Mentiras
Cuando yo era pequeña, para enseñarme a no mentir, las monjas me decían que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. También me decían que las mentiras tienen las patas muy cortas, que un buen mentiroso ha de tener muy buena memoria y ser muy buen actor, que se ha de asegurar que no habrá testigos que le contradigan...
En cualquier caso, de todos los defectos que tengo, y me consta que son muchos más que mis virtudes, ninguno de ellos me convierte en mentirosa. Es una cuestión práctica. Tengo demasiadas cosas en la cabeza como para mantener una mentira con mentiras posteriores. Además, tampoco necesito mentir. El que nada debe, nada teme, así que, ¿para qué darle la vuelta a las cosas si soy plenamente responsable de todo lo que hago y digo? Y por supuesto, el factor moral. Si una persona vale lo que vale su palabra y yo mintiera, ¿cuánto valdría mi palabra? ¿Cuánto valdría yo?
La gente que miente, suele decir que hay distintos tipos de mentiras. Eso también es una mentira pero ¿qué se puede esperar de un mentiroso? Otra de sus grandes excusas es que hay circunstancias en las que no se puede evitar mentir. Otra mentira. En mi opinión y en las de varios prestigiosos psicólogos que podéis consultar en cualquier librería especializada, las personas mentirosas son de naturaleza cobarde e inmadura y mienten porque son incapaces de enfrentarse a la verdad. La mayoría de ellos, principalmente se mienten a si mismos. O bien, mienten para obtener un beneficio abusivo de los demás. En cualquier caso, los mentirosos son gusanos despreciables e inmorales que no merecen la más mínima consideración. Dentro de la categoría de los canallas, los mentirosos se llevan la palma.
Hay muchos modos para evitar mentir. El principal, es decir la verdad. En caso de que eso, por cualquier absurdo motivo, no fuera posible, también está la opción de no decir nada.
Hay muchos tipos de mentiras. Las mentiras blancas, o de cortesía. Por ejemplo, cuando alguien te pregunta cómo estás al saludarte y por mal que estés siempre dices que estás bien. O cuando alguien lleva un nuevo vestido o un nuevo corte de pelo y siempre le dices lo bien que le sienta. Es una cortesía, pero es absolutamente innecesario.
Otro tipo de mentira bastante frecuente es cuando se miente para proteger a otra persona. Por ejemplo, cuando los alumnos de una clase saben qué compañero es el que ha destrozado la ventana con un balón y todos dicen que no saben quien ha sido. O cuando la pareja de uno de tus amigos te pregunta si le han puesto los cuernos y tú, sabiendo que sí, lo niegas. O cuando dices que alguien ha estado contigo para que tenga la excusa de no quedar con alguien por estar con otra persona. También es injustificable.
También están las mentiras que se utilizan para protegerse. Por ejemplo, cuando se niega la propia responsabilidad de una mala acción para evitar ser castigado. Como un ladrón que miente en un juicio para no ir a la cárcel. Como un gay que no sale del armario porque le da miedo el rechazo social. Como un niño que le pega a otro y dice que no empezó la pelea para que no le castiguen a él. Típicas mentiras de cobarde.
Pero la peor clase de mentiras son las que se emplean para hacer daño intencionadamente a otra persona. Sin excusas. Como cuando alguien inventa cosas y dice que tú las has dicho. Como cuando alguien intenta convencer a los demás de que tú has hecho algo que en realidad nunca has hecho. Eso son calumnias y, afortunadamente, el sistema legal de este país las considera un delito y cualquier persona con dos dedos de frente sabe que no es correcto calumniar a otra persona. Si nadie puede fiarse de un mentiroso, mucho menos de alguien que es capaz de calumniar puesto que la gravedad de sus mentiras hace que cualquier cosa que diga carezca de credibilidad.
Anoche me calumniaron a mí. Ya hace tiempo que algunas personas lo están haciendo pero me he limitado a ignorar la situación para no rebajarme al subterráneo perfil de moralidad de esta gente. Pero cuando implican a terceras personas y pretenden dañar la buena relación que tengo con otro individuo me obligan a responder. Y si no respondo de otro modo no es por cobardía, si no porque me parece una pérdida de tiempo y de energía desmentir ningún tipo de dato que cualquiera pueda comprobar.
Alguien, que seguro que mentirá respecto a su autoría de los hechos a pesar de que sé perfectamente de quien se trata, tuvo la desfachatez de llamar anoche a la Profe para, muy amigablemente, informarle de las horribles cosas que digo sobre Azafrank y sobre los insultos que yo profiero sobre su persona en este blog.
Me alegra muchísimo saber que, a pesar de ser informado sobre esta circunstancia, en un intento vil de dañar mi relación con él, Azafrank ha demostrado su confianza en mi y su sentido común al no hacer caso a los cotilleos y no dar crédito a las calumnias.
Cualquiera de los que me leéis habitualmente puede comprobar en cualquier momento qué digo sobre él en estos textos, puesto que este blog es público y cualquiera puede acceder a él de modo gratuito en cualquier momento en que lo desee. Es más, reto a todos mis lectores a que me envíen por e-mail a mi dirección de contacto ( Diosa.Odiosa@gmail.com ) cualquier frase en la que yo cite a Azafrank, en cualquiera de las cuatrocientas cuarenta y cinco entradas que componen hasta la fecha este blog, en las que se pueda deducir cualquier tipo de comentario ofensivo o despectivo. Incluso, más aún, reto a cualquiera que lea este blog a que cite una sola palabra que yo haya escrito aquí que no sea cierta y que, por supuesto, pueda argumentarlo o probarlo. Porque tengo la conciencia tan tranquila y la certeza absoluta de que yo nunca miento y de que jamás escribo nada que no sea cierto que me puedo permitir el lujo de dar la cara por cualquiera de mis frases.
Lo cual no quiere decir que no haya ocultado en su momento, algunas actividades o comentarios de las personas que cito en este blog para proteger su intimidad o que les incluya bajo pseudónimos para mantener su privacidad. Recuerdo a todos mis lectores que este blog cuenta mis ideas, pensamientos, sentimientos, opiniones y vivencias y que, a pesar de que ello implique comentar mi relación con otras personas, no me veo en la obligación de revelar datos personales de estas otras personas si no es que esos datos me afectan de un modo directo. Por ejemplo, puedo comentar que he estado hablando con una persona en concreto y referirme a las intimidades mías que yo haya podido contarle pero no veo necesario comentar lo que esa persona, en un ejercicio de confianza me haya podido comentar a mí sobre sus propias intimidades. La única excepción a esta norma auto-impuesta es que comente algo sobre otra persona que sea del dominio público.
Ahora bien, es una práctica de auto-censura, que puedo saltarme en cualquier momento y comentar de un modo abierto y sincero cualquier cosa que yo sepa sobre otras personas, puesto que mientras que no sea falso, no sería una calumnia y por tanto no sería un delito ya que me referiría a hechos o circunstancias que fueran del dominio público. Lo que es lo mismo, la verdad me legitimiza a decir lo que me de la gana. Derecho constitucional a la libre expresión. Un arma de la que carecen los mentirosos.
Lo que me da mucha lástima porque me hace perder por completo el poco respeto que me queda por algunas personas, es que den credibilidad a las mentiras y modifiquen su relación conmigo en base a hechos falsos y no comprobados. Como la Profe, por ejemplo, que ha decidido no tomarse la molestia de cruzar el frío saludo de cortesía que todavía conservábamos tras el enfriamiento de nuestra relación de pseudo-amistad y al que yo, a pesar de mi enfado jamás he negado una respuesta por breve y fría que a ella le haya parecido en base a una posible y futura posibilidad por lejana que fuera de reconciliación. Más que por otra cosa, convencida por Nus y por Marujita Pérez de que la falta de reconciliación se debía a su orgullo y que era cuestión de tiempo que se decidiera a intentar aclarar los motivos de nuestras mutuas actitudes. Motivo este por el cual me he negado, a pesar de mi propio orgullo, a negarle el saludo cuando se ha acercado a mí. Motivo este por el cual no le he insultado, ni faltado al respeto, ni renegado de la relación anterior que hubiera podido haber, a pesar de que el tiempo y las circunstancias actuales, me hayan demostrado que en ningún momento ha tenido la más mínima intención de aclarar las cosas o reconciliarse conmigo, a pesar de que eso es lo que ella haya hecho creer a terceras personas. Lo cual, no nos engañemos, es una prueba evidente de lo poco que valoraba nuestra reciente amistad, a pesar de que constantemente me requiriera muestras por mi parte de confianza, de afecto y de reconocimiento de que la relación que nos unía era una amistad y se ofendiera tanto cuando yo definía nuestra relación de "amistad en proceso". Término que yo dejé de utilizar la noche del veintiocho de enero, cuando en uno de sus abrazos, se refirió a mi de un modo irónico y cariñoso y yo le respondí que eso sólo se lo consentía porque éramos amigas. Cual mi sorpresa cuando en menos de un mes, la noche del veinticuatro de enero, tras una discusión breve, la Profe daría por finalizada su amistad conmigo. Y no de un modo directo, hablándolo conmigo, sino por la espalda, hablando de mí con otras personas y cancelando cualquier tipo de conversación conmigo. Pero claro, qué podía esperar de alguien que se relaciona con gente como la Sargento de Aluminio o el Gusano Tosco. Por mucho que yo valore la positiva influencia del sentido común de Azafrank, es evidente que, a pesar de la desesperante insistencia de la Profe en iniciar conmigo una relación de amistad, aún sabiendo mi resistencia comenzar relaciones nuevas de confianza por el hecho de lo mucho que valoro la amistad y lo mucho que apuesto por mis amigos, lo único que pretendía era tener conmigo era una de las relaciones superficiales que tanto fomenta la noche. Puedo decir, aún a riesgo de equivocarme, que prefiere un colega de fiesta a un amigo. Al menos, por mi experiencia, es lo que he podido comprobar. Y darme cuenta de como se ha traicionado mi confianza y de cómo se ha abusado de mi lealtad, faltándome al respeto, me ha hecho sentirme profundamente decepcionada. Pero bueno, nunca se puede obligar a nadie a que sea tu amigo por mucho que te pidan a ti que tú lo seas. Lo malo es que te engañen haciéndote creer que lo son cuando sólo te están utilizando. Y no es una simple opinión, a los hechos me remito.
La verdad, de la Profe me esperaba un poquito más. Siempre es duro darte cuenta de que te has equivocado al apostar por alguien.
La que me mira desde el espejo dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
En cualquier caso, de todos los defectos que tengo, y me consta que son muchos más que mis virtudes, ninguno de ellos me convierte en mentirosa. Es una cuestión práctica. Tengo demasiadas cosas en la cabeza como para mantener una mentira con mentiras posteriores. Además, tampoco necesito mentir. El que nada debe, nada teme, así que, ¿para qué darle la vuelta a las cosas si soy plenamente responsable de todo lo que hago y digo? Y por supuesto, el factor moral. Si una persona vale lo que vale su palabra y yo mintiera, ¿cuánto valdría mi palabra? ¿Cuánto valdría yo?
La gente que miente, suele decir que hay distintos tipos de mentiras. Eso también es una mentira pero ¿qué se puede esperar de un mentiroso? Otra de sus grandes excusas es que hay circunstancias en las que no se puede evitar mentir. Otra mentira. En mi opinión y en las de varios prestigiosos psicólogos que podéis consultar en cualquier librería especializada, las personas mentirosas son de naturaleza cobarde e inmadura y mienten porque son incapaces de enfrentarse a la verdad. La mayoría de ellos, principalmente se mienten a si mismos. O bien, mienten para obtener un beneficio abusivo de los demás. En cualquier caso, los mentirosos son gusanos despreciables e inmorales que no merecen la más mínima consideración. Dentro de la categoría de los canallas, los mentirosos se llevan la palma.
Hay muchos modos para evitar mentir. El principal, es decir la verdad. En caso de que eso, por cualquier absurdo motivo, no fuera posible, también está la opción de no decir nada.
Hay muchos tipos de mentiras. Las mentiras blancas, o de cortesía. Por ejemplo, cuando alguien te pregunta cómo estás al saludarte y por mal que estés siempre dices que estás bien. O cuando alguien lleva un nuevo vestido o un nuevo corte de pelo y siempre le dices lo bien que le sienta. Es una cortesía, pero es absolutamente innecesario.
Otro tipo de mentira bastante frecuente es cuando se miente para proteger a otra persona. Por ejemplo, cuando los alumnos de una clase saben qué compañero es el que ha destrozado la ventana con un balón y todos dicen que no saben quien ha sido. O cuando la pareja de uno de tus amigos te pregunta si le han puesto los cuernos y tú, sabiendo que sí, lo niegas. O cuando dices que alguien ha estado contigo para que tenga la excusa de no quedar con alguien por estar con otra persona. También es injustificable.
También están las mentiras que se utilizan para protegerse. Por ejemplo, cuando se niega la propia responsabilidad de una mala acción para evitar ser castigado. Como un ladrón que miente en un juicio para no ir a la cárcel. Como un gay que no sale del armario porque le da miedo el rechazo social. Como un niño que le pega a otro y dice que no empezó la pelea para que no le castiguen a él. Típicas mentiras de cobarde.
Pero la peor clase de mentiras son las que se emplean para hacer daño intencionadamente a otra persona. Sin excusas. Como cuando alguien inventa cosas y dice que tú las has dicho. Como cuando alguien intenta convencer a los demás de que tú has hecho algo que en realidad nunca has hecho. Eso son calumnias y, afortunadamente, el sistema legal de este país las considera un delito y cualquier persona con dos dedos de frente sabe que no es correcto calumniar a otra persona. Si nadie puede fiarse de un mentiroso, mucho menos de alguien que es capaz de calumniar puesto que la gravedad de sus mentiras hace que cualquier cosa que diga carezca de credibilidad.
Anoche me calumniaron a mí. Ya hace tiempo que algunas personas lo están haciendo pero me he limitado a ignorar la situación para no rebajarme al subterráneo perfil de moralidad de esta gente. Pero cuando implican a terceras personas y pretenden dañar la buena relación que tengo con otro individuo me obligan a responder. Y si no respondo de otro modo no es por cobardía, si no porque me parece una pérdida de tiempo y de energía desmentir ningún tipo de dato que cualquiera pueda comprobar.
Alguien, que seguro que mentirá respecto a su autoría de los hechos a pesar de que sé perfectamente de quien se trata, tuvo la desfachatez de llamar anoche a la Profe para, muy amigablemente, informarle de las horribles cosas que digo sobre Azafrank y sobre los insultos que yo profiero sobre su persona en este blog.
Me alegra muchísimo saber que, a pesar de ser informado sobre esta circunstancia, en un intento vil de dañar mi relación con él, Azafrank ha demostrado su confianza en mi y su sentido común al no hacer caso a los cotilleos y no dar crédito a las calumnias.
Cualquiera de los que me leéis habitualmente puede comprobar en cualquier momento qué digo sobre él en estos textos, puesto que este blog es público y cualquiera puede acceder a él de modo gratuito en cualquier momento en que lo desee. Es más, reto a todos mis lectores a que me envíen por e-mail a mi dirección de contacto ( Diosa.Odiosa@gmail.com ) cualquier frase en la que yo cite a Azafrank, en cualquiera de las cuatrocientas cuarenta y cinco entradas que componen hasta la fecha este blog, en las que se pueda deducir cualquier tipo de comentario ofensivo o despectivo. Incluso, más aún, reto a cualquiera que lea este blog a que cite una sola palabra que yo haya escrito aquí que no sea cierta y que, por supuesto, pueda argumentarlo o probarlo. Porque tengo la conciencia tan tranquila y la certeza absoluta de que yo nunca miento y de que jamás escribo nada que no sea cierto que me puedo permitir el lujo de dar la cara por cualquiera de mis frases.
Lo cual no quiere decir que no haya ocultado en su momento, algunas actividades o comentarios de las personas que cito en este blog para proteger su intimidad o que les incluya bajo pseudónimos para mantener su privacidad. Recuerdo a todos mis lectores que este blog cuenta mis ideas, pensamientos, sentimientos, opiniones y vivencias y que, a pesar de que ello implique comentar mi relación con otras personas, no me veo en la obligación de revelar datos personales de estas otras personas si no es que esos datos me afectan de un modo directo. Por ejemplo, puedo comentar que he estado hablando con una persona en concreto y referirme a las intimidades mías que yo haya podido contarle pero no veo necesario comentar lo que esa persona, en un ejercicio de confianza me haya podido comentar a mí sobre sus propias intimidades. La única excepción a esta norma auto-impuesta es que comente algo sobre otra persona que sea del dominio público.
Ahora bien, es una práctica de auto-censura, que puedo saltarme en cualquier momento y comentar de un modo abierto y sincero cualquier cosa que yo sepa sobre otras personas, puesto que mientras que no sea falso, no sería una calumnia y por tanto no sería un delito ya que me referiría a hechos o circunstancias que fueran del dominio público. Lo que es lo mismo, la verdad me legitimiza a decir lo que me de la gana. Derecho constitucional a la libre expresión. Un arma de la que carecen los mentirosos.
Lo que me da mucha lástima porque me hace perder por completo el poco respeto que me queda por algunas personas, es que den credibilidad a las mentiras y modifiquen su relación conmigo en base a hechos falsos y no comprobados. Como la Profe, por ejemplo, que ha decidido no tomarse la molestia de cruzar el frío saludo de cortesía que todavía conservábamos tras el enfriamiento de nuestra relación de pseudo-amistad y al que yo, a pesar de mi enfado jamás he negado una respuesta por breve y fría que a ella le haya parecido en base a una posible y futura posibilidad por lejana que fuera de reconciliación. Más que por otra cosa, convencida por Nus y por Marujita Pérez de que la falta de reconciliación se debía a su orgullo y que era cuestión de tiempo que se decidiera a intentar aclarar los motivos de nuestras mutuas actitudes. Motivo este por el cual me he negado, a pesar de mi propio orgullo, a negarle el saludo cuando se ha acercado a mí. Motivo este por el cual no le he insultado, ni faltado al respeto, ni renegado de la relación anterior que hubiera podido haber, a pesar de que el tiempo y las circunstancias actuales, me hayan demostrado que en ningún momento ha tenido la más mínima intención de aclarar las cosas o reconciliarse conmigo, a pesar de que eso es lo que ella haya hecho creer a terceras personas. Lo cual, no nos engañemos, es una prueba evidente de lo poco que valoraba nuestra reciente amistad, a pesar de que constantemente me requiriera muestras por mi parte de confianza, de afecto y de reconocimiento de que la relación que nos unía era una amistad y se ofendiera tanto cuando yo definía nuestra relación de "amistad en proceso". Término que yo dejé de utilizar la noche del veintiocho de enero, cuando en uno de sus abrazos, se refirió a mi de un modo irónico y cariñoso y yo le respondí que eso sólo se lo consentía porque éramos amigas. Cual mi sorpresa cuando en menos de un mes, la noche del veinticuatro de enero, tras una discusión breve, la Profe daría por finalizada su amistad conmigo. Y no de un modo directo, hablándolo conmigo, sino por la espalda, hablando de mí con otras personas y cancelando cualquier tipo de conversación conmigo. Pero claro, qué podía esperar de alguien que se relaciona con gente como la Sargento de Aluminio o el Gusano Tosco. Por mucho que yo valore la positiva influencia del sentido común de Azafrank, es evidente que, a pesar de la desesperante insistencia de la Profe en iniciar conmigo una relación de amistad, aún sabiendo mi resistencia comenzar relaciones nuevas de confianza por el hecho de lo mucho que valoro la amistad y lo mucho que apuesto por mis amigos, lo único que pretendía era tener conmigo era una de las relaciones superficiales que tanto fomenta la noche. Puedo decir, aún a riesgo de equivocarme, que prefiere un colega de fiesta a un amigo. Al menos, por mi experiencia, es lo que he podido comprobar. Y darme cuenta de como se ha traicionado mi confianza y de cómo se ha abusado de mi lealtad, faltándome al respeto, me ha hecho sentirme profundamente decepcionada. Pero bueno, nunca se puede obligar a nadie a que sea tu amigo por mucho que te pidan a ti que tú lo seas. Lo malo es que te engañen haciéndote creer que lo son cuando sólo te están utilizando. Y no es una simple opinión, a los hechos me remito.
La verdad, de la Profe me esperaba un poquito más. Siempre es duro darte cuenta de que te has equivocado al apostar por alguien.
La que me mira desde el espejo dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.