El reposo del guerrero
Tras la incomoda situación de tener que discutir con el Vizconde (algo que siempre me desagrada en grado sumo) y ante la perspectiva de repetir de nuevo, he optado por salir a dar una vuelta y he acabado buscando el consuelo de la calma y el sentido común de mi Ezpozo.
Algunas personas tienen ese poder balsámico sobre mi, me aportan paz y me hacen plantearme cosas que yo siempre me niego a ver. No necesariamente gente que me conozca mucho, aunque a veces me conozcan un poco, si no más bien personas que tengan la madurez y el equilibrio del que yo carezco. Por mucho auto-análisis y reflexión que yo haga, siempre viene bien que alguien que tenga una visión exterior de ti te eche una mano y te de un punto de vista distinto al tuyo.
Soy muy testaruda. Siempre sé cuando tengo razón y no es fácil hacerme cambiar de opinión, pero no es imposible. Simplemente, hacen falta argumentos. Soy capaz de escuchar, por mucho que hable, y de intentar entender la visión ajena. Pero, ¿quién se toma la molestia de intentar argumentar?
He llorado de rabia... Me siento tan presionada a veces que no puedo evitarlo. No me gusta esta vida, mi vida y no me gusta que me intenten convencer que todo se arreglará con el tiempo cuando día tras día la vida me demuestra que los cambios siempre son a peor. Supongo que es porque llevo demasiado tiempo peleando para salir de esta y no soy exactamente un buen corredor de fondo. Mucho más cuando no veo fin a esta carrera.
Me regaña mi Ezpozo y me hace cuatro comentarios que no me gustan. Pero sé que tiene razón. Trato de justificarme pero sé que mis argumentos hacen aguas. Que sí, que es verdad que me he rendido, que soy hostil y arisca, que soy dura y desconfiada a veces, que soy demasiado vulnerable, que le doy demasiadas vueltas a las cosas, que he perdido la ilusión en la vida...
Supongo que he vivido demasiado. Supongo que al final me he cansado de nadar a contracorriente. Me dejo llevar...