¡Olé, olé!
La plaza de toros de Las Ventas, en Madrid, cumple setenta y cinco años. Las asociaciones en defensa de los animales se llevan las manos a la cabeza y protestan escandalosamente.
A la Diva le encanta la fiesta taurina y cuando yo era pequeña me hacía acompañarle para ver los espectáculos. Se supone que, habiendo asistido desde mi más tierna infancia a las corridas de toros, yo debería de ser una fanática del arte del Cossío.
Cuando yo era una niña, recuerdo a la Diva, agitando el abanico, con la bota de vino y el bocadillo de tortilla de patatas o de jamón serrano, de fondo los pasodobles. Se reunía con un grupo de amigos, también aficionados, con los que comentaba cada pase, cada gesto, la calidad del toro, el arte del matador...
Uno de los amigos de la Diva acudía con su hijo, que tendría tres o cuatro años más que yo y que soñaba con ser torero. Yo me pasaba las dos horas que tardaban en matar a los seis toros leyendo y merendando.
Ya como adulta mis opiniones al respecto son contradictorias. Por un lado, me gusta mucho la tradición, el juego, la música, la ceremonia, los trajes, los rituales, la sangre, la muerte, el duelo... La batalla a muerte entre el hombre y la bestia, pura pasión. Pero por otro lado, el sufrimiento constante del animal, la innecesaria tortura...
Algunas ciudades empiezan a prohibir las corridas de toros y dejan de aplicar la excepción que la legislación sobre derechos de los animales hace respecto a estos actos pseudo culturales. Claro, entonces los que se revolucionan son los que se dedican a la fiesta nacional.
No se pondrán de acuerdo. No hay negociación posible cuando ninguno está dispuesto a ceder. Como siempre, las tradiciones y la evolución de los derechos se contradicen. Aunque no dejo de sentir lástima por los pobres animales, entiendo perfectamente que se está exagerando respeto a los derechos de los animales y a veces se olvida que los animales NO son seres humanos. Y aunque hay que protegerles y no se debe de hacer daño intencionada y gratuitamente a los animales, hay que empezar a distinguir los hechos, que no es lo mismo que un toro, con sufrimiento pero con honor, pierda la vida en una plaza de toros luchando contra un matador que un grupo de bestias arrojando a una cabra desde la torre de un campanario.
La que me mira desde el espejo le hace un pase de pecho a mis gatos con mis camisetas viejas, pero no les clava banderillas ni les hunde un estoque en la cruceta.
A la Diva le encanta la fiesta taurina y cuando yo era pequeña me hacía acompañarle para ver los espectáculos. Se supone que, habiendo asistido desde mi más tierna infancia a las corridas de toros, yo debería de ser una fanática del arte del Cossío.
Cuando yo era una niña, recuerdo a la Diva, agitando el abanico, con la bota de vino y el bocadillo de tortilla de patatas o de jamón serrano, de fondo los pasodobles. Se reunía con un grupo de amigos, también aficionados, con los que comentaba cada pase, cada gesto, la calidad del toro, el arte del matador...
Uno de los amigos de la Diva acudía con su hijo, que tendría tres o cuatro años más que yo y que soñaba con ser torero. Yo me pasaba las dos horas que tardaban en matar a los seis toros leyendo y merendando.
Ya como adulta mis opiniones al respecto son contradictorias. Por un lado, me gusta mucho la tradición, el juego, la música, la ceremonia, los trajes, los rituales, la sangre, la muerte, el duelo... La batalla a muerte entre el hombre y la bestia, pura pasión. Pero por otro lado, el sufrimiento constante del animal, la innecesaria tortura...
Algunas ciudades empiezan a prohibir las corridas de toros y dejan de aplicar la excepción que la legislación sobre derechos de los animales hace respecto a estos actos pseudo culturales. Claro, entonces los que se revolucionan son los que se dedican a la fiesta nacional.
No se pondrán de acuerdo. No hay negociación posible cuando ninguno está dispuesto a ceder. Como siempre, las tradiciones y la evolución de los derechos se contradicen. Aunque no dejo de sentir lástima por los pobres animales, entiendo perfectamente que se está exagerando respeto a los derechos de los animales y a veces se olvida que los animales NO son seres humanos. Y aunque hay que protegerles y no se debe de hacer daño intencionada y gratuitamente a los animales, hay que empezar a distinguir los hechos, que no es lo mismo que un toro, con sufrimiento pero con honor, pierda la vida en una plaza de toros luchando contra un matador que un grupo de bestias arrojando a una cabra desde la torre de un campanario.
La que me mira desde el espejo le hace un pase de pecho a mis gatos con mis camisetas viejas, pero no les clava banderillas ni les hunde un estoque en la cruceta.
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