Un par de muletas
A la tercera va la vencida. Esta mañana he vuelto a pedirle a la Profe mis muletas. En realidad no se las he pedido, le he mandado el número de Marujita Pérez para que se ponga de acuerdo con ella en mi ausencia y yo no me quede sin ellas.
No se trataba de dudar sobre si quería o no quedarse mis muletas. Es más bien la certeza de que cuanto más tiempo pasa desde una discusión, más difícil es el reencuentro. Y me niego a que nadie se quede con algo mío por simple dejadez.
Tengo esas muletas desde hace unos años y no me gustaría perderlas. Me han sido muy útiles en mis frecuentes lesiones. En esas muletas vine apoyada desde Madrid en el regreso de una de mis fugas. En ellas salió mi loca favorita del hospital cuando tuvimos el accidente en Tarragona. Esas muletas me han ayudado a caminar muchas veces y me las dio una amiga que me ha ayudado a caminar muchas veces más. No son unas simples muletas.
Cuando la Profe se hizo el esguince, como amiga, no dudé en prestárselas. Lo que no sabía es que ayudándole a caminar también le facilitaba que me diera de patadas.
Nus se ríe y me recuerda su advertencia previa. No ha sido hasta que no he estado a punto de irme y he tenido que insistir en ello cuando la Profe se ha decidido a devolvérmelas. Cuando pido las cosas a buenas nunca consigo nada. Pero en cuanto me pongo seria parece que me hacen más caso. Quizás por eso se anima y se ofrece a traérmelas hoy mismo a casa. Todo comodidades, ¡qué lujo!
Marujita Pérez estaba en casa y se ofreció a bajar a por ellas cuando la Profe tocó el timbre. Supongo que ya sabía que el pequeño momento de tranquilidad y diversión que compartíamos se acababa de cortar. Yo insistía en que estaba bien y que no tardaría.
Bajé los escalones a la carrera y, sin mirarle siquiera, le di a la Profe los dvd que había prometido grabarle mientras recogí mis muletas. Cruzamos un "Gracias" por mi parte y "a ti" por la suya y volví a subir las escaleras hasta casa. Rápido, frío...
Dejé las muletas en un rincón y me acurruqué en el sofá con Marujita para seguir viendo el "Duelo de Chefs" que había grabado esa mañana. Recibí entonces un sms de la Profe agradeciendo que le hubiera dado los dvd. Volví a enterrarme bajo la manta mientras Marujita Pérez me echaba la bronca por haberle grabado nada. Me recuerda lo poco que le importo a esta gente y lo mucho que se han aprovechado de mí. Intenta que me acuerde de los motivos que me han llevado a la situación actual. Yo alego que el comportamiento ajeno no condiciona el mío y que el hecho de que una persona no obre bien no justifica que yo obre mal. Yo soy una persona de palabra porque una persona vale lo que vale su palabra. Yo tengo conciencia.
Pero cuando se me escapaban las lágrimas y yo trataba de tragármelas, Marujita se enfadaba y me decía que no valía la pena pasarlo mal por esta gente que jamás han sido amigos, que me han demostrado sobradamente su desinterés y su egoísmo, que ellos estaban muy bien y que les daba igual cómo estaba yo y que tenía que empezar a pasar de todo.
Pero no hay peor sensación que la decepción. He sido prudente, he tratado de no entregarme demasiado, he procurado ralentizar el proceso de confiar en alguien. Y cuando por fin bajo la guardia y me dejo llevar y comienzo a reconocer a alguien como parte de mi círculo de amigos, como parte de mi vida, me llevo el batacazo, la sensación de haber malgastado mi energía y mis pocas buenas vibraciones en alguien que no lo valora, que abusa de mí, que no me tiene respeto, a quien no le importo lo más mínimo.
La que me mira desde el espejo, se acaba de cargar las muletas.
No se trataba de dudar sobre si quería o no quedarse mis muletas. Es más bien la certeza de que cuanto más tiempo pasa desde una discusión, más difícil es el reencuentro. Y me niego a que nadie se quede con algo mío por simple dejadez.
Tengo esas muletas desde hace unos años y no me gustaría perderlas. Me han sido muy útiles en mis frecuentes lesiones. En esas muletas vine apoyada desde Madrid en el regreso de una de mis fugas. En ellas salió mi loca favorita del hospital cuando tuvimos el accidente en Tarragona. Esas muletas me han ayudado a caminar muchas veces y me las dio una amiga que me ha ayudado a caminar muchas veces más. No son unas simples muletas.
Cuando la Profe se hizo el esguince, como amiga, no dudé en prestárselas. Lo que no sabía es que ayudándole a caminar también le facilitaba que me diera de patadas.
Nus se ríe y me recuerda su advertencia previa. No ha sido hasta que no he estado a punto de irme y he tenido que insistir en ello cuando la Profe se ha decidido a devolvérmelas. Cuando pido las cosas a buenas nunca consigo nada. Pero en cuanto me pongo seria parece que me hacen más caso. Quizás por eso se anima y se ofrece a traérmelas hoy mismo a casa. Todo comodidades, ¡qué lujo!
Marujita Pérez estaba en casa y se ofreció a bajar a por ellas cuando la Profe tocó el timbre. Supongo que ya sabía que el pequeño momento de tranquilidad y diversión que compartíamos se acababa de cortar. Yo insistía en que estaba bien y que no tardaría.
Bajé los escalones a la carrera y, sin mirarle siquiera, le di a la Profe los dvd que había prometido grabarle mientras recogí mis muletas. Cruzamos un "Gracias" por mi parte y "a ti" por la suya y volví a subir las escaleras hasta casa. Rápido, frío...
Dejé las muletas en un rincón y me acurruqué en el sofá con Marujita para seguir viendo el "Duelo de Chefs" que había grabado esa mañana. Recibí entonces un sms de la Profe agradeciendo que le hubiera dado los dvd. Volví a enterrarme bajo la manta mientras Marujita Pérez me echaba la bronca por haberle grabado nada. Me recuerda lo poco que le importo a esta gente y lo mucho que se han aprovechado de mí. Intenta que me acuerde de los motivos que me han llevado a la situación actual. Yo alego que el comportamiento ajeno no condiciona el mío y que el hecho de que una persona no obre bien no justifica que yo obre mal. Yo soy una persona de palabra porque una persona vale lo que vale su palabra. Yo tengo conciencia.
Pero cuando se me escapaban las lágrimas y yo trataba de tragármelas, Marujita se enfadaba y me decía que no valía la pena pasarlo mal por esta gente que jamás han sido amigos, que me han demostrado sobradamente su desinterés y su egoísmo, que ellos estaban muy bien y que les daba igual cómo estaba yo y que tenía que empezar a pasar de todo.
Pero no hay peor sensación que la decepción. He sido prudente, he tratado de no entregarme demasiado, he procurado ralentizar el proceso de confiar en alguien. Y cuando por fin bajo la guardia y me dejo llevar y comienzo a reconocer a alguien como parte de mi círculo de amigos, como parte de mi vida, me llevo el batacazo, la sensación de haber malgastado mi energía y mis pocas buenas vibraciones en alguien que no lo valora, que abusa de mí, que no me tiene respeto, a quien no le importo lo más mínimo.
La que me mira desde el espejo, se acaba de cargar las muletas.