La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

sábado, octubre 22, 2005

Casser la voix

Hacía casi dos años que no me pasaba. He perdido la voz. Y no es algo metafísico, ni tiene que ver con mi posibilidad de expresar mi visión. Simplemente, me he quedado afónica. Los que me conocen saben que suelo ser más expresiva cuando no hablo pero para la mayoría de las personas mi interacción social suele ser verbal, piensan que soy muy habladora. Evidentemente durante un par de días va a ser un hecho evidente que mi modo de expresión va a otro distinto a la emisión de palabras.
Siempre he sido muy dependiente de mi voz. Es mi modo principal de expresión. Claro que no necesariamente cuando emito palabras. A veces es mucho más interesante la voz que no suena mas que dentro de mi cabeza. Esa voz es la que de verdad dice las cosas que quiero decir. Esa es la que sólo unos pocos pueden escuchar. Es la voz de la que me mira desde el espejo...
Alguien me dijo que la voz es algo subjetivo, como los colores y que nadie escucha una misma voz igual que los otros. Aún más, que el sonido que nosotros percibimos de nuestra propia voz es diferente al que llega a los que nos escuchan.
La voz cambia contigo como tu aspecto a lo largo de los años. La voz que tienes en la infancia cambia bruscamente al llegar a la adolescencia, que es un momento de cambios bruscos, pero de un modo más sutil sigue cambiando durante toda la vida. Como tú cambias por fuera y por dentro...
Cambia el tono y la entonación dependiendo del entorno y de la compañía, de nuestro estado de ánimo, de nuestra intención. Cambia por completo el significado de todas nuestras palabras. Hace creíbles las mentiras e increíble la verdad. Toca por completo el corazón con una precisión de cirujano tanto para el dolor como para el placer. Se mete en tu cabeza y se enreda en las curvas de tu cerebro y se pierde allí como en un laberinto. Vuelve una y otra vez a colarse en tus silencios. Tiene el poderoso don de hacer renacer los recuerdos.
Hoy estoy sin voz y sólo estoy sin voz cuando no me siento bien o cuando la faringitis me la arrebata. Sin voz me acuerdo de las voces que añoro, de las que me tocan el alma, de las que me sacan de quicio, de las que me conmueven, de las que oigo en el silencio...
No hablo con ella desde el lunes tres. Yo dejé de llamarle y ella no ha vuelto a dar ninguna muestra de interés. A ver si aprendo, que a veces soy gilipollas. Tengo que hacerme a la idea de que no tiene ni el más mínimo interés en mí como persona, que todo ese rollo de volver a ser amigas era una trampa para volver a tenerme a sus pies, como una alfombra a la que pisotear. Y yo que soy idiota siempre entro al trapo. Y no llamarle me cuesta tanto como saltar mil metros sin red. Y me siento estúpida por sentirme así. Pero no le voy a llamar, no le voy a volver a llamar. Y ella seguro que no me llama. Prefiero no llamarle porque no quiero volver a tener esa sensación ridícula de malgastar mi energía en quien no la valora. No me merezco esto.
La que me mira desde el espejo está gritándome como una loca.
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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