Interview
Esta mañana tenía una entrevista de trabajo. Detesto hacer entrevistas de trabajo. Me fastidia terriblemente tener que venderme y convencer a alguien de que soy la persona indicada para el puesto, que soy trabajadora, responsable y eficiente, que se hacer de todo y que aprendo fácilmente cosas nuevas, que me adapto a cualquier puesto y a cualquier situación. Tener que demostrarle, con la ridícula prueba de mi currículum y mis cuatro frases hechas que soy muy competente y que no contratarme sería un error, que tengo un carácter y unas cualidades que me convierten en la perfecta hormiguita y que soy lo bastante inteligente como para poder hacer mejor que nadie aquellas tareas que se me asignan. Soy pro-activa y me anticipo a las necesidades de mi misión. Vamos, que soy incluso mejor para el trabajo que la persona que me está entrevistando para una horrible trabajo, estúpido y frustrante, mal pagado y con un horario inaceptable, de los que te vuelven loca de stress (porque yo ya he hecho esto antes) y te destrozan física y emocionalmente, de los que no tienen ningún reconocimiento social y no te aportan nada como persona para tu desarrollo personal y laboral, ni te permiten mantener una vida al margen del trabajo lo suficientemente interesante, rica y relajada como para que no te importe convertirte en una esclava.
Y tratas de convencerle de que te haría muy feliz que te dieran la oportunidad aunque en los ojos se te ve el brillo cínico de quien sabe que hace lo que tiene que hacer porque no le queda otro remedio, pero plenamente consciente de que es totalmente lo opuesto a lo que le gustaría...
Y esa ridícula personita que te está entrevistando y que te mira condescendientemente mientras repasa las respuestas que has dado a sus preguntas absurdas y valora si realmente harás bien el trabajo y si te dejarás pisotear cuanto le plazca, te deja ver lo poco que le impresionas, lo poco que le interesas y el grandísimo favor que para ti supondría que se decidiera por ti.
Y ves a las otras víctimas de la matanza, otras personas que compiten contigo por un puesto que probablemente desean tan poco como tú, pero que tan desesperadamente parecen necesitar. Y cada una de ellas cuenta una historia (que tu ya habías adivinado sólo con observarles un poco en la puerta) y trata de convencer de su valía. Tras un vistazo inicial, sabes perfectamente quien será rechazado en el proceso de selección, porque conoces la empresa y el puesto y tienes muy claro que es lo que buscan. Te buscan a ti. Y eso hace que te estremezcas, porque, a pesar del interés que tienes en conseguir trabajo, estarías dispuesta a hacer cualquier cosa, menos eso. Y por un segundo piensas en tus rivales, que se irán a casa sin trofeo y te dan lástima y te parecen perdedores. Sabes que no sólo en esa entrevista han sido perdedores, que en muchas otras ocasiones de su vida lo han sido. Pero eso no te hace sentir que ganas nada.
De repente te das cuenta de que eso que se suele llamar "gente normal" se compone básicamente de perdedores, aunque algunos ganen algo a veces y te preguntas si la vida no será eso, un eterno perder, hasta que ya no te queda nada.
Luego esa puñetera esperanza infantil que te sale de repente como una vocecita que no sabes de dónde viene, te dice que en realidad en la vida se ganan muchas cosas, que se aprende y se adquiere experiencia y madurez, que siempre hay alguien que te quiere un poco, que vas consiguiendo ciertos logros y objetivos...
Pero eso no quiere decir que no te sientas perdedora cuando te das cuenta de todo lo que eres incapaz de conseguir y que todo lo que ganes no te sepa a premio de consolación.
La que me mira desde el espejo, entornando los ojos, pone en una balanza lo que he ganado y he perdido en esta vida...