La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

jueves, agosto 25, 2005

Quien bien te quiere, te hará llorar...

Me lo ha dicho prácticamente cualquier persona que haya pasado por mi vida. Especialmente mis ex. Tengo ese don. Puedo sacar lo mejor de cada persona, hacerle dar lo mejor de sí... Pero también despierto el lado más oscuro de la gente. Soy capaz de convertir en una bestia a la persona más pacífica. Soy a la vez bastante hábil con la manipulación de un modo inconsciente. Realmente no es algo intencionado, simplemente ocurre. No es algo meditado ni estudiado, ni puedo controlarlo.
Hoy me he dado cuenta de ello de un modo dolorosamente luminoso. Estaba hablando con ella. Tenía clara la premisa, las tres reglas de oro:
1. No confundas rencor con venganza, ni justicia con castigo. Es la diferencia entre hacer lo correcto y excederse.
2. No te fíes, no te dejes engañar, no confíes demasiado. Mantén las distancias.
3. Se educada. El dolor no justifica la pérdida de control.
Pero he acabado cruzando la delgada línea que separa la auto-protección del ataque. Tratando de responder con sinceridad a todas sus preguntas, me he vuelto cruel. Y lo que en principio eran simples ejercicios de confianza para saber si podría recuperar mi amistad, han acabado siendo un brutal intercambio de la verdad más cruda.
Y le he hecho llorar. Me dice que no es la primera vez que le hago llorar. Y me siento como una cabrona por haberme cebado tanto. Yo no soy así. No me siento mejor cuando alguien se siente peor. No he dicho nada que no fuera cierto pero debería controlar las dosis y la manera de decir las cosas. Al final he acabado llorando yo también, porque lo único que deseo es que sea feliz y que su vida sea plena y que siempre viva rodeada de alegría. Saber que yo soy la fuente de su tristeza hace que me ahogue en su tristeza, en mi propia tristeza...

Ambidexter

Hoy me tocaba revisión médica. Para los interesados, mi mano está mejorando bastante aunque no me voy a librar de las secuelas y los de la Mutua piensan compensar mi dolor con un par de semanas más de baja y una pequeña y ridícula indemnización que, de ningún modo, podrá sustituir la pérdida de movilidad en mi mano más diestra, la izquierda. A mi médico le parece estupendo que la lesión no sea en la mano derecha, a pesar de que ya le he explicado unos cuatrocientos millones de veces que soy ambidiestra y que en una proporción 70/30 mi mano dominante es la izquierda, que es con la que tengo una mayor destreza.
Cuando era pequeña hacía más cosas con la mano izquierda que con la derecha y luego la mano derecha fue cobrando algo más de protagonismo. No recuerdo, sin embargo, que nadie me corrigiera en ese sentido, es más, en mi familia hay varios zurdos. Pero es cierto que cuando estaba a solas solía hacer las cosas con la mano izquierda y en público con la derecha. No porque nadie me indicara que la izquierda no era la mano correcta sino porque yo veía que todos los demás lo hacían todo con la derecha. ¿Era una zurda potencial? ¿Fue mi inseguridad y mi deseo de integrarme lo que me convirtió en ambidiestra?
Muchas de mis parejas han sido zurdas o ambidiestras, en un porcentaje bastante alto en comparación con el porcentaje de zurdos o ambidiestros que hay en el mundo. Reconozco que es una debilidad personal, que darme cuenta de que alguien es zurdo o ambidiestro (pero sobre todo zurdo) es un fetichismo que me lanza una oleada de repentino interés por alguien.
En algún sitio he leído que en los diestros, el hemisferio izquierdo del cerebro controla la parte derecha del cuerpo y el hemisferio derecho, la parte izquierda. En los zurdos ocurre lo contrario. El hemisferio derecho controla al lado derecho y el hemisferio izquierdo controla al lado izquierdo. Y los ambidiestros, ¿qué? ¿tenemos las conexiones hechas un lío?
Se supone que eso justifica nuestra torpeza física y en algunos casos una ligera dislexia. De pequeña escribía al revés y cambiaba el orden de las letras. Me costó aprender a leer, a pesar de empezar a ello bastante pronto, porque la vista me saltaba de línea en línea y de extremo a extremo de cada renglón. Cuando empecé a escribir textos desarrollé una compleja y totalmente ilegible red de gramática alternativa que hacía totalmente imposible entender nada de lo que yo pretendía expresar. Aún hoy, me cuesta no dispersarme cuando hablo o cuando escribo, como si las palabras saltaran desde mi cabeza de forma precipitada contra mis textos, contra mis labios y no me diera tiempo a ordenarlas antes de compartirlas.
El caos mental es el principio del caos total. Al menos eso decía una profesora de Filosofía que tuve. ¿Será por eso que me atrae la gente fanáticamente ordenada? ¿para compensar mi desorden?
Me como las letras cuando escribo, sobre todo las vocales de los lexemas. Suelo confundir las "a" y las "d", las "n" y las "s"y las "r", las "z" y las "w". Conjugo los sustantivos, verbalizándolos. Adjetivizo los verbos. Me hago un lío con la coordinación de género y número en las frases largas. Tengo un catálogo de metáforas personales, cuyo significado casi nadie relaciona a no ser que lo explique o que me haya leído varias veces, como usar "piedras" como sinónimo de "palabras", o "verde" como sinónimo de "bueno" y "amarillo" como sinónimo de "malo", "agua" como sinónimo de "sexo" o de "muerte" (excepto cuando se refiere al mar, "mar" sinónimo de "miedo") y toda una serie de referencias a mis fetichismos personales y a mis recuerdos que suelen desconcertar a quien no sabe de qué estoy hablando. La mayoría de las veces ni yo misma sé de qué estoy hablando...
Soy de esas personas que dicen lo que piensan sin pensar primero en lo que dicen. Eso siempre conduce a grandes catástrofes. Sobre todo por lo que no digo. La Marquesa de Merteuil de "Las amistades peligrosas" decía sentirse mucho más interesada en lo que la gente no decía que en lo que salía de sus labios. Mucha gente importante para mí me ha dicho que a mí se me conoce mejor por las cosas que no digo, por los temas de los que no hablo. Pero la mayoría de la gente se queda sólo con mis discursos vanos.
Caótica, profundamente superficial...
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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