La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

sábado, diciembre 10, 2005

Tropezando con la misma piedra

La gente no aprende, repite los mismos errores una y otra vez. Y yo la primera, claro...
La noche empezó bien, a pesar de la tabarra que tuve que soportar por la tarde. Cinco personas se pusieron de acuerdo para tenerme toda la tarde entretenida contándome su mal de amores y a mi, que venía de casa de Dardo después de lo habitual y en busca de la siesta, me apetecía poquísimo abrir el consultorio. ¿Por qué la gente cree que alguien como yo, que lleva dos años soltera y tiene unas relaciones de manual de psiquiatra, puede solucionar sus problemas de pareja?
El caso es que me entretuvieron tanto que no me dio tiempo a arreglarme ni a cenar y tuve que corretear por la calle con un bocadillo en la mano y llegué justo a tiempo para llegar al cine. Había quedado con el Vizconde Blazz, la Profe y su amiga la Hetero-7 que me había presentado el sábado anterior. Fuimos a ver la última de Woody Allen, "Match Point", en versión original pero cargados de palomitas. Supongo que dejaré el comentario para otro día porque la película sí que da mucho que pensar. Me limitaré a decir que, a pesar de los cambios de estilo, me gustó muchísimo.
Luego fuimos a Café Deseo donde se nos agregó el Niño Rober y apareció de repente la Sargento de Aluminio. Metamorfosis me regaló una fotografía suya y me dijo que se retiraba del travestismo. El Vizconde Blazz se fue a casa temprano y nos fuimos al Pinball en busca de chupitos de absenta. Pero el Hada Verde de la Absenta no consiguió librarme de la sensación de desasosiego. Después estuvimos en Adn, parecía mi peor pesadilla. Por lo visto un grupo feminista o una asociación lésbica estaban de reunión en la ciudad y acabaron todas allí. ¡Menudo montón de camionazos! No había visto tantas tías feas juntas ni en "La parada de los monstruos". La media entraba en el prototipo de pseudo-mujer masculina, vestida de hombre y con el pelo cortísimo, con movimientos bruscos y una arrogante falta de modales, no muy alta, con sobrepeso, un absoluto abandono de la estética, horribles gafas, bebedora de cerveza, fumadora compulsiva y sin muestras visibles de cultura, educación o inteligencia...
Encima, la única que en este año se ha fijado en mí, decidió que como era la tercera vez que coincidía conmigo, era un buen momento para lanzar un ataque más directo y me pidió un beso. Y yo que hasta ahora me he limitado a las corteses calabazas ya no sabía como salir de allí dignamente y me escapé...
Como no, terminamos en el D54, donde mis tres acompañantes rozaban la inconsciencia adolescente. La Profe y yo acompañamos al Niño Rober a su coche (¡y lo que nos costó!) porque tenía que marcharse antes debido a sus obligaciones profesionales del día siguiente. De regreso, tras dos incómodos encontronazos con la Sargento de Aluminio, la Profe bajo la guardia y se dejó llevar por la ceguera hacia un camino que menos de una hora antes aseguraba no querer volver a cruzar. Su amiga, la Hetero-7, disfrutaba de su inconsciencia en otra compañía y yo que ni había bebido ni estaba para mucha juerga, viendo lo innecesario de mi presencia allí, opté por la opción más lógica y me marché a casa.
La perspectiva de tener que cruzarme la ciudad y caminar cuarenta minutos como mínimo con la leve chaqueta que llevaba y el frío que hacía, me puso de bastante malhumor. Repasaba en mi cabeza los acontecimientos de la noche y crecía mi malestar. Me había fastidiado mucho tener que dar calabazas a la única chica que se ha fijado en mí en los últimos trece meses pero no es mi estilo dar falsas esperanzas a quien no tiene ninguna posibilidad. Me había fastidiado mucho la sobredosis de camiones del Adn. Me había fastidiado mucho tener que volver a hacer de niñera de todos los ciegos cuando empieza a parecer una costumbre que todos se queden inconscientes y se vuelvan irresponsables porque les queda bastante claro que yo voy a cuidar de todos, aún a pesar de que eso fastidie mi propia fiesta. Me había fastidiado tener otra vez que ser testigo de las movidas de la Profe y de la Sargento de Aluminio que me tienen tan harta ya. Me había fastidiado tener que acabar la noche así, con esa sensación de asco y aburrimiento, de pérdida de tiempo en un entorno que cada vez se me hace más insoportable, de malgasto de energía en gente que no lo vale y que seguro no lo haría por mi y tener que irme, como una gilipollas, andando a casa, muerta de frío y de mala leche, cruzando la ciudad y atravesando mi barrio suburbial, tropezando con toda clase de freaks... Suerte que El Chico de la TV pasaba con el coche y me acercó hasta mi portal cuando yo ya estaba a punto de maldecir en todos los idiomas.
La gente no aprende, repite los mismos errores una y otra vez. Yo la primera, claro. Mi gran error es no asumir como son las cosas realmente y convencerme de que la gente es como yo o de que las personas cambian. Mi gran error es confundir amistad con abuso y permitir a la gente que se aproveche de mi constantemente. Mi gran error es no saber irme de la fiesta cuando aún es divertido y aguantar hasta que me sacan las escobas. Mi gran error es creer que porque sea selectiva escogiendo a los amigos, no se me pueden colar erizos en mi red de pescado. Mi gran error es pensar que yo no cometo errores y tomarme cada uno de ellos como una sorpresa. Mi gran error es pensar que yo también cambio cuando todo lo que me pasa es un simple problema de no evolución...
La que me mira desde el espejo me da una patada para echarme de la cama, para rematar...
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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