La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

sábado, marzo 25, 2006

Más bonita que ninguna

Durante los últimos meses la noticia de la prensa rosa es el cáncer de Rocio Jurado. Acaba de llegar de Houston, tras someterse a un tratamiento allí, y los periodistas se abalanzan como buitres tras la imagen de la convaleciente artista llegando a Madrid. Sin ningún tipo de medida, su vida privada se ha hecho pública.
Muchos artistas se quejan del acoso de los medios. Los mismos a los cuales recurren cuando necesitan promocionarse, cuando necesitan alquilar sus intimidades para ganarse la vida cuando sus carreras no se lo permiten. Pero la experiencia nos ha demostrado que la prensa sólo acosa al que se lo busca. Muchos artistas viven de forma pública su profesión y de forma privada su intimidad.
Hoy se ha muerto Rocio Dúrcal. Se sabía que estaba enferma y que su entereza era ejemplar hasta el final. Pero no ha habido ni de lejos el brutal seguimiento mediatico. Se le ha respetado más, quizás, porque se ha hecho más de respetar. En América le llamaban "La Señora" y se ha marchado como una dama. No recuerdo haber oído nunca a nadie hablando mal de ella ni aireando sus secretos. Nunca había sido el centro del escándalo. Siempre un ejemplo de dignidad.
Mi primer recuerdo de ella, como el de mucha gente, son las películas que rodó en su jueventud. En una época del cine español en la que se potenciaba a las estrellas infantiles, tras Marisol y Joselito, cuando llegaron las adolescentes Pili y Mili, destacaba Rocio Dúrcal. La imagen con la que siempre la recuerdo es de una de esas películas, en la que cantaba, mientras conducía una motocicleta, acompañada de toda la pandilla. Siempre transmitiendo esa imagen de felicidad.
Aunque a mí, realmente, la Rocio Dúrcal que me gustaba más era la cantante, la de la voz impresionante y la sonrisa pícara. La que cantaba rancheras y triunfaba más fuera de España que en su propia país. Una gran pérdida.
Lirio ha venido a recogerme para comer. Quería que conociera a su nueva novia. Nus me había comentado que era una especie de Jackie Kennedy. Tenía razón. Jackie es encantadora, muy correcta, educadísima. Mide las palabras y los gestos. Se nota que ha leido. Se nota que es de buena familia. La melena corta, castaña, muy bien peinada. La chaqueta de punto, la falda por debajo de las rodillas. Los tacones moderados, la sonrisa entreabierta. La voz tenue pero firme. Encantadora.
Lirio está muy guapa, se le nota que está feliz, se le sale el amor por los ojos. Parece que ha encontrado lo que buscaba hace tiempo. Me alegra mucho que a alguien que siempre ha sido tan buena gente le vayan bien las cosas. Me dice que el trabajo cada vez va mejor y que se siente bien consigo misma. Me encanta la mujer en la que se ha convertido.
Me pasa con muchas personas que llevan mucho tiempo en mi vida, que parece que siempre se quedan congelados en el momento en que les conocí. Los adolescentes de entonces se están convirtiendo en adultos. Lirio era una chica alta y flacucha que jugaba al baloncesto y le gustaban las matemáticas. Su perfecta melena rubia de ahora era entonces una maraña dorada y su correcto castellano de ahora, era antes una mezcla rara de catalán/italiano/castellano. Cantaba canciones italianas de los setenta cuando nadie la veía y hacía bizcochos de chocolate y fresas en las fiestas.
Ahora es una princesa de oficina, que viste y habla de un modo impecable, que sólo cocina en momentos puntuales y para su gente. Su casa es de catálogo de Ikea y cambió el baloncesto por cuatro visitas semanales al gimnasio. Se le ha hecho la voz más grave, más profunda y la utiliza para darle un toque de sobriedad, de madurez a todo cuanto dice. Parece muy sensata. Igual es el contraste lo que me hace sentirme tan descentrada al lado de alguien tan equilibrado. O que me he dormido y me he despertado en un anuncio de comida sana.
Lirio, sin pretender darle un tono dramático, me dice que está preocupada por mí. Por lo visto Nus le ha estado contando de mis últimas historias y eso, completado con la lectura de este blog y las cosas que comento sólo en los mails privados, le ha formado una imagen de cómo están las cosas. No está de acuerdo con Nus en que sea una buena idea cambiar de ciudad. Me recuerda lo importante que para mí es mi espacio, mis objetos... Lo que no duda es de mi necesidad de cambiar la situación actual. Me ofrece su apoyo y luego protesta porque no considera necesario tener que recordarme que está ahí. Luego se ríe, me dice que si no me lo dice yo no me lo creo, que por eso me lo dice.
La que me mira desde el espejo también me dice muchas cosas para que me las crea.

Frankenstein

Yo no quería salir y Nus se puso muy pesada hasta convencerme para que le acompañase un rato en el Pub. Usó a Fighter como cómplice para que me arrastrase hasta allí aunque él tomó un par de copas y se fue pronto a recojer a su novia.
Advierto en cuanto llego que me voy a marchar temprano. Al fin y al cabo, tengo que madrugar porque he quedado con Lirio para comer. Las Lezzies del rincón me sacan la lengua y yo argumento una mezcla de cansancio post-fallero y un resfriado del que no me he recuperado. Nus dice que lo que pasa es que me falta un tornillo pero que ella se va a encargar de ajustármelo. Nos tomamos un par de chupitos y Nus coje un vasito en cada mano, se los apoya en las sienes, los gira y empieza a reirse, gritando que me está ajustando los tornillos. Es la broma de la noche.
Era Frankenstein quien llevaba tornillos en la cabeza. Aunque yo pensaba que los llevaba en el cuello. Supongo que debería comprobarlo pero Nus me dice que es en las sienes y yo me lo creo. Supongo que ya no me apetece discutir ni siquiera por algo así. Me hace gracia que Nus me quiera ajustar los tornillos como a Frankenstein. A veces también me siento un poco Frankenstein, el monstruo bueno y tonto, hecho de pedazos de cadaveres de delincuentes malvados, cosido a cicatrices y despreciado por su creador.
En realidad, Frankenstein era el creador y el monstruo no tenía nombre, simplemente le llamaban "La Criatura"...
Acabo en el rincón de la barra de siempre, con dos vasos cortos vacíos junto a mi copa, mis dos tornillos. Aquí estoy, buena pero tonta, incomprendida, temida, sola, confusa. Aquí estoy y todo lo que me hace ser como soy son los pedazos que me forman porque yo aunque siempre he sido una pieza única, nunca he sido de una pieza. Y esos pedazos que me forman son los restos de lo peor de los que me han creado. Aquí estoy, cosida a cicatrices de heridas que nunca se curan...
Antes de que cerrasen el Pub, aprovechando que Nus está ocupada recogiendo, me escapo y me voy a casa antes de que me líen para seguir la fiesta. El destino del monstruo siempre es solitario.
La que me mira desde el espejo me conecta los electrodos, a ver si me parte un rayo.
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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