Hoy me tocaba revisión médica. Para los interesados, mi mano está mejorando bastante aunque no me voy a librar de las secuelas y los de la Mutua piensan compensar mi dolor con un par de semanas más de baja y una pequeña y ridícula indemnización que, de ningún modo, podrá sustituir la pérdida de movilidad en mi mano más diestra, la izquierda. A mi médico le parece estupendo que la lesión no sea en la mano derecha, a pesar de que ya le he explicado unos cuatrocientos millones de veces que soy ambidiestra y que en una proporción 70/30 mi mano dominante es la izquierda, que es con la que tengo una mayor destreza.
Cuando era pequeña hacía más cosas con la mano izquierda que con la derecha y luego la mano derecha fue cobrando algo más de protagonismo. No recuerdo, sin embargo, que nadie me corrigiera en ese sentido, es más, en mi familia hay varios zurdos. Pero es cierto que cuando estaba a solas solía hacer las cosas con la mano izquierda y en público con la derecha. No porque nadie me indicara que la izquierda no era la mano correcta sino porque yo veía que todos los demás lo hacían todo con la derecha. ¿Era una zurda potencial? ¿Fue mi inseguridad y mi deseo de integrarme lo que me convirtió en ambidiestra?
Muchas de mis parejas han sido zurdas o ambidiestras, en un porcentaje bastante alto en comparación con el porcentaje de zurdos o ambidiestros que hay en el mundo. Reconozco que es una debilidad personal, que darme cuenta de que alguien es zurdo o ambidiestro (pero sobre todo zurdo) es un fetichismo que me lanza una oleada de repentino interés por alguien.
En algún sitio he leído que en los diestros, el hemisferio izquierdo del cerebro controla la parte derecha del cuerpo y el hemisferio derecho, la parte izquierda. En los zurdos ocurre lo contrario. El hemisferio derecho controla al lado derecho y el hemisferio izquierdo controla al lado izquierdo. Y los ambidiestros, ¿qué? ¿tenemos las conexiones hechas un lío?
Se supone que eso justifica nuestra torpeza física y en algunos casos una ligera dislexia. De pequeña escribía al revés y cambiaba el orden de las letras. Me costó aprender a leer, a pesar de empezar a ello bastante pronto, porque la vista me saltaba de línea en línea y de extremo a extremo de cada renglón. Cuando empecé a escribir textos desarrollé una compleja y totalmente ilegible red de gramática alternativa que hacía totalmente imposible entender nada de lo que yo pretendía expresar. Aún hoy, me cuesta no dispersarme cuando hablo o cuando escribo, como si las palabras saltaran desde mi cabeza de forma precipitada contra mis textos, contra mis labios y no me diera tiempo a ordenarlas antes de compartirlas.
El caos mental es el principio del caos total. Al menos eso decía una profesora de Filosofía que tuve. ¿Será por eso que me atrae la gente fanáticamente ordenada? ¿para compensar mi desorden?
Me como las letras cuando escribo, sobre todo las vocales de los lexemas. Suelo confundir las "a" y las "d", las "n" y las "s"y las "r", las "z" y las "w". Conjugo los sustantivos, verbalizándolos. Adjetivizo los verbos. Me hago un lío con la coordinación de género y número en las frases largas. Tengo un catálogo de metáforas personales, cuyo significado casi nadie relaciona a no ser que lo explique o que me haya leído varias veces, como usar "piedras" como sinónimo de "palabras", o "verde" como sinónimo de "bueno" y "amarillo" como sinónimo de "malo", "agua" como sinónimo de "sexo" o de "muerte" (excepto cuando se refiere al mar, "mar" sinónimo de "miedo") y toda una serie de referencias a mis fetichismos personales y a mis recuerdos que suelen desconcertar a quien no sabe de qué estoy hablando. La mayoría de las veces ni yo misma sé de qué estoy hablando...
Soy de esas personas que dicen lo que piensan sin pensar primero en lo que dicen. Eso siempre conduce a grandes catástrofes. Sobre todo por lo que no digo. La Marquesa de Merteuil de "Las amistades peligrosas" decía sentirse mucho más interesada en lo que la gente no decía que en lo que salía de sus labios. Mucha gente importante para mí me ha dicho que a mí se me conoce mejor por las cosas que no digo, por los temas de los que no hablo. Pero la mayoría de la gente se queda sólo con mis discursos vanos.
Caótica, profundamente superficial...