Scripta manent
Finalmente me decido a comenzar a escribir. Decir "me decido" quizás es un poco exagerado porque más bien ha sido una cesión ante los que me pedían que lo hiciera. Como cuando estás al borde de la piscina sin decidirte a saltar y de repente alguien pasa y te da un empujón.
La verdad, tampoco estoy muy segura de hasta cuándo seré capaz de seguir haciéndolo (mis amigos ya saben que no soy corredor de fondo...) y mucho menos de qué voy a incluir aquí. El caso es empezar, obviamente.
También está la cita latina, por supuesto. Scripta manent, lo que está escrito permanece. Y eso es al mismo tiempo trampolín y ancla. ¿Realmente necesito escribir lo que me pasa por la cabeza? ¿Le interesa a alguien? ¿Escribiré cosas que nunca digo, que nunca debiera decir?
De todos modos, la vida es una aventura y sin riesgo no hay diversión. Así que, me froto las manos y estiro los dedos. Cierro los puños y dejo caer las manos sobre el teclado. Respiro profundamente y me lanzo de cabeza al monitor, sin pensármelo demasiado. ¿Preparada? ¿Lista? ¡Ya!
Hoy es el día. Veintidós de Agosto de dos mil cinco, lunes. Es la hora de desayunar, las ocho y media. Dentro de exactamente tres horas, será el aniversario de mi nacimiento. El año, obviamente, no es importante. Para los curiosos baste decir que nací el año en que Abba ganó Eurovisión cantando "Waterloo", estrenaron la segunda parte de "el Padrino" (que se llevó el Oscar a mejor película, por cierto), "Chinatown" y "La matanza de Texas", murió Duke Ellington... Y este día, pero en años diferentes, nacieron Debussy, Tori Amos y Ray Bradbury. Soy de la teoría de que cada uno de nosotros es el resultado de una infinita cantidad de variables y circunstancias y que eso es lo que hace a cada ser humano único. Aunque siempre me he preguntado si tendría algo que ver, como variable en mi ecuación vital, la coincidencia de todos estos acontecimientos con mi nacimiento. ¿Tendrá el éxito de Abba algo que ver con mi faceta de diva e icono gay? ¿Habrá alguna relación entre el nacimiento de Ray Bradbury y mi afición a las letras? ¿Será mi lado sádico el resultado de haber nacido cuando lo hizo ese gran clásico del terror, "La matanza de Texas"? Probablemente no, es cierto, pero como casualidad me resulta bastante gracioso.
Sí, es mi cumpleaños y no me gusta nada. Ya el anterior tampoco me hizo mucha gracia para qué engañarnos. Tengo muy malos recuerdos de mis cumpleaños anteriores y eso ha hecho que me decida a no celebrarlo nunca, a excepción de alguna copa con los amigos y a la visita a mi madre (que por cierto, este año vendrá ella a visitarme acompañada de mis hermanas). Realmente no veo nada de extraordinario en conmemorar en una fecha concreta algo que es el resultado de un proceso anual. Sí, vale, tengo un año más. Total, si ya tengo muchos años, por otro más no pasa nada.
Cumplir años no es algo que me angustie ni que me ilusione. Mi edad es algo que condiciona más a los demás que a mí misma. Y todo por esa idea absurda de que hay un momento en la vida para hacer cada cosa y que todos tenemos que hacerlo en ese momento y en ese orden. ¡Y yo que pensaba que lo bueno del ser humano era la individualidad! Pues no, como borregos, todos condicionados porque con mi edad ya debería haber cumplido una serie de objetivos que ni me propongo pero que al no haber realizado hacen que la gente se muestre ligeramente condescendiente porque es una lástima que a estas alturas de la feria te estés perdiendo tantas cosas y porque parece que no las has conseguido porque no has podido, porque todo el mundo quiere lo mismo y si reniegas de ello, es simplemente porque no has sido capaz de lograrlo. Vamos, como la zorra y las uvas, que al no lograr alcanzarlas decía que estaban verdes.
Sin embargo soy consciente de que esos años, mal que le pese a muchos, no se han desperdiciado. He vivido mucho, he hecho muchas cosas, he conocido a muchas personas y he aprendido alguna que otra lección. Como a no darle tanta importancia a mi edad o a no preocuparme demasiado de lo que la gente espera de mi. Pero condiciona, evidentemente. Es difícil creer que no podrías haberlo hecho mejor, que aquellos errores cometidos no provocaron otros posteriores, que no malgastaste tiempo y energía en proyectos y en personas que nunca han llegado a ninguna parte, que tu vida sería diferente si en su momento hubieras tomado otro tipo de decisiones, que quizás tú serías diferente.
Es en momentos como este en los que te pones filosófica y te da por hacer grandes reflexiones (comidas de cabeza, ¿verdad, DaBear?) y en los que haces planes imposibles y te subes el listón y te juras que no volverás a hacer cosas que, conociéndote como te conoces, sabes que volverás a hacer una y otra vez, y que harás y dirás lo que de sobra sabes que quedará en la caja de lo nunca hecho y dicho. ¡Pero es tan bonito engañarse aunque sea por un momento!
Pero ya sé que no haré nada que no quiera hacer y que, como siempre, diré muchas tonterías. Me fiaré de gente que me traicionará y haré bastante el ridículo. No tendré la cabeza fría a la hora de tomar decisiones sino que seré absurdamente impetuosa y malévolamente visceral. Me ganaré cientos de enemigos. Me obsesionaré con todo fijándome en detalles minúsculos. Dejaré que mi variable auto-estima me vuelva paranoica. Fingiré que soy mucho más fuerte de lo que soy, porque yo nunca me equivoco, ni tropiezo, ni me mancho... Me moriré todos los días y volveré a resucitar cada vez, empapada de un optimismo infantil. Aprenderé mis lecciones, repetiré mis errores. Llevo haciéndolo muchos años como para empezar a cambiar ahora...
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