La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

lunes, agosto 22, 2005

Facta, non verba

Ocurre con frecuencia. La gente hace muchas promesas que luego es incapaz de cumplir. No porque no quiera cumplirlas, sino porque no es capaz de hacerlo. Aún sabiendo que se trata de un imposible o quizás tan sólo de algo que no se puede garantizar aunque es poco probable que ocurra. Nos gusta engañarnos.
Tenemos, y me incluyo, una visión poco realista de la persona que somos realmente. Queremos ser mejores y realmente creemos que lo somos o que seremos capaces de hacer cosas que nos son inalcanzables. Eso está bastante bien en cuanto a proyectos se refiere. Nos da las alas que nos hacen falta para intentar volar hasta las nubes. Pero sólo somos gallinas y las alas sólo nos sirven para corretear por el corral.
Eso genera infinitas frustraciones porque es muy duro aceptar que tenemos un límite y que antes o después llegaremos a él. Mi primer trauma infantil, si mal no recuerdo, fue el momento en que supe (no lo imaginaba, lo sabía con certeza) que jamás, por muy inteligente que fuera y por mucho que leyera y tratara de aprender, lo sabría todo. Parece simple, pero con nueve años, la idea de tu propio límite es tan afilada como el borde de un abismo. Pero lo acabas asumiendo y te concentras en llegar todo lo lejos que puedas y en priorizar diferentes objetivos a lo largo de la vida.
Y cuando eso te parece simple tienes que enfrentarte al otro gran imposible. Las limitaciones ajenas. La gente es como es y no como nosotros los vemos, no como quisiéramos que fueran. ¿Parece fácil? No, es lo más difícil del mundo. Queremos que la gente haga y piense lo mismo que nosotros aunque digamos constantemente que no. A nadie le gusta la verdad ni que le digan cosas con las que no está de acuerdo. Y es, sin embargo, lo que hace a otra persona diferente a ti lo que la convierte en alguien que te aporta algo, que te enseña y que te hace crecer.
Las relaciones entre personas son lo más complicado que he encontrado en esta vida. Las Matemáticas son más fáciles. La Filosofía es más simple. La Física Cuántica es más sencilla. No importa que se trate de tu familia, tus amigos, el amor de tu vida o simplemente conocidos. Siempre es raro, difícil y extraño. Cuando encuentras a alguien que te hace parecer que es fácil, resulta que tú se lo haces parecer difícil. Y lo peor es que el ser humano es un ente social y puede renunciar a todo menos a eso.
Alguien me comentaba un experimento que habían hecho con unos chimpancés. En una jaula había unas crías que tenían que elegir entre dos supuestas madres. Una de ellas, era un peluche mullido y caliente, pero tenía los senos vacíos y no daba leche. La otra era de madera y metal, pero en sus senos siliconados fluía el manantial blanco de la vida. ¿Qué elegían las crías? ¿Amor o alimento? ¿Qué elegirías tú? Los pequeños chimpancés preferían morirse de hambre en los cálidos brazos de un madre amorosa que alimentarse a costa de la dureza y frialdad de la otra madre. Instinto primario. La mayor necesidad de los primates, antes que el alimento, es el amor.
Claro que hablamos de monos y no de personas. La mayoría de la gente se hubiera quedado con la leche y luego habría tratado de superar el trauma a base de terapia.
Nos quejamos de que la gente es complicada y no aceptamos el hecho de que nosotros también somos esa "gente", que el mismo efecto que tienen algunas personas en nosotros lo causamos en otras.
Hoy me ha llamado Ms Missie, alguien a quien en su momento quise muchísimo y que, aún hoy, me honra con su amistad, para felicitarme por mi cumpleaños. Y aunque no se lo crea, para mí fue un regalo. Que tantos años después siga acordándose de mí y soportando mis tonterías me parece admirable. Supongo que me quería. Me han llamado varías personas pero reconozco que esta ha sido la que más ilusión me ha hecho. Y puedo imaginármela con la ceja levantada leyendo esto ("moi?") y pensando que nunca le he tratado de un modo tan especial como para hacerle ver que para mí siempre lo ha sido. Supongo que ya sabe que soy una arpía. Y lo peor, que a pesar de todo, sigue ahí. Y se muere de la risa porque le cuento que pasé mucha vergüenza el sábado cuando me crucé con aquella chica encantadora que se me presentó en el D54 y que me reconoció y y quería esconderme bajo tierra. Es que no escarmiento. La chica en cuestión tropezó conmigo cuando ya me iba a casa, me aparté para cederle el paso y se me presentó. Le dí dos besos y ella me ofreció la boca pero yo sólo le rocé los labios porque me dio vergüenza lanzarme. Acompañé a mis amigos al taxi y volví para ver cómo tonteaba con otra. Pero no se liaba con ella y sus amigas me invitaron a casa al irse de la discoteca. Y yo, como siempre, pasé de todo y me fui a mi casa. La semana siguiente ya estaba agarrada de la chica con la que tonteaba, obviamente más interesada en ella que en mí. Siete días después, en un vergonzante estado de intoxicación etílica, me la encontré en los baños del D54 y se me acercó a saludar y yo, muerta de la risa le decía que me gustaba y que estaba loca de celos de verle liarse con otra. Y a ella le hacía gracia y me abrazaba. Tarde un par de semanas más en volver a verla, o sea, nada hasta este sábado. Sólo que esta vez yo estaba serena y consciente y bastante avergonzada y cuando me saludó desde el otro lado de la barra mi primer impulso fue salir corriendo. Pero me acerqué para disculparme y decirle que, en aquel estado de inconsciencia no se podía dar crédito a nada de lo que dijera. Me contestó con una sonrisa. Después nos cruzamos por la calle yo crucé a la acera de enfrente para no coincidir. Me daba vergüenza. Tanto rollo de la Diva y basta una sonrisa para hundirme en la miseria...
Ms Missie se ríe y me recuerda lo insegura que soy siempre con las mujeres. Yo le replico que me pasa con las mujeres, los hombres, los peces y hasta con las piedras. Detrás de cada gran gesto se esconde una coartada.
Si protesto y reniego de la falta de interés del género femenino por mi persona, Ms Missie me recuerda el modo en que yo trato al género masculino e incluso (especificando un poco creíble "sin rencores...") el modo en que le traté a ella. Y me recuerda... "y yo te quería".
Estamos en lo de siempre, la gran cadena del triángulo eterno. Siempre nos gusta alguien a quien no interesamos en absoluto y quien más se interesa por nosotros sólo recibe nuestro desinterés. Y siempre es quien nos rechaza cruel y nosotros al rechazar simplemente hacemos lo correcto. Tener eso claro hace que me tome bastante mejor las calabazas aunque no evita que me sigan afectando, que después de cada rechazo me de más miedo reintentarlo.
La carga de la Diva, qué se le va a hacer... Lo habitual, poner mi mejor sonrisa y fingir que no me afecta. Azotar a alguna de mis doncellas para superar mi frustración y pensar que es un problema del mundo y no mío.
Pero la que me mira desde el espejo se parte de la risa y me pregunta: ¿qué esperabas?. Como si ella ya supiera que no voy a lograrlo, como si no me lo mereciera.
Lo de siempre, mi corazón me hace débil. Mi cabeza, fuerte.

Scripta manent

Finalmente me decido a comenzar a escribir. Decir "me decido" quizás es un poco exagerado porque más bien ha sido una cesión ante los que me pedían que lo hiciera. Como cuando estás al borde de la piscina sin decidirte a saltar y de repente alguien pasa y te da un empujón.
La verdad, tampoco estoy muy segura de hasta cuándo seré capaz de seguir haciéndolo (mis amigos ya saben que no soy corredor de fondo...) y mucho menos de qué voy a incluir aquí. El caso es empezar, obviamente.
También está la cita latina, por supuesto. Scripta manent, lo que está escrito permanece. Y eso es al mismo tiempo trampolín y ancla. ¿Realmente necesito escribir lo que me pasa por la cabeza? ¿Le interesa a alguien? ¿Escribiré cosas que nunca digo, que nunca debiera decir?
De todos modos, la vida es una aventura y sin riesgo no hay diversión. Así que, me froto las manos y estiro los dedos. Cierro los puños y dejo caer las manos sobre el teclado. Respiro profundamente y me lanzo de cabeza al monitor, sin pensármelo demasiado. ¿Preparada? ¿Lista? ¡Ya!
Hoy es el día. Veintidós de Agosto de dos mil cinco, lunes. Es la hora de desayunar, las ocho y media. Dentro de exactamente tres horas, será el aniversario de mi nacimiento. El año, obviamente, no es importante. Para los curiosos baste decir que nací el año en que Abba ganó Eurovisión cantando "Waterloo", estrenaron la segunda parte de "el Padrino" (que se llevó el Oscar a mejor película, por cierto), "Chinatown" y "La matanza de Texas", murió Duke Ellington... Y este día, pero en años diferentes, nacieron Debussy, Tori Amos y Ray Bradbury. Soy de la teoría de que cada uno de nosotros es el resultado de una infinita cantidad de variables y circunstancias y que eso es lo que hace a cada ser humano único. Aunque siempre me he preguntado si tendría algo que ver, como variable en mi ecuación vital, la coincidencia de todos estos acontecimientos con mi nacimiento. ¿Tendrá el éxito de Abba algo que ver con mi faceta de diva e icono gay? ¿Habrá alguna relación entre el nacimiento de Ray Bradbury y mi afición a las letras? ¿Será mi lado sádico el resultado de haber nacido cuando lo hizo ese gran clásico del terror, "La matanza de Texas"? Probablemente no, es cierto, pero como casualidad me resulta bastante gracioso.
Sí, es mi cumpleaños y no me gusta nada. Ya el anterior tampoco me hizo mucha gracia para qué engañarnos. Tengo muy malos recuerdos de mis cumpleaños anteriores y eso ha hecho que me decida a no celebrarlo nunca, a excepción de alguna copa con los amigos y a la visita a mi madre (que por cierto, este año vendrá ella a visitarme acompañada de mis hermanas). Realmente no veo nada de extraordinario en conmemorar en una fecha concreta algo que es el resultado de un proceso anual. Sí, vale, tengo un año más. Total, si ya tengo muchos años, por otro más no pasa nada.
Cumplir años no es algo que me angustie ni que me ilusione. Mi edad es algo que condiciona más a los demás que a mí misma. Y todo por esa idea absurda de que hay un momento en la vida para hacer cada cosa y que todos tenemos que hacerlo en ese momento y en ese orden. ¡Y yo que pensaba que lo bueno del ser humano era la individualidad! Pues no, como borregos, todos condicionados porque con mi edad ya debería haber cumplido una serie de objetivos que ni me propongo pero que al no haber realizado hacen que la gente se muestre ligeramente condescendiente porque es una lástima que a estas alturas de la feria te estés perdiendo tantas cosas y porque parece que no las has conseguido porque no has podido, porque todo el mundo quiere lo mismo y si reniegas de ello, es simplemente porque no has sido capaz de lograrlo. Vamos, como la zorra y las uvas, que al no lograr alcanzarlas decía que estaban verdes.
Sin embargo soy consciente de que esos años, mal que le pese a muchos, no se han desperdiciado. He vivido mucho, he hecho muchas cosas, he conocido a muchas personas y he aprendido alguna que otra lección. Como a no darle tanta importancia a mi edad o a no preocuparme demasiado de lo que la gente espera de mi. Pero condiciona, evidentemente. Es difícil creer que no podrías haberlo hecho mejor, que aquellos errores cometidos no provocaron otros posteriores, que no malgastaste tiempo y energía en proyectos y en personas que nunca han llegado a ninguna parte, que tu vida sería diferente si en su momento hubieras tomado otro tipo de decisiones, que quizás tú serías diferente.
Es en momentos como este en los que te pones filosófica y te da por hacer grandes reflexiones (comidas de cabeza, ¿verdad, DaBear?) y en los que haces planes imposibles y te subes el listón y te juras que no volverás a hacer cosas que, conociéndote como te conoces, sabes que volverás a hacer una y otra vez, y que harás y dirás lo que de sobra sabes que quedará en la caja de lo nunca hecho y dicho. ¡Pero es tan bonito engañarse aunque sea por un momento!
Pero ya sé que no haré nada que no quiera hacer y que, como siempre, diré muchas tonterías. Me fiaré de gente que me traicionará y haré bastante el ridículo. No tendré la cabeza fría a la hora de tomar decisiones sino que seré absurdamente impetuosa y malévolamente visceral. Me ganaré cientos de enemigos. Me obsesionaré con todo fijándome en detalles minúsculos. Dejaré que mi variable auto-estima me vuelva paranoica. Fingiré que soy mucho más fuerte de lo que soy, porque yo nunca me equivoco, ni tropiezo, ni me mancho... Me moriré todos los días y volveré a resucitar cada vez, empapada de un optimismo infantil. Aprenderé mis lecciones, repetiré mis errores. Llevo haciéndolo muchos años como para empezar a cambiar ahora...
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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