La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

martes, octubre 11, 2005

Interview

Esta mañana tenía una entrevista de trabajo. Detesto hacer entrevistas de trabajo. Me fastidia terriblemente tener que venderme y convencer a alguien de que soy la persona indicada para el puesto, que soy trabajadora, responsable y eficiente, que se hacer de todo y que aprendo fácilmente cosas nuevas, que me adapto a cualquier puesto y a cualquier situación. Tener que demostrarle, con la ridícula prueba de mi currículum y mis cuatro frases hechas que soy muy competente y que no contratarme sería un error, que tengo un carácter y unas cualidades que me convierten en la perfecta hormiguita y que soy lo bastante inteligente como para poder hacer mejor que nadie aquellas tareas que se me asignan. Soy pro-activa y me anticipo a las necesidades de mi misión. Vamos, que soy incluso mejor para el trabajo que la persona que me está entrevistando para una horrible trabajo, estúpido y frustrante, mal pagado y con un horario inaceptable, de los que te vuelven loca de stress (porque yo ya he hecho esto antes) y te destrozan física y emocionalmente, de los que no tienen ningún reconocimiento social y no te aportan nada como persona para tu desarrollo personal y laboral, ni te permiten mantener una vida al margen del trabajo lo suficientemente interesante, rica y relajada como para que no te importe convertirte en una esclava.
Y tratas de convencerle de que te haría muy feliz que te dieran la oportunidad aunque en los ojos se te ve el brillo cínico de quien sabe que hace lo que tiene que hacer porque no le queda otro remedio, pero plenamente consciente de que es totalmente lo opuesto a lo que le gustaría...
Y esa ridícula personita que te está entrevistando y que te mira condescendientemente mientras repasa las respuestas que has dado a sus preguntas absurdas y valora si realmente harás bien el trabajo y si te dejarás pisotear cuanto le plazca, te deja ver lo poco que le impresionas, lo poco que le interesas y el grandísimo favor que para ti supondría que se decidiera por ti.
Y ves a las otras víctimas de la matanza, otras personas que compiten contigo por un puesto que probablemente desean tan poco como tú, pero que tan desesperadamente parecen necesitar. Y cada una de ellas cuenta una historia (que tu ya habías adivinado sólo con observarles un poco en la puerta) y trata de convencer de su valía. Tras un vistazo inicial, sabes perfectamente quien será rechazado en el proceso de selección, porque conoces la empresa y el puesto y tienes muy claro que es lo que buscan. Te buscan a ti. Y eso hace que te estremezcas, porque, a pesar del interés que tienes en conseguir trabajo, estarías dispuesta a hacer cualquier cosa, menos eso. Y por un segundo piensas en tus rivales, que se irán a casa sin trofeo y te dan lástima y te parecen perdedores. Sabes que no sólo en esa entrevista han sido perdedores, que en muchas otras ocasiones de su vida lo han sido. Pero eso no te hace sentir que ganas nada.
De repente te das cuenta de que eso que se suele llamar "gente normal" se compone básicamente de perdedores, aunque algunos ganen algo a veces y te preguntas si la vida no será eso, un eterno perder, hasta que ya no te queda nada.
Luego esa puñetera esperanza infantil que te sale de repente como una vocecita que no sabes de dónde viene, te dice que en realidad en la vida se ganan muchas cosas, que se aprende y se adquiere experiencia y madurez, que siempre hay alguien que te quiere un poco, que vas consiguiendo ciertos logros y objetivos...
Pero eso no quiere decir que no te sientas perdedora cuando te das cuenta de todo lo que eres incapaz de conseguir y que todo lo que ganes no te sepa a premio de consolación.
La que me mira desde el espejo, entornando los ojos, pone en una balanza lo que he ganado y he perdido en esta vida...

Currículum Vitae

Para la búsqueda de trabajo es imprescindible tener un currículum en condiciones. El mío da un poco de risa. A mí por lo menos me hace mucha gracia.
He tenido que volver a sacar un par de copias para mi búsqueda incansable de empleo. Eso me da una oportunidad no buscada de repasar en qué he perdido los últimos años de mi vida, que absurdas cosas he tenido que hacer para ganarme la vida. Y encima tienes que presentarlo de un modo que a la persona que realice la selección de personal le resulte atractivo para que te elija. Y la foto, claro, no nos olvidemos de la foto...
La fotografía de mi currículum es del año pasado, así que tengo el pelo un poco más largo y de un color que no sabría definir, entre mi rubio ceniza natural y un artificial pelirrojo que trataba de ocultar los más de diecisiete colores que pasaron por mi cabeza el invierno anterior. Es una foto de invierno, así que llevo un suéter rojo de cuello alto, que me da un aspecto más formal y adulto que la ropa que suelo llevar normalmente. Apenas voy maquillada, porque no suelo hacerlo y no se me da muy bien, lo justo para no parecer un lienzo en blanco ni "El grito" de Munch. La mirada es seria y directa a la cámara, poco desafiante, un poco deslumbrada por el foco, un poco triste (todas mis ex me lo decían y a mí nunca me ha parecido que yo tuviera una mirada de niña triste). La sonrisa, comedida y discreta, para no mostrar las encías ni los dientes ( los animales salvajes suelen entender la sonrisa como una ataque, porque se muestran los dientes, y eso es un gesto amenazador), y no excesivamente amplia, para no mostrar el hoyuelo único (y sin equivalente simétrico al otro lado de la cara) en mi mejilla izquierda. Me hace gracia porque una de mis ex también tiene un único hoyuelo en la mejilla cuando sonríe, en su caso en la derecha. Entre las dos hacíamos una perfecta sonrisa con hoyuelos. Me gustaba pensar que eso era una señal de que estábamos destinadas a ser felices juntas. O al menos a sonreír juntas...
Paso rápido la vista por el apartado de datos personales. Excepto la dirección y el teléfono, el resto no varían demasiado en los últimos años. El nombre es el mismo y también el número de la documentación.
Mirar la lista que sigue al título de "formación" me hace masticar piedras. Y no me sirve de excusa pensar que siempre estoy a tiempo de mejorar esa lista, aunque es una excusa que si que suelo dar. Bueno, es ya un hecho bastante conocido que una de mis mayores inseguridades tiene su origen en el hecho de no tener estudios y de cómo eso, a pesar de tener un cociente de tres cifras siempre me ha hecho sentir bastante estúpida. Ser autodidacta no sirve de nada si no tienes un par de títulos que confirmen a los demás todo lo que sabes. Todos los amigos que tengo que están o han pasado por la Universidad, saben lo que me avergüenza no haber terminado ni el Bachillerato y de cómo ver que otros logran las metas que desde siempre me he propuesto y que parecen tan lejos de mi alcance, me hace sentir insegura e inferior y me hace menguar y convertirme en un pequeño gusano que se arrastra porque le faltan las extremidades, un gusano que nunca será la larva de una mariposa voladora, por muchas metamorfosis por las que pase...
Mi experiencia profesional es bastante irregular. Trabajar, he trabajado casi de todo y casi en cualquier sitio durante la mitad de mi vida laboral y en una terrible y yuguladora multinacional durante la otra media. Algunos trabajos eran físicamente duros y otros me reventaban la cabeza. Algunos eran humillantes y otros frustrantes. De muchos de ellos me avergonzaba. Y no me sirve de nada lo de que el trabajo dignifica y de que no hay mal trabajo sino mal trabajador y de que te tienes que sentir siempre orgullosa de todo aquel trabajo que hagas lo mejor que puedas y de forma honrada. La verdad es que repasando la lista no hay ni uno siquiera que me gustase repetir, ninguno que realmente me haya enseñado nada como persona ni me haya convertido en alguien mejor, ninguno que haya mejorado visiblemente mi situación económica, ni haya contribuido a prepararme para trabajos posteriores, ninguno del que me sienta orgullosa ni me haya parecido especialmente digno. De hecho, hay pocos ex compañeros de trabajo con los que todavía tengo trato. Supongo que para no recordar de qué y de dónde los conozco.
Siempre añado al final del currículum una pequeña nota, indicando si estoy estudiando algo en este momento o si estoy disponible en diversos horarios y localizaciones.
Me parto de la risa... ¿este es el resumen de mi vida laboral? ¿esta ha sido mi vida adulta? No me extraña, no me extraña nada...
La que me mira desde el espejo está haciendo una infinidad de test psicotécnicos de modo compulsivo y con mirada de maniaca.
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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