La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

miércoles, octubre 26, 2005

Cuadros de una galería

Hace un año alguien entró en un museo de Oslo dedicado a la obra de Munch. No era un turista más, ni un estudiante de arte, ni alguien que pasaba el rato. Entró y robo una de las piezas. Tan sencillo como entrar, descolgar el marco de la pared y salir andando por la puerta con el cuadro bajo el brazo. Como si saliera de una tienda. No saltó la alarma ni fue perseguido por los vigilantes. En las cámaras se le veía caminando con total tranquilidad.
El escándalo hizo que todos los grandes museos se planteasen la eficacia de sus medidas de seguridad. Ahora todos se llevan las manos a la cabeza porque el museo de Oslo ha sacado a la venta un vídeo juego cuya trama refleja el robo del cuadro que sufrieron y cuyo objetivo es detener al ladrón. A nadie le ha parecido divertido. A mí, sí. La gente no tiene sentido del humor.
La gente que se dedica al mundo del arte lo está matando. El arte es cultura, es emoción y sentimiento, pertenece a su creador y a quien sea capaz de apreciarlo. No es legítimo mercantilizarlo. O sí...
Aprendemos a dibujar antes que a escribir. Asociamos música a recuerdos. Decoramos nuestras casas. Escribimos cartas de amor. Bailamos y cantamos con los amigos. Inventamos cuentos para los niños. Todos somos artistas. La única diferencia es que algunos cobran por ello. No necesariamente los más dotados. Los vocacionales reniegan del espíritu consumista pero hay tres cosas evidentes en el mundo del arte. El arte sólo se valora en base a lo que cuesta. Nadie duda del talento de un artista que es capaz de vender sus obras a un precio astronómico. El arte vive a través del tiempo. A pesar de los años que transcurran una pieza sigue siendo considerada artística. El arte vive de su público. Por mucho que la creación parta del ejercicio solitario de la imaginación, sin público, no existe. El arte requiere intercambio entre creador y público, esa es la energía de la que se alimenta. El arte nace para ser expuesto al ojo crítico, al oído pendiente, a la sensibilidad ajena.
Esto que os escribo es una expresión que nace de un impulso personal que me obliga a crear. Escribo porque no puedo evitarlo. Eso es lo que le da vida a mis palabras. El hecho de que otros lo lean, de que a alguien le pueda interesar o emocionar, le da otra vida. Lo que otros ven en mis textos no siempre es lo mismo que yo pongo en ellos. Así, mis lectores, le dan una nueva perspectiva a mi visión, agregando la suya propia. Y todo eso es gratis...
La que me mira desde el espejo dibuja letras inventadas con un pincel fino empapado en tinta roja sobre el azul del cielo.
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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