fachada, ni ladras por la noche, ni muerdes al vecino pero, puesto que es tuyo el perro, es tuya la responsabilidad. Lo mismo ocurre con los hijos cuando son menores de edad. Al ser menores de edad no son legalmente adultos y por tanto la responsabilidad de sus actos se atribuye a sus padres. Por ejemplo, si tu hijo destroza un cristal jugando con un balón, ti te corresponde pagarlo. Si tu hijo roba en una tienda, es a ti a quien llamará la policía. Si tu hijo le pega a alguien, es a ti a quien van a pedir cuentas. Si tu hijo no va a clase, te llamarán a ti. Eso también es responsabilidad subsidiaria, puesto que al tener hijos te haces responsable de ellos hasta que se convierten en adultos legales y ya pueden ser responsabilizados de sus propios actos.
Aún así, hay mucha gente que, cuando su perro ladra dice que "¡es un perro!" o cuando su hijo hace alguna salvajada "son cosas de críos". Pero la responsabilidad, incluso aunque trates de evitarla, te señala como una flecha.
Así, por tanto, cuando das la cara por alguien te haces responsable de sus actos. Al menos en las circunstancias en las que has suscrito su comportamiento. Por ejemplo, cuando recomiendas a alguien para un trabajo. Si no cumple, siempre te vendrán a reclamar por el tipo de persona que has recomendado. O cuando estás con un amigo que se mete en un lío y tú das la cara para que no se la partan, comprometiéndote así a que no se comporte de un modo indebido.
Por eso, la Profe es responsable del comportamiento del Gusano Tosco, como en su momento lo fui yo. Yo, que fui tan idiota de dar la cara una y mil veces en la puerta del D54 para que no lo echasen y que, a pesar de que en dos ocasiones le prohibieran la entrada de un modo definitivo, tuve que interceder para que le dejasen volver a entrar, aún poniendo en peligro mi propia permanencia allí. A cambio de conseguir que le dejaran entrar, me hacía responsable de que no iba a hacer lo de siempre, que no se iba a emborrachar ni a ponerse hasta el culo y a meterse con la gente, ni molestaría a nadie, ni se metería en peleas. Pero la gente no cambia y por eso acabé cansándome de hacerle de niñera. Y en el momento en que lo hice, el Gusano Tosco se comportó como un desagradecido y, en lugar de valorar las veces que yo había dado la cara por él, se propuso partirme la cara.
Es entonces cuando intervino la Profe, alguien a quien yo siempre había tratado de puta madre y que decidió que yo merecía que se me tratase de puta pena. Cuando el Gusano Tosco se lanzó sobre mí con el puño alzado dispuesto a golpearme, ella asumió la responsabilidad por él. Justo en el momento en que el equipo de seguridad trataba de hablar con él para dejarle claro que ni estaba permitido golpear a la gente en el local, ni se le iba a permitir el más mínimo exceso a alguien que con frecuencia había abusado de la buena voluntad ajena, justo entonces. La Profe salió con él. Y descaradamente mintió para salvarle el culo. Y lo que es peor, para salvarle a él me condenó a mí . Tratando de salvar su reputación se cargó la mía y puso en entredicho mi palabra, haciéndome quedar como una mentirosa, cuando minutos antes, ella misma había tenido que sujetarlo para que no me golpease. Y juró que él no me había intentado pegar. Mintió. Todavía me debes una disculpa por eso, aunque ya sé que nunca lo reconocerás.
¿Me merecía eso, Profe? ¿Me merecía, yo que jamás te he mentido, que me hicieras quedar como una mentirosa? ¿Me merecía, yo que más de una noche he tenido que acabar cuidando de ti, que me fastidiases la noche y pusieras mi nombre en tela de juicio? Para salvar al Gusano Tosco, que te utiliza como excusa para salir por el ambiente como en su momento hacía conmigo porque no tiene a nadie más. Pero bueno, tiempo al tiempo, también a ti te hará lo que a mí me ha hecho y entonces te darás cuenta de que has valorado más a alguien con quien salir de fiesta que a quien en su momento te ofreció su amistad sincera e incondicional. En tu conciencia queda. Ahora, ¿no te parece raro que de un día para otro el Gusano Tosco y yo pasásemos de la amistad más íntima al odio acérrimo? ¿Y más cuando él mismo ha confesado mil veces que yo era su mejor amiga y que me debía más que a nadie en la vida porque yo había hecho por él lo que nadie se había tomado el interés de hacer? ¿Te has tomado la molestia de preguntarle porqué? Igual es que también te ha mentido como tú mentiste por él.
Ahora bien, tú diste la cara por él. Tú das la cara por el cada vez que sale contigo por el ambiente, puesto que tanto la Princesa como Azafrank, niegan que ellos queden con el Gusano Tosco, sino que él queda contigo como hacen ellos. Y me consta que a él no le gusta Adn, ni Deseo, o eso ha dicho mil veces, del mismo modo que ha dicho hasta quedarse sin voz que no soportaba el D54. Si acude a dichos lugares es porque no tiene con quien salir por el ambiente y porque tú vas allí. Y tú quedas con él. Y tú das la cara por él. Por eso te acuso. Por eso te hago responsable subsidiaria de sus actos, porque tú misma te has atribuido la responsabilidad al dar la cara por él. Por tanto, cada vez que él me insulta, tú me insultas. Cada vez que me empuja, tú me empujas. Cada vez que me amenaza, tú me amenazas. Cada vez que se queda con la mirada fija, amenazante, tratando de intimidarme, tú también lo haces. Cada vez que me envía mensajes al móvil para tratar de meterme miedo, tú lo haces también. Cada vez que me levanta la mano, es tu mano la que le guía, porque tu mano fue la que le salvó. Y el día en que me acabe pegando, y no lo dudes, lo acabará haciendo, porque yo le conozco desde hace mucho más tiempo que tú y bastante mejor y sé que tipo de persona es y hasta donde es capaz de llegar, el día que me marque la cara con el puño, no se te olvide, será tu mano, tu puño cerrado, el que me dejará la huella porque él no estaría allí, no se crecería tanto, si no supiera que tú le cubres. Responsabilidad subsidiaria.
Anoche, en Adn, volvió a pasar. Yo bailaba junto a la columna y ni los vi llegar porque estaba de espaldas a la puerta y hablando con Marujita Pérez y su amigo. La Princesa apareció de repente con dos amigas y se acercó para el saludo por cumplir de siempre. Y justo, detrás de ella, acompañándola, el Gusano Tosco, que se quedó casi quince minutos allí, a un metro y medio enfrente de mí, mirándome como si ese fuera a ser el último día de mi vida. Y me cansé de hipocresías. ¿Qué decías Princesa? ¿Que tú no quedabas con el Gusano Tosco? Pues él te siguió hasta llegar a mí. ¿Que sólo estabas con él porque la Profe quedaba con él? Yo te he visto de fiesta con él, bailando juntos y riéndole las gracias. No seas falsa ni mentirosa. A mi no se me compra con mentiras. Y si te acercas a saludarme sólo porque te da lástima ver el estado en el que, con vuestra complicidad, ese cabrón me deja, ahórratelo. No necesito tu caridad. Si no es puro y sincero el interés, no lo quiero. Porque al fin y al cabo, cuando yo te conocí, a pesar de que fueras sólo la chica que acompañaba a la Profe, yo te traté en todo momento como si fueras una más de mi grupo. Contaba contigo cuando hacíamos planes para que te sintieras integrada. Traté de conocerte, te escuchaba. Me preocupaba de ti cuando salíamos de fiesta como hacía con los demás, ¿o ya se te ha olvidado cuando se te cruzaban los cables y salías sola a la calle y ni siquiera tu novia se preocupaba por ti, quien fue quien tuvo que interesarse por tu bienestar? Pero claro, es más fácil utilizar a la gente, fingir amistades en proceso, cuando realmente lo que estás haciendo es beneficiarte de mi buena fe y darme la patada cuando no te hago falta. Eso debes de haberlo aprendido de tu novia. Ya lo dice el refrán, los que comparten colchón, se vuelven de la misma condición.
Pues nada, eso, hola y adiós. ¿Te sientes mejor? ¿Te hace sentir mejor persona andar haciendo la obra de caridad? Gente falsa ya me sobra en el ambiente, gracias. Para saludarme sólo por quedar bien cuando te da igual si estoy bien, puedes ahorrártelo. Emplea ese tiempo en aprender a ser mejor persona que eso siempre nos viene bien a todos. O quizás lo prefieres dedicar a conocer mejor al Gusano Tosco, que tan buen amigo tuyo ha sido siempre. Ahora, cuidado con la espalda, que ese es su estilo.
Apenas se marchan las visitas, llega el segundo turno. Azafrank, camino del baño, que no me había visto antes, dice. Y que no comparte mi teoría de la responsabilidad subsidiaria. Pero claro, por muy bien que me caiga, por mucho que respete su opinión, lo que está claro es que en eso nunca nos pondremos de acuerdo. Yo jamás suscribiré su teoría del "todo vale". Al final me acaba sacando de quicio, más cuando insiste en que él se limita a soportar al Gusano Tosco, que no tiene ni su teléfono. Tal y como lo cuenta parece que la Profe les obligue a estar con él pero yo siempre le veo hablando con él. No vas bien. Y luego insiste en que él queda con la Profe y que ella no queda con el Gusano Tosco sino que él queda con ella. Pobrecita, que ahora resulta que le obligan a hacer lo que no quiere. A eso le llamo yo responsabilidad.
Al final me harto y me quiero ir y Marujita empieza con el sermón. Y de nuevo volvemos a discutir por esta gente. Encima Azafrank me ha dicho, después de dejar claro de nuevo que el Gusano se les ha agregado en su camino sin que ellos le hayan invitado a acompañarles (a pesar de que ellos han ido a Deseo y a La Goulue porque él quería ir), que ellos se van a Mogambo pero que el Gusano Tosco quiere ir al D54. Y después de cómo me ha estado marcando en Adn ya me imagino que esta noche, con un par de copas, va a volver a buscarme problemas.
Dejo a Marujita camino de su casa junto a su moto y me voy en busca de mi Farmacéutico, con quien había quedado previamente. Cuando nos encontramos me ve tan alterada que se ofrece a llevarme a casa. Por el camino vamos comentando lo que ha pasado. También él está de acuerdo en que el Gusano Tosco no parará hasta que me de una paliza. En su opinión, alguien debería de pararle los pies. Compartimos la opinión de que la violencia tolerada se convierte en un derecho y que la gente que le da cancha para que se comporte así conmigo, son cómplices de su constante agresión emocional y lo serán de su agresión física, llegado el momento.
Es agradable saber que, después de seis años, alguien como él me considera una amiga. A pesar de los que la Profe empezó, remató el Gusano Tosco (hasta llevar la situación a un extremo abusivo), utilizó como excusa Loli!, sirvió de manipulación para Blazz y acabó manteniendo a distancia a mi Ezpozo y a la Perleta, todavía hay gente que sabe que valgo la pena y no voy a permitir que gente de este tipo me hagan olvidarlo. Al fin y al cabo, mucho pataleaban, pero mi Espozo ya ha venido a disculparse.
Poco valoran mi amistad cuando la tienen, se benefician de mi apoyo y de mi lealtad, se dejan cuidar y querer, pero luego, cuando yo necesito de su amistad, me la arrebatan. Si eso no es utilizar a la gente...
Mi Farmacéutico me lleva a casa y yo mastico piedras mientras pienso que esto no estaría pasando si Efraín o Fighter o Nus o mi loca favorita estuvieran en Valencia. Yo no me merezco lo que me están haciendo y mucho menos de personas a las que tanto he cuidado siempre. Si mis amigos estuvieran aquí, a buenas horas permitirían que abusasen de mí este grupo de desagradecidos.
Con el coche aparcado en mi portal, seguimos hablando un poco más. Al final me convenció de que estando con él, nadie se iba a atrever a molestarme porque entonces se tendría que enfrentar a él. ¡Cómo si yo necesitase guardaespaldas! Y entonces decido que la poca vergüenza ajena no debe ser algo por lo que yo sea castigada. Yo había salido de fiesta para bailar y divertirme y no le tengo que dar a nadie la satisfacción de saber que me está jodiendo la noche. No le voy a permitir a una persona que entra en el D54 gracias a mí, que me acabe echando de allí. Y si tiene cojones, que se atreva a volver a levantarme la mano, a ver que pasa. Yo no le tengo ningún miedo, es más, me da lástima porque es un fracasado, un perdedor y está tan solo que tiene que mendigar compañía. Y al fin y al cabo, yo soy la Diosa Odiosa, icono del ambiente y él sólo es el freak drogado y borracho que roba chaquetas, dinero y drogas, que cuando va ciego se lía con los feos y luego no se acuerda ni de cómo ha llegado a casa, el que se pelea con todos y se quita la camiseta para bailar demostrando la clase que tiene. Y los que le apoyan, son por decisión propia, cómplices de su comportamiento, al permitírselo y por tanto, tan responsables como él.
De regreso al D54, bailo con mi Farmacéutico y con su amigo, como la semana pasada. También están dos de las serias y su amigo. Estamos con ellos. En un momento dado, mi Ezpozo se acerca a saludar y luego regresa a su baile. Me da cierta lástima. Ya no tengo nada que hablar con él. Abusó de mi amistad y ahora que pretende recuperarla, por mucho que se disculpe, su orgullo y mi rencor lo ponen bastante difícil. Ese es uno de los principales problemas de los orgullosos, la falta de comunicación. Pero bueno, es contradictorio. Por un lado, no se me olvida que pisoteo todo lo que yo le ofrecí y no dio ningún valor a mi amistad. Por otro, también me acuerdo que ha cedido y ha venido a disculparse, que ahora que ya no se la ofrezco, valora mi amistad y no quiere perderla. ¿Por qué siempre tiene la gente que estropearlo todo lo bueno que se le da y no lo valora hasta que no lo pierde? ¿Es acaso algún impulso extraño que les hace sentirse poco merecedores de lo bueno y les incita a boicotearlo?
Bueno, mi Ezpozo quería un saludo, y yo le saludo. Pero luego sigo de fiesta con mi amigo. Si ya es difícil ganarse la confianza de un desconocido, ¿Cómo hacerlo de alguien que ya confiaba en ti y a quien has obligado a dejar de confiar en ti? No lo valoras, lo pierdes.
Mi Farmacéutico me indica que Blazz está ahí. Ni me había dado cuenta, ya ves. Para que luego tengan la desvergüenza de decir que estoy todo el rato pendiente de ellos. Me giro un segundo y luego sigo a la mía. He visto más que suficiente. Ahí está Blazz, sólo, ciego, drogado y con la botella de agua, con la cara de depresión congénita. Está bailando junto a mi Ezpozo (¿ya se te olvida que este mismo Blazz te ha mentido respecto a algo importante y ahora tienes que darle soporte?). Nunca había visto juntas a dos personas que desde fuera se vieran tan solas. Ahí estaban, los dos ciegos, cada uno es su burbuja. Y me dieron lástima y vergüenza ajena. Y me alegré de no ser como ellos, de no estar tan sola, de no mostrar una imagen tan miserable. Pero bueno, cada uno tiene lo que se busca. Y al fin y al cabo yo no soy del tipo de personas que se siente mejor cuando alguien se siente peor.
La seria me comentó la posibilidad de intentar echarme una mano en mi búsqueda de trabajo. Eso sí, dando por supuesto que no le voy a fallar desaprovechando la oportunidad puesto que, si ella da la cara por mí, se arriesga a que le reclamen si yo no cumpliera. Vamos, otro ejemplo de responsabilidad subsidiaria.
Cuando mi Farmacéutico da por acabada la noche, se ofrece a llevarme a casa. Siempre que me hace falta lo hace, para eso están los amigos. Además, puesto que él me ha llevado, considera su responsabilidad traerme de vuelta a mi casa.
Al llegar a casa, estoy tan cansada que en lugar de avisar a Marujita que he llegado para que venga, le envío un mensaje para decirle que prefiero dormir sola. Supongo que la discusión de unas horas antes también contribuye en que no me apetezca la compañía.
La que me mira desde el espejo se responsabiliza de mí, de mis acciones, de mis palabras y de mi bienestar, así como yo lo hago con ella.
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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