La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

domingo, noviembre 27, 2005

Noche de chicas

Hoy es el cumpleaños de Amaltea y ella misma, muy hábil, me ha enviado un sms "anónimo" desde su propio teléfono para recordármelo. Muchas felicidades, loca. He aprovechado la excusa para llamarle porque hacía una eternidad que no hablábamos. Y ya sé que soy una arpía y que nunca llamo a nadie y que eso de que siempre estoy muy liada empieza a sonar poco creíble.
Esa tarde recibí un sms de ella, hablar por hablar, para decirme que había llegado a casa y que no se encontraba muy bien. Mi respuesta, tal y como se merecía la ocasión, cortés y fría. Cuando se rompe un jarrón, por mucho que lo intentes reparar, si intentas regar sus flores siempre se derrama el agua. Y yo no me fío, ya no me fío...
Por la noche, había quedado con la Profe pero fue el niño Rober quien vino a recogerme. Antes de salir, una indigestión me hizo retorcerme en el sofá mientras me daba una sobredosis de fármacos para aliviar los síntomas. Y es raro porque apenas había comido nada en todo el día y la noche anterior no fue una de las de excesos. Empiezo a estar cansada de la venganza de mi mente a mi cuerpo y de todos los síntomas psicosomáticos que me atacan.
La Profe por la tarde estuvo muy hábil corrigiéndome las faltas de ortografía. A mucha gente le disgusta que le hagan evidentes sus faltas con el lenguaje. No es mi caso y mucho menos cuando aprovechan la corrección para recordarme una regla básica de las que se supone que debería tener ya memorizada. Si presumo de inteligencia no es por las cosas que ya se si no por mi capacidad de aprender las cosas que aún desconozco.
La noche empezó como siempre. El niño Rober vino a recogerme. Se quedó y se acabó poniendo la misma camiseta que llevaba yo, la camiseta azul con el símbolo de la "S" en el pecho que identifica a Superman. Yo me puse encima una camisa blanca y la corbata roja de seda, unos pantalones negros, las gafas de vista de montura de pasta negra y el pelo estratégicamente modelado para dar ese aire de Clark Kent, inquieto en busca de una cabina para acabar de cambiarse y pasar de periodista anodino a superhéroe. La idea era jugar con el doble juego del superhéroe camuflado bajo un disfraz de hombre de la calle, de la doble vida, de tener que simular ser alguien corriente cuando tienes superpoderes, de ser quien no eres... Dudo mucho que nadie pillase la vuelta. No se ni para qué me molesto en intentar ser creativa... Parada breve en Café Deseo y aún más breve en La Goulue. Estando allí nos llamó el Vizconde Blazz, que acababa de llegar a Adn y fuimos a reunirnos con él.
En Adn se supone que había quedado con la Profe y allí nos encontramos. Me propuso que me fuera con ella de nuevo al sótano del miedo y acepté, rechazando la habitual visita al D54 con mis chicos o a Venial, con otro grupo de amigos que también andaban por ahí y a los que casi nunca veo. La Asturiana estuvo con nosotras pero no pasó del saludo inicial. Una técnica bastante pobre para alguien que pretenda conocerme. Sobre todo de alguien que días antes decía que le gustaba escuchar las cosas que digo y que le gusta cómo me expreso. Bastante absurdo si tenemos en cuenta que nunca pasamos de "hola" y "adiós"...
Nos fuimos a Mogambo. La Profe y yo estuvimos bailando y riéndonos. Algunas caras conocidas pero realmente nadie con quien me valiera la pena perder más de tres minutos hablando. La letra mayúscula no hizo su efecto pero sí los verdes. Estábamos de buen rollo y nos estábamos divirtiendo. Volvió a soltarme la charla de que me considera una persona inteligente. Teniendo en cuenta que acababa de pasar una chica bastante guapa que según ella le había parecido muy atractiva hasta que tuvo la oportunidad de cruzar dos frases con ella y darse cuenta de que la pobre chica no daba para más, teniendo en cuenta que empieza a ser una frase recurrente de nuestras conversaciones el tema de mi supuesta inteligencia, teniendo en cuenta las frecuentes calabazas que me estoy llevando con las mujeres que me gustan, teniendo en cuenta lo desapercibida que paso en el sótano del miedo, el hecho de que siempre me insista tanto en lo lista que soy me hace pensar en el escaso atractivo físico que poseo. Vamos, que soy fea. Cuando me insisten tanto en el rollo de que soy una gran amiga, de que me encuentran muy interesante, de que soy inteligente, de que les entiendo como nadie y de que tengo una gran personalidad... me suena a cuento conocido y en el fondo la moraleja siempre es la misma, que no gusto, que no soy atractiva, que soy fea y que me están catalogando por descarte en la categoría de amiga maja y rara con la que tener buen rollo.
La Asturiana se acercó a despedirse. La verdad, teniendo en cuenta que la conversación en toda la noche fue absolutamente nula, casi que me daba igual que se despidiese o no. La Sargento de Aluminio apareció de repente con su MiniYo y su amigo DD. Ahí se acabó la diversión. ¿Casualidad? Cada vez me convenzo más de que no, pero bueno...
DD me estuvo comentando que había visto mi fotografía de Halloween y que había leído algo de este blog en casa de la Sargento de Aluminio. Intentaba justificar la falta de conversación que siempre nos ha caracterizado con el hecho de que no nos conozcamos. Toda la gente que conozco han entrado en mi vida como desconocidos, así que como excusa me parece bastante absurda. Y conste que yo, desde que le conocí, hace ya muchos muchos meses, intenté dejarle un espacio para poder comunicarnos, pero nunca ha sabido o nunca ha querido aprovecharlo. Luego me señaló a La Sargento de Aluminio que, en ese momento se abalanzaba sobre la Profe con un abrazo en busca de un beso y me preguntó si las envidiaba. Se sorprendió cuando le dije que no. Cuando quiso saber porqué, me limité a decirle que yo tengo ojos y que veo las cosas como son. Él trató de convencerme con el viejo argumento de que el amor es bonito y que está muy bien que alguien te quiera tanto y se te acerque para darte un abrazo porque te quiere. Cuando yo le dije que el amor era bonito pero que la obsesión era una enfermedad no tuvo de otra que darme la razón.
La verdad es que a veces la Sargento de Aluminio en su relación con la Profe me recuerda a Fifí LaTour. Los admiradores de los dibujos de la Warner sabrán perfectamente a quién me refiero pero para los que no, explico. Fifí Latour es una mofeta macho francés, muy romántico y apasionado. Un día se cruza en su camino una gatita doméstica negra, a la cual, accidentalmente, se le ha derramado sobre el lomo un cubo de pintura blanca. Fifí, al verla, la confunde con una mofeta hembra y se decide a seducirla, con tal sobredosis de amor que la asusta y la satura. La gatita, sabiendo que Fifí es una mofeta y ella una gatita, trata de escapar pero Monsieur Latour no se rinde porque le guía la fuerza del amor. Y en el amor y en la guerra todo vale porque el amor es lo más grande y todo lo puede y bla, bla, bla...
Me choca que la gente todavía tenga ese concepto del amor-posesión, de que porque tú quieras a alguien esa persona esté obligada a quererte del mismo modo a ti, de las obligaciones impuestas y de los compromisos forzados, de las presiones y de los chantajes emocionales, del juego sucio de exigir imposibles argumentando que uno está dando más de lo que recibe...
Me revienta que la gente se olvide que una relación de pareja es algo de dos y que se empeñen en entrometerme para que haga de arbitro sin que yo lo quiera y de que, encima, si mi veredicto no es el esperado se me intente convencer con falsos victimismos por parte de gente que tiene patológicas adicciones al drama.
A la Profe le sentó mal la fiesta y yo me ofrecí para acompañarle a casa pero la Sargento de Aluminio tenía un plan mejor. Para evitar detalles que puedan avergonzar a ninguna de las dos, me limitaré a comentar que, desoyendo mi consejo, la Sargento de Aluminio decidió que, en lugar de llevarle a casa, era mucho mejor dejarle haciendo el ridículo en la discoteca primero y durmiendo en el coche después. Explicaciones todas, pero la razón de fondo es que quería atribuirse el mérito de salvadora sin perderse la fiesta con sus amigos, lo cual me parece lamentable. Yo esperé en el coche, encerrada con la Profe dormida, a cinco grados centígrados, en camisa de manga corta porque preferí usar mi chaqueta cubrir a la Profe, durante casi tres horas, engañada por la Sargento de Aluminio que se supone había ido a buscar a DD para darle su chaqueta antes de irnos a llevar a la Profe a su casa, pero que en realidad seguía la fiesta con sus amigos, torturándoles quizás con lo que se tiene que esforzar en cuidar a alguien que se preocupa tan poco por ella. En un momento dado aparecieron DD y MiniYo a por la chaqueta de DD. Él me preguntó si estaba bien y ella se puso a hacer el idiota, faltándole el respeto a la Profe. Cuando les pregunté por la Sargento, ella nos lanzó una mirada de desprecio y nos dijo que estaba abajo de fiesta. Cuando yo le dije que le hiciera subir me contestó con un simple: "Que os den". Suerte tienes pequeño camioncito ridícula y analfabeta que yo estaba de bajón de las letras mayúsculas y sentada en el asiento de detrás del coche más preocupada de cuidar a la Profe que de tu ausencia de modales, porque como vuelvas a atreverte a hablarme en ese tono te hago saltar todos los dientes a patadas y te los hago tragar. Así, de buen rollo y sin violencia. Si no sabes respetar a la gente me es totalmente indiferente, pero si no me tratas con respeto, la Diosa Odiosa tendrá que enseñarte modales.
Cuando finalmente apareció la Sargento yo ya tenía los brazos azulados. Estaba demasiado enfadada para decirle nada. Medio despertaron a la Profe y trataron de convencernos para volver a la discoteca. Ella dijo que sí, aunque cuando bajó del coche era bastante evidente que no estaba en condiciones de acabar la fiesta. Yo decidí que era el momento de irme a casa. Me puse la chaqueta y me fui tiritando hasta el metro. Cuando llegué a mi parada me temblaban hasta los dientes y cuando entré en casa no conseguí entrar en calor. Obviamente ya me había resfriado.
Me he despertado de mal humor y estornudando, en plena fase misógina y eso se ha reflejado en algún que otro intercambio de sms que he tenido. Supongo que siempre pagan justos por pecadores. Supongo que es en momentos como estos cuando más valoro a mis chicos, que por mucho que me saquen de quicio a veces, cada uno de ellos vale mil veces más que la más valiosa de las mujeres del ambiente.
La que me mira desde el espejo está mirando mi termómetro...
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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