La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

jueves, septiembre 08, 2005

Ay, pena, penita pena!!!

¡Qué manía tiene la gente con que tengo que comer más deprisa! Al final pasará lo de siempre... Quedo con Dardo a comer. Él come el triple de lo que yo he pedido en lo que me cuesta sentarme y limpiar los cubiertos. Lógico que un tipo que mide dos metros diez tenga un apetito tan voraz.
Estamos de charla y tragando en plan Carpanta porque los dos (yo sobre todo) tenemos mil cosas que hacer. Pero ya a la mitad de la comida me estoy dando cuenta de que no va a ser una tarde tranquila. En cuanto nos despedimos me voy a casa en busca de las pociones mágicas para evitar lo irremediable, convertirme en un surtidor. Al abrir la puerta, corro hacia el baño y vomito hasta lo que no he comido. Me fastidia.
Pasado el amargo trámite y tras retorcerme en el suelo como un gusano, me arrastro hasta la tienda más cercana buscando algo de comer que no sea más perjudicial, teniendo en cuenta lo que acaba de pasar con lo que llevaba comiendo todo el día.
Y entonces me encontré a la Casadíssima. Iba paseando por el barrio con su mujer. ¡Se ha vuelto tan convencional! Todo el rato me preguntaba si yo estaba bien porque por lo visto debo de tener una pinta de zumbada que da miedo. Y me hacía gracia porque en el instituto ella era la rara, la "moderna", la chica extraña a la que nadie le pillaba la vuelta. Y claro, a mí me hacía gracia y como no, era recíproco. Pero cuando se le ocurrió intentar que pasara algo, yo huí despavorida. Siempre me arrepentí. Y no porque ahora me guste, ni de lejos, si no porque entonces sí me gustaba y con todo el mogollón que yo tenía encima, ni se me ocurrió decirle que no es que no me gustase ella si no que tenía un follón en la agenda, la cabeza y el corazón de mucho cuidado y que necesitaba un tiempito para mí... El caso es que me la encontré en plan pareja feliz con su mujer, más convencionales que nunca y nos despedimos con la broma de que yo nunca siento la cabeza. Por supuesto, según ella, "siento" de "sentar" y según yo, "siento" de "sentir"... En la linea habitual...
Al final, yo que tengo la misma afición a la sopa que Mafalda, me acabé tomando dos platos y un poco de pescado a la plancha. ¡Sí que debo de estar enferma!
¿No quieres caldo? ¡Dos tazas!

What's up, doc?

Parece que la de hoy ha sido la última visita con mi médico que ya ha decidido darme el alta (a partir del lunes) y resignarse a dejar mi pobre mano definitivamente rendida a las secuelas del accidente que me la ha dejado como una patita de pollo.
Ha sido un verano ciertamente molesto. La alegría de encontrar un nuevo trabajo que me gustase, rápidamente se vio mitigada por mi accidente. Un corte, aparentemente sin importancia, seccionó el tendón flexor de mi pulgar izquierdo. Y eso me llevo al quirófano, a una escayola que duró dos meses y a todo un verano de sentirme absolutamente inútil y estúpida. ¡La cantidad de cosas que yo hacía con la mano izquierda de modo inconsciente!
Al principio ni siquiera podía vestirme sola. Ducharme o lavarme el pelo era una aventura. No podía acordonarme las botas. No podía ponerme el reloj. Hacer la más simple de las tareas domésticas era todo un reto. Hacer vida normal se convirtió en algo anormal.
Y eso además de las infinitas visitas al médico, el dolor constante, la frustración de ver como tu cuerpo no te obedece, la ironía de tu jefe y el miedo a las consecuencias.
Tres meses después estos son los resultados. Me he quedado sin trabajo y vuelvo a la fabulosa y nunca bien remunerada vida de la desempleada. Tengo pendientes infinidad de trámites administrativos a bien de poder cobrar una pequeña compensación por las secuelas. Una cicatriz cruza mi pulgar desde la base hasta un poco más allá de la mitad. No puedo flexionar ni estirar el pulgar izquierdo completamente, ni cerrar del todo el puño, ya que la base del pulgar se ha dislocado gracias a la postura forzada de la escayola.
Y el cirujano que me ha atendido aún me dice que he tenido mucha suerte, que era una lesión grave y que podía haber perdido bastante más, que he podido recuperar bastante movilidad gracias a mi fabulosa capacidad de recuperación y mis continuos esfuerzos en obedecer sus órdenes a la hora de seguir el tratamiento y la rehabilitación.
Si no hubiera tenido tanta suerte, ¿qué? ¿me hubieran amputado la mano?
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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