La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

sábado, abril 15, 2006

El beso de Judas

Hay un bolero que dice: "Voy a lavarme los labios con agua bendita para borrarme los besos que un día me diera tu boca maldita". Si pudiera borrar los besos que yo misma he dado a gente a la que he querido y que me han hecho llorar después, tendría que bañarme en agua bendita.
Recuerdo a Katherine Moennig en un fan-clip con música de Bonnie Right de fondo. Las imágenes trataban de reflejar la gran desilusión que su personaje tenía que afrontar, al final de la primera temporada de la serie a la que pertenecen las imágenes, con una de las pocas personas a las que se había abierto.
Perfectamente puedo entender lo que se siente cuando te desilusionas. Es una mezcla de rabia y tristeza que pocas sensaciones consiguen igualar. Básicamente desilusionarse es darse cuenta de que las ilusiones que habías puesto en algo no son reales. Cuando te pasa con una persona, te decepciona. Cuando crees que una persona es de una determinada manera y te das cuenta de que te habías equivocado, es decepcionante. Al principio tratas de convencerte de que tu primera impresión era la correcta y justificas lo que no es razonable porque te niegas a reconocer tu propio error. Cuando finalmente la realidad se impone, te invade una sensación de vacío.
Anoche salí un rato con Marujita Pérez. Me encontré con mi vecino favorito en Adn y estuve un rato bailando con él. Luego me tomé un verde apoyada en la columna, cuando al girar la cabeza, me sobrevino una fuerte sensación de asco y desprecio. A menos de tres metros de mí, Blazz y Loli! mientras fingían estar de buen rollo con Charlie, me estaban mirando. Por supuesto, mi actitud desenvuelta y el estupendo sentido del humor en el que me hallaba se cortaron en seco. Pero decidí que no iba a permitir que la falta de decencia ajena fuera a ser un obstáculo en mi vida.
Entonces, cuando estaba a punto de darme la vuelta, vi claramente como el la Profe y el Gusano Tosco se acercaron a ellos y muy amigablemente les saludaron. Es curioso cómo se puede ser tan falso y fingir que te alegras tanto de ver a alguien de quien constantemente hablas mal. Es más, ver cómo la Profe saludaba sonriente a Loli! después de que este le haya mentido, me daba tanta vergüenza ajena que me di media vuelta. Semejante comportamiento bochornoso es desagradable para la vista.
Volví a mi copa, a mi baile y a mis acompañantes y de nuevo volví a sentirme bien. Se fue haciendo la hora de marcharnos. Al pasar de camino hacia la puerta me crucé con la Profe. Debería de haberme callado y pasar de largo. Pero no lo hice. La que me mira desde el espejo se apoderó de mi voz, harta de tantas tonterías. La Profe se quedó mirándome sin decir nada, como a un niño al que le regañan por sus malas notas mientras yo le preguntaba qué podía decirle entonces. Las cuatro cosas que hubiera podido decirle no me salían de la boca, se me escapaban a borbotones, descontroladas. Me daba mucha rabia que hubiera esperado justo el momento en que yo comencé a considerarle una amiga para demostrarme que no le interesaba como amiga. Me daba rabia verla perder el culo con gente que le ha mentido y que se ha reído de ella a sus espaldas, que nunca ha movido un dedo por ella mientras que a mí se me ha castigado por portarme bien. Sentía una profunda decepción por la estúpida excusa del orgullo cuando luego los hechos me demostraban que era más desinterés que otra cosa. Y me inundaba una profunda tristeza al darme cuenta de que intentar recuperar mi amistad con ella era una enorme pérdida de tiempo porque ella no quería ser amiga mía. Entonces me di cuenta, lo vi claro en un instante. No me estaba escuchando, estaba soportando el rollo hasta que yo me cansase y me fuera, para luego reírse con el Gusano Tosco en cuanto yo me diera la vuelta. Y supe que no importaba nada que yo lo haya intentado, que da igual que haya sido honesta y leal, que me haya preocupado, que me haya tomado la molestia de abrir mis puertas y confiar. Supe que la Profe nunca me iba a llamar, que no intentaría nunca recuperar mi amistad porque, sencillamente, no le importaba lo más mínimo. Estaba perdiendo el tiempo y mi energía, mi cabeza y mi corazón en una batalla perdida. Di media vuelta y me fui.
Marujita tenía la moto aparcada en la plaza de la Reina y caminamos en silencio hasta allí. Acabamos hablando del único tema del que discutimos, de porqué permito que me afecten tanto estas cosas, cuando esta gente ya ha dado probadas muestras de que la única relación que tenían conmigo era la de colegas de fiesta o, en todo caso, la de aprovecharse del alto valor que doy a la amistad sin la más mínima intención de reciprocidad. Y Marujita me estuvo leyendo la cartilla para que me diera cuenta de que se han aprovechado de mí y de que debo empezar a dejar de permitir que me hagan daño. Yo le decía que no era inconsciente de la realidad de sus palabras que no necesitaba que me lo recordase constantemente. Pero claro, decir según que cosas cuando estás llorando porque te acabas de dar cuenta de que has querido a alguien que te hace daño, no tiene mucha credibilidad.
Estos días de Pascua me da el ataque de soberbia al compararme con Cristo. También él fue traicionado por uno de sus amigos. De toda la gente que le conocía Jesús escogió a un pequeño grupo para que fueran sus más íntimos. Uno de ellos le vendió a los romanos. Judas se acercó a Jesús y le dio un beso para que los soldados romanos supieran a quién tenían que arrestar. No fue un desconocido, no, sino uno de sus más cercanos amigos, con quien esa misma noche había compartido su cena. La principal diferencia es que Judas, al darse cuenta de que con su traición, no sólo había vendido a su amigo sino que le había provocado una muerte dolorosa tras un insufrible martirio, se ahorcó. Tampoco espero que nadie se suicide pero es bastante decepcionante ver que, después de lo mal que yo le he pasado, la gente a la que yo he considerado mis amigos, después de utilizarme, faltarme al respeto, atacarme, ofenderme y hacerme perder de un grave modo la fe en el ser humano, lejos de sentirse mal, lo celebran reuniéndose festivos y provocadores, me miran burlones y se ríen, me insultan...
En esta vida no te puedes fiar ni de la que te mira desde el espejo. Al mayor de mis gatos le puse el nombre de Judas (Judas, el Tigre Traidor) para recordarlo. Se supone que así me sirve para acordarme de que por mucho cariño que le tomes a alguien, siempre te va a acabar traicionando. La amistad es una fantasía social.
Entonces me he acordado de la noche del veinticuatro de febrero, la última vez que estuve de fiesta y de buen rollo con la Profe. Yo llevaba los labios pintados de un oscuro rojo y ella se empeñó en un momento dado en que le besase en la mejilla y el cuello para dejarle la huella. Me lo pidió varias veces. Es curioso, se supone que el que da el beso es el traidor, no el traicionado...
La que me mira desde el espejo no se fía, por si acaso algún día se me ocurriese traicionarle.

 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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