La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

jueves, septiembre 29, 2005

Meritocracia

Hablando con ella se enfada porque bromeando le llamo "rica heredera", en referencia a las constantes alusiones que está haciendo al tema económico. De hecho yo lo decía más por lo caprichosa y consentida que es a veces que por la supuesta fortuna familiar. Ella insiste en afirmar que el supuesto bienestar de los suyos es más limitado de lo que la conversación daba lugar a pensar y que se basa en el esfuerzo personal y en la lucha diaria que durante años sus padres han acometido para sacar adelante a sus hijos. Y se marca un speech que me deja sin palabras, obviamente molesta, hasta que me acorrala contra la pared y me obliga a finalizar la charla que teníamos. De hecho me regaña de tal modo que me está encogiendo en mi silla y me hace menguar y llover. Me quita las ganas de seguir hablando, y no sólo en ese momento. A ella se le pasará en unos minutos...
Recuerdo a Alain de Botton explicando la teoría sobre la satisfacción, la felicidad, la lucha de clases y la meritocracia. Según él explicaba, a pesar de la idea generalizada de que el dinero no trae la felicidad, una de las bases de la auto-estima y la satisfacción personal es la buena posición social y económica. El bienestar, vaya, que es a lo que en el fondo se refiere. Ese estar bien y no tener frío ni hambre, tener una casa donde vivir y medio de transporte, posibilidades de invertir en una vida social y cultural. Todo eso no es gratis...
Decía que la gente, en una sociedad dividida en clases, tenía mucho más asumido su rol definitivo. A las personas que les correspondía una vida en la clase humilde, asumían con mucha mayor facilidad su estado como algo predestinado y no se obsesionaban tanto con tener lo que por destino les era negado. Con la caída de ese sistema y la estabilización del modelo democrático-capitalista, se inició también el auge de la meritocracia. Según esta teoría, uno no tiene más o menos en base a lo que hereda o su clase social, sino a lo que por sus propios méritos es capaz de conseguir. Lo que siempre nos han vendido como el sueño americano. Si uno tiene capacidad y se esfuerza, puede conseguir cualquier cosa. Esa es la teoría. La contrapartida de esa teoría es que si uno se esfuerza y no consigue alcanzar sus logros, se da por supuesta su incapacidad. Olvidemos aquí el factor suerte o el hecho de que mi adorada sociedad capitalista sigue siendo una sociedad divida en clases. La única diferencia es que el lugar que antes ocupaban los nobles y el clero, ahora es ocupado por los artistas y los ricos.
Desde que era una niña, siempre he sido consciente de que mi lugar era una clase intermedia. Nunca he tenido, ni nadie en mi familia, realmente mucho dinero, pero desciendo de una larga estirpe de trabajadores natos, que han logrado sobrevivir con cierta dignidad social. En mi entorno podía ver los extremos a ambos lados, desde las chicas marginales de mi colegio cuyos padres estaban en prisión o venían de familias de pueblo de las de quince hermanos, hasta mis amigos de siempre, todos de colegio de pago y vacaciones en el extranjero. Eso ha hecho que le diera un valor relativo al dinero. A mi, lo que realmente me interesa, es la persona y no sus posesiones...
Y ahora, en este momento de mi vida en el que carezco de casi todo, sin haber puesto jamás un pie en la Universidad, hundida por las deudas, viviendo en un barrio suburbial, sin ahorros, sin trabajo, sin esperanza... A pesar de mi alto cociente intelectual y mis continuos esfuerzos por salir adelante... Cuando he trabajado desde los quince años, en sitios de los que me avergonzaría hasta de acordarme, en todo tipo de trabajos, dejándome la piel (hasta hacerme sangrar los nudillos, por ejemplo), la dignidad (hay cosas que nadie debería hacer nunca y que yo no pienso volver a hacer) y la salud mental y física... Que alguien de repente me venga con el discurso de que se ha ganado a pulso todo lo que tiene, me parece estupendo (al fin y al cabo, soy capitalista meritocrática, democrata-humanista, racionalista, globalista y culturalista convencida) y me alegro un montón de que la gente que se esfuerce obtenga el beneficio merecido... pero en el fondo se me hace un insulto, porque inconscientemente, el mensaje que yo recibo es que yo no me lo merezco, que no estoy a la altura, que no importa cuales sean mis habilidades ni cuánto me esfuerce en salir adelante. No me lo merezco y punto.
Ni casa, ni coche, ni estudios, ni ahorros, ni pareja estable y normal, ni respeto, ni dignidad...
La que me mira desde el espejo me está llamando "fracasada"...

Dragón

Cuando cumplí trece años, las que entonces eran mis tres mejores amigas (y que han seguido en mi vida hasta hoy), me regalaron un colgante con un dragón de plata que sostenía entre sus garras una esfera de cristal que reflejaba con un simple rayo de luz todos los colores imaginables. Siempre lo llevo puesto.
Me transmite una seguridad que no me da ningún otro objeto. Cuando tengo miedo o estoy triste, si lo toco es como si cualquiera de ellas me mandase un abrazo. Cuando me enfado y quiero maldecir a alguien, lo froto suavemente. Cuando me dieron la paliza que casi acaba conmigo, obligué a la policía a esperar, antes de llevarme al hospital, hasta que lo encontré, pues en uno de los golpes se había roto la cadena que lo sujeta y había volado de mi cuello. Nunca me he sentido tentada a regalárselo a nadie. Es mío y siempre lo llevaré conmigo.
El dragón es la bestia de las bestias. En la cultura occidental se le identifica con el demonio, Satán. Cuerpo de serpiente, cabeza de perro, garras de león, alas de águila... San Jorge se encargaba de matarlo. Todos los caballeros tienen que matar al dragón. Es el mal. Pura tradición europea. En Asia, sin embargo, el dragón es fuente de sabiduría y bondad. Según la tradición, los doce animales que representan el zodiaco chino son los que acudieron a la llamada de Buddha, y el dragón fue el primero en acudir. Se suele considerar una bendición que nazca un hijo bajo el signo del dragón. En China, el dragón, representa al pueblo, a la gente. Es un valor positivo.
Me encantaba esa contradicción y por eso, desde que soy capaz de recordar, colecciono dragones, es uno de mis fetiches favoritos.
Ahora no lo llevo. Lo llevé a limpiar y como consecuencia de ello, la esfera que brillaba se ha caído, así que he tenido que enviarlo a reparar, a ponerle una nueva piedra. Un amigo me está haciendo el favor, ya que curiosamente su oficio es ese, de reparar mi dragoncito.
El amigo en cuestión es un tipo interesante. Si no fuera gay hasta me gustaría y todo. Cabeza rapada y perilla, brillantes ojos azules. Muy masculino, quizás un poco más alto me gustaría más. Sonrisa canalla... Pero lo más importante, un chico dulce y sensato, muy educado y con una fascinante conversación. Vino a recogerme anoche a las nueve y a las tres y media todavía estábamos de charla. Además, se me pasó el tiempo volando mientras estaba con él y probablemente, si no hubiera tenido que madrugar hoy, aún estaríamos hablando...
Todo un descubrimiento, la verdad, entre toda esa multitud de gente anodina que conozco por las noches...
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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