La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

sábado, septiembre 03, 2005

No te salves

En cuanto acabé con Cortazar me acosté y me he despertado con Benedetti. Quizás porque ayer me acordé demasiado de un par de ex que me enviaban poemas de Benedetti. ¿Es un tópico de cortejo lésbico lo de enviar poemas de Benedetti?
Encima me ha dado por ponerme a ver los dvd que me compré el otro día en la FNAC. Deberían poner advertencias del tipo : "Los distribuidores no aconsejan el visionado de películas de Fassbinder durante el desayuno". Pero claro, como no lo ponía, me he tragado las dos horas de "Las amargas lágrimas de Petra von Kant" en bruto, en versión original y de buena mañana. Y lo peor es que la película me ha encantado, sólo que me ha dado un ataque de llorera boba, de esos de bola en la garganta sin lágrimas. Sobre todo al final. Me encanta el final, cuando Marlene, después de haber soportado inmutablemente sumisa los caprichos de la egoísta Petra, cuando Petra se decide a empezar a demostrar un mínimo interés en ella, como persona, e intuyendo que lo hace sólo porque es la única que le queda, coje la maleta y se va. Así, sin decir ni una palabra, con el mismo silencio con el que servilmente le soportaba, le abandona. Y ese silencio es una muestra de rebeldía en ese último mutis por el foro, mucho más evidente que nada que pudiera haberle dicho.
Necesitaba después de eso algo que me diera un subidón de buen rollo y el tragarme la escena eliminada de "En la ciudad" tres veces seguidas no me servía de nada, por más que reconozco que ver a Mónica López a la caza del beso me hace sonreír. He revuelto en todo mi pc hasta encontrar una foto de My snuggle bunny, la primera que vi, esa en la que está sentada debajo de un árbol, con las gafas ocultando sus brillantes ojos azules y una sonrisa tierna. La foto, si mal no recuerdo, se la hizo uno de sus alumnos y no le hace mucha justicia, pero yo caí presa de un afecto inmenso cuando la vi. Quizás físicamente cambie mucho respecto a cómo está en esa foto pero su interior se refleja como en ninguna. Dulce, tierna y cariñosa, inteligente y sensible, un poco infantil, muy americana... Es una lástima que yo nunca estuviera realmente enamorada de ella porque, estoy segura, de haber sido así me habría hecho la mujer más feliz del mundo. Tenía mucho amor para dar y era generosa con él. No como yo.
Tengo unas agujetas terribles de haber estado ayer moviendo cajas y siento los brazos tan pesados que hasta el mínimo esfuerzo de levantar los brazos para tintarme el pelo se me ha hecho un titánico reto.
Me he acordado hace un segundo y eso sí que me ha hecho reír. Anoche yo llevaba una camiseta que lleva impresa en el pecho esta frase: "Sí, me estaba riendo de ti". Recuerdo que ayer, cuando estaba hablando con las chicas, la más educada de ellas, la que siempre ha sido intachablemente amable conmigo desde el primer día que nos presentaron, la leyó y me hizo algún comentario. Yo le contesté, refiriéndome a la camiseta, que los que tenían que darse por aludidos ya lo habían leído. Ella, rápidamente, me contestó que ella se daba por eludida. Su rapidez mental y su ingenio me sacaron una sonrisa sincera. Y ahora al acordarme, otra.
Leo a Benedetti y me arrebata la sonrisa de nuevo. No te salves, dice. Y yo no me salvo y a veces debería hacerlo.
Ella no se ha conectado hoy, tampoco hemos hablado por teléfono (cosa que no debería pasar, de todos modos) y el fin de semana es cuando tiene apenas un segundo para poder hacerlo. Aunque tenía un examen esta mañana y supongo que está cansada. Y yo debería aprovechar este involuntario distanciamiento para poder tomar carrerilla y echar a correr en dirección contraria, a ver si se me olvida y se me pasa de una vez y cuando quiera darme cuenta ya no me importe. Pero me importa aún, claro, porque no me salvo. Y nadie me va salvar...

Instrucciones para subir una escalera

Anoche (más exacto sería decir, esta mañana) la Profe me recomendó que leyera las "Instrucciones para subir una escalera" de Cortazar. Lo leo, claro.
Me hace gracia y no porque sea cómico sino porque explica, de un modo complejo, algo que es pretendidamente simple. Como hago yo todo el tiempo.
Luego me regañan y me dicen que le doy demasiada importancia a las cosas, que me obsesiono y me fijo en detalles insignificantes, que hago montañas de simples granos de arena.
Kurai Neko había cenado en casa y Tosco vino a recogernos con el coche. Como siempre tarde, soy muy impuntual y el pobre tuvo que esperar media hora en el coche. Habíamos quedado con Tommy para tomar algo después de cenar y acabamos en La Seu con el eterno granizado de naranja (soy animal de costumbres y bastante previsible, la rutina me da seguridad) y acoplados en mesa ajena de charla distendida.
Fuimos después en busca del Vizconde Blazz y mientras estábamos en la puerta de Deseo, apareció mi Pirata Canalla y emprendimos una fuga comercial hacia La Goulue que, infructuosa, nos motivó a marcharnos pronto al D54.
Con un verde y una coca-cola, dando vueltas por la discoteca, se me pasó la noche volando. Estaba tan cansada que tuve que salir un momento a la calle para dar mi vuelta a la manzana de rigor y sentarme un poco y acabé dando cabezadas en un portal. Entré de nuevo al D54, me mojé un poco la cabeza para espabilarme y volví a mis innumerables vueltas. No bailé mucho, no salté apenas. Me escaqueé de saludar todo lo que pude. En un momento estaba con mis osos encantadores que me hacen sentir la tía más grande del mundo (balanzas a parte) y me suben el ego hasta la Luna y luego estaba debajo del escenario viendo el show. La Chawen iba de monja minifaldera y Baronessa (me hacía más gracia cuando lo escribía con "v", tenía más juego) iba de niña poseída y jugaba con una autentica cabeza de cerdo. La verdad, después de tragarme vídeos y vídeos de Björk y Mylène Farmer, no me afectó lo más mínimo, pero me hizo gracia ver la expresión de repugnancia con la que su hipnotizado público les miraba.
Me saludo toda la pandilla de chicas al completo y la Profe me dijo que tenía que hablar conmigo. ¡Claro, despertando mis paranoias! Salían como un tren del baño como mariposas que revolotean después de libar amapolas en mi jardín, con la sonrisa recién colocada y la mirada turbia de entrega a la noche. Y me hizo gracia porque todas ellas, de forma individual, se han empeñado en convencerme una y mil veces de que no les gustan las flores. Pero el tiempo siempre revela todos los misterios y hace públicos los secretos.
El Vizconde Blazz se sorprendió porque las cuatro se le presentaron esa noche. Nunca antes lo habían hecho a pesar de haberle visto conmigo casi siempre. Pero no comenzaré de nuevo a dar la charla sobre la cortesía y las buenas maneras. ¿Querías conocerle? Vizconde Blazz de Valmont et Bathori, un placer.
A él le extraña, pero más a mí que tuve momento semidialogo con ellas. Teniendo en cuenta el trato habitual, estoy por celebrarlo y todo. La Profe se confesó admiradora y lectora fiel de este blog. Sin malinterpretar segundas intenciones (¡menos mal!). Según explica, le gusta como escribo (¿de verdad?) y me hace un poco la alabanza cortés. Bueno, otra fan a la lista, si eso sirviera de algo me alegraría muchísimo. Se sorprende cuando le confieso que no he estudiado nada. Pues es cierto, autodidacta de los pocos conocimientos que hasta ahora he acumulado. Y trata de convencerme de que vuelva a estudiar (¿no hablaba yo de volver a hacerlo hace unos días en otro post?) a lo que yo le respondo, como siempre, que me intente convencer de día. Y luego la otra que me viene a confesar una anécdota personal (que por cortesía no revelaré) y me dice que he influido positivamente en ella. Y yo me río porque, ¿qué diablos puedo yo haber influido en alguien que sólo me conoce de intercambiar dos frases conmigo de vez en cuando en la discoteca? Y me da su teléfono (que insiste, no se lo da a nadie) y me suelta la charla de que me tengo que querer más, que no basta con que los demás me quieran. Y cuando, entre risas, le digo que ella no me quiere (¿cómo me va a querer alguien que ni me conoce?), se hace la ofendida y me pide que no la insulte. Me pide que la abrace, pero fuerte. Le doy mi copa al Vizconde Blazz y le abrazo. Y me viene a la cabeza otra que me pedía abrazos y me rechinan los dientes al recordar su voz ("un abrazo que te abrace, que te abrase, que te llene de mar y te haga volar") y me suelto en cuanto puedo. Vino a abrazarme otras dos veces más.
No sé porque está la gente tan obsesionada con que yo no me quiero. Mis ex siempre me han dicho que yo sólo me quiero a mí. Es curioso...
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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