Hacienda somos todos
Hoy es el día de hacer mi declaración de Renta. Como ciudadana responsable que soy acudo a mi cita con el Ministerio de Hacienda, con mi documentación y una carga extra de paciencia.
A pesar de que por teléfono me habían dado una hora de visita concreta, al llegar me hicieron esperar casi cuarenta minutos en la calle. Luego tuve que hacer una cola de media hora para que me asignasen una mesa. Una hora y cuarto después de la hora a la que se supone que debía de empezar mi declaración me encontraba delante de una mesa donde una mujer con cara de aburrimiento tecleaba mis datos en el ordenador.
En un momento tuve que llamar a mi Ezpozo porque olvidé un dato y me dio mucha rabia. Normalmente siempre voy preparada con toda la documentación.
Todo el mundo se queja cuando le toca hacer la declaración. Se les olvida que gracias a esos impuestos tenemos carreteras y educación pública y sanidad gratuita y pensiones de jubilación, desempleo, viudedad, orfandad... Gracias a esos impuestos se paga a los funcionarios y al gobierno y se apoyan las ayudas a otros países. En un momento u otro de nuestra vida acabamos siendo beneficiarios de los impuestos que nosotros pagamos.
En mi caso, este año, el Ministerio de Hacienda ha decidido que no me corresponde pagarle nada y que sin embargo, ellos me van a abonar una pequeña y simbólica cantidad. Bueno, no me quejaré.
Es uno de esos días que te hacen sentir ciudadano, que te hacen sentir que sólo eres una pieza del conjunto del país, un número.
La que me mira desde el espejo se pregunta en cuántas bases de datos figura mi nombre.
A pesar de que por teléfono me habían dado una hora de visita concreta, al llegar me hicieron esperar casi cuarenta minutos en la calle. Luego tuve que hacer una cola de media hora para que me asignasen una mesa. Una hora y cuarto después de la hora a la que se supone que debía de empezar mi declaración me encontraba delante de una mesa donde una mujer con cara de aburrimiento tecleaba mis datos en el ordenador.
En un momento tuve que llamar a mi Ezpozo porque olvidé un dato y me dio mucha rabia. Normalmente siempre voy preparada con toda la documentación.
Todo el mundo se queja cuando le toca hacer la declaración. Se les olvida que gracias a esos impuestos tenemos carreteras y educación pública y sanidad gratuita y pensiones de jubilación, desempleo, viudedad, orfandad... Gracias a esos impuestos se paga a los funcionarios y al gobierno y se apoyan las ayudas a otros países. En un momento u otro de nuestra vida acabamos siendo beneficiarios de los impuestos que nosotros pagamos.
En mi caso, este año, el Ministerio de Hacienda ha decidido que no me corresponde pagarle nada y que sin embargo, ellos me van a abonar una pequeña y simbólica cantidad. Bueno, no me quejaré.
Es uno de esos días que te hacen sentir ciudadano, que te hacen sentir que sólo eres una pieza del conjunto del país, un número.
La que me mira desde el espejo se pregunta en cuántas bases de datos figura mi nombre.
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