La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

domingo, noviembre 20, 2005

El sótano del miedo

La noche no pintaba mal. Había quedado con varios amigos para ir al estreno de una nueva discoteca. Estaba de buen humor, todavía colgada de la sonrisa de la noche anterior. Me sentía bien, me apetecía arreglarme y me duché temprano. Comencé a vestirme en cuanto acabé de cenar, sin prisas, probándome un par de conjuntos hasta que decidí que, al volver el frío, debía volver a los corpiños, una opción clásica de apostar por el estilo.
El día anterior, mi Orfebre me devolvió mi dragón, espléndidamente retocado, de un reluciente color plateado y con una nueva piedra de color verde, como mi alma. Así que, una vez devuelto a su sitio sobre mi pecho, debía encontrar algo que ponerme que combinase con él. El corpiño verde cuando no estoy bronceada me favorece más porque me da un aire versallesco. Desafortunadamente al probármelo pude comprobar que mis variaciones de talla desde el invierno pasado hacían que ya no me quedase tan entallado. Yo preocupándome porque pensaba que me costaría cerrar los corchetes tras los excesos del verano y resulta que, al contrario, en lugar de quedarme pequeño ahora me viene grande... Combinado con una pantalón negro y mi chaqueta de pana negra, mis gafas verdes y una pulsera de piedrecitas de colores me daba un aspecto mucho menos informal que mis camisetas de siempre.
Salimos pronto de casa pero entre lo que tardamos en llegar y en aparcar pasó una eternidad. Una vez allí, tuvimos que volver la coche, así que aparecimos por Café Deseo bastante tarde. Mi espíritu impaciente comenzaba a mutar la alegría por la ansiedad. El niño Rober y yo nos adelantamos a Adn dejando al Vizconde y a la Perleta allí. Poco esperaba yo, con lo bien que había empezado la noche, como entrar allí me iba a cambiar el estado de ánimo.
Es la segunda semana desde que cerraron el MonaChita y todas sus clientes se han dividido entre Café Deseo y Adn mayoritariamente. Eso hizo que el habitual aglomeramiento de Adn de los sábados se convirtiera en una saturación espacial insoportable. Cruzar el primer metro al entrar fue bastante duro y a partir de ahí más que moverme me veía arrastrada por la muchedumbre de un lado a otro, como cuando flotas en el mar sin nadar, pero con las costillas aplastadas. A duras penas podía moverme y mucho menos ver si había alguien conocido.
Finalmente divisé a la Profe al fondo e inicié un titánico esfuerzo para acercarme. Por el camino noté un tirón hacia atrás y un par de brazos que me rodeaban. La Asturiana apareció de entre un grupo de lezzies. Se acercó cuanto pudo, me dio un efusivo abrazo y un par de besos. Luego me preguntó si iba a ir a Mogambo. Yo le dije que no, que los chicos querían ir a la inauguración de las nueva disco. Ella volvió con sus amigas. No volvió a acercarse a mí en todo el tiempo que estuve allí. La verdad, después de la noche anterior y de lo efusivo que fue su saludo, esa evidente muestra de desinterés me hizo sentirme bastante decepcionada.
Intenté acercarme a la Profe varias veces pero había demasiada gente. Cuando fui al baño tuve que entrar en el de los chicos porque la cola en el otro era excesiva para mi urgencia. Estaba empezando a invadirme una fuerte vibración oscura y quería irme de allí. No encontraba a mis chicos y la Sargento de Aluminio me pilló por banda para recordarme que le debía un chupito. Yo sólo llevaba cinco euros pero soy una persona de palabra y me acerqué a la barra a cumplir como tocaba. Luego se empeñó en agradecérmelo con un pico pero yo no suelo besar a las amigas y me aparté con una mueca.
Normalmente saludo con un apretón de manos o con dos besos. No hay mucha gente a la que salude con un pico. Normalmente suele se gente con la que ya me he acostado, se me hace muy absurdo darle dos besos a alguien que ya me ha visto desnuda. A mis amigos heterosexuales a casi ninguno suelo saludarlos besándoles en la boca y mucho menos a mis amigas. Entre mis amigos gays si tengo algunos a los que saludo así, pero no a muchos. Amigas lesbianas no tengo, sólo un par de conocidas, así que es lógico que me limite a los dos besos con ellas.
El niño Rober insistía en ir a La Goulue y yo quería largarme ya de la pesadilla de Adn. En la calle nos pilló la lluvia y al llegar allí ya estaban cerrando. Tras indagar sobre quien iba a ir y quien no, decidimos no inaugurar la disco y recurrir a la opción habitual, sábado noche en el D54. De camino envié un sms a la Profe para comunicárselo. Me contestó diciendo que ella y la Sargento de Aluminio iban a Mogambo.
No me apetecía quedarme en el D54. Estaba cansada, llovía, me había quedado casi sin dinero, era la única de mi grupo de amigos que no iba a acabar ciega esa noche, estaba agobiada por lo que había pasado en Adn y empezaba a sentir que, las vibraciones oscuras que me habían invadido antes, se estaban apoderando de mí. Contesté al sms de la Profe diciéndole que me iba a ir a casa. Entonces recibí uno suyo diciéndome que acudiera a Mogambo.
Dejé a mis chicos en el D54 y me lancé bajo la lluvia hacia el sótano más cutre de toda la ciudad. Con una triple dosis de letras mayúsculas y unas cuantas más de verde, llegué al Micalet sin chaqueta y con una subida de la temperatura corporal y las pulsaciones que evidenciaban mi estado. Tuve que esquivar a un par de desconocidos que, atraídos por mi corpiño y mi extraño imán para los pervertidos, me perseguían para molestarme. Por mucho que limpiase mis gafas, al llegar a Mogambo ya veía bastante turbio. Dejé la chaqueta y el bolso en guardarropía, agotando así mi presupuesto y dejé que la Profe pagase mi entrada. Entramos juntas y nos fuimos directamente a la pista a bailar. Me presentó a varias chicas. La mayoría de ellas eran chicas que yo ya conocía de Adn y que alguien me había presentado alguna vez pero que nunca me saludan. Claro que, teniendo en cuenta quien me acompañaba, su actitud era otra. Ahora sí me saludaba, me ofrecían sus copas y querían bailar conmigo. Estaban allí la Asturiana y la Futura Arquitecta Técnica, la chica que se parece a las hermanas Corrs y su amiga, la ex dueña del También, la dueña del CeR, la Camarera, la pequeña Alternativa, la Sargento de Aluminio con su MiniYo y unas cuantas conocidas más...
Estuve cortés pero distante, más por efecto del ciego que por orgullo. Bailé y di saltos. La Asturiana se me acercó un par de veces para intentar bailar conmigo pero yo nunca bailo con chicas. De hecho no suelo bailar con nadie porque mi ausencia de sentido del ritmo y de la coordinación me impiden compenetrarme con ninguna pareja de baile. Además, después de que me ignorase en Adn tampoco me iba a volver loca de alegría porque hiciera lo que hacían todas las demás, socializar conmigo.
La pequeña Alternativa me estuvo dando una charla sobre feminismo y posturas radicales y parecía muy contenta de saber que mi opinión y la suya eran relativamente similares. Al final tuve que decirle que no era el lugar para semejante conversación ni mi estado el más propicio para mantenerla...
Una parejita se pasó la noche señalándome sólo porque se cruzaron conmigo en el baño e insistiendo en que yo era "la de verde" y no pararon hasta que no dejé que una de ellas se probase mis gafas.
Resumiendo, que me apetecía desconectar y pasar de todo, sin preocuparme de nada ni de nadie. La Profe, la verdad, fue un encanto y me cuidó toda la noche. Como yo estaba en un más que evidente estado de intoxicación, no me importó absolutamente nada de lo que pudiera ocurrir allí. Y la verdad, teniendo en cuenta cómo me sentía a mitad de la noche, me vino de fábula poder desmadrarme un poco, no pensar en nada...
De todos modos, sigo pensando en Mogambo como un sótano oscuro y lúgubre, cutre, donde se reunen un grupo de personas absolutamente infelices que forman parte de un ghetto y que se comportan como una secta. Lo único que me motiva a ir allí es la compañía y en este caso me sentí muy bien acompañada.
Cuando mi cuerpo volvió a recuperar el autocontrol sentí la punzada terrible del dolor de muelas. Ví a la Malvada a unos metros de mí, con esa mirada de estar a punto de clavarme un cuchillo, como siempre. No quería dejar a la Profe sola allí, pero apareció la Sargento de Aluminio y supe que había llegado el momento de marcharme. Un par de paradas de metro y estaba en casa. Cuando llegué ya no me dolía nada y caí dormida como una piedra.
Fue una suerte llegar agotada porque así no tuve que pensar en qué había pasado realmente. Recuerdo vagamente haber intercambiado sms con el Vizconde durante la noche. También se que la Futura Arquitecta Técnica se despidió con dos besos y que su amiga la Asturiana, en lugar de su habitual abrazo, me dio un beso en la mejilla al pasar tras de mí y cuando yo giré la cabeza para ver quien era, me besó en la otra mejilla. La que se parece a las hermanas Corrs se sorprendió de que yo bebiera alcohol, parecía que pensaba que siempre voy sobria. Es curioso que tuviera que verme con una copa en la mano para deducir su error, ¿no se dio cuenta cuando me vio bailar?... No sé, me parece curioso que yendo sobria y siendo amable nunca me hagan ni caso y que baste con que un día aparezca totalmente inconsciente y acompañada de la Profe para que me abran las puertas. Nunca entenderé a esta gente.
La que me mira desde el espejo se toma otra copa.
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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