Quien bien te quiere, te hará llorar...
Me lo ha dicho prácticamente cualquier persona que haya pasado por mi vida. Especialmente mis ex. Tengo ese don. Puedo sacar lo mejor de cada persona, hacerle dar lo mejor de sí... Pero también despierto el lado más oscuro de la gente. Soy capaz de convertir en una bestia a la persona más pacífica. Soy a la vez bastante hábil con la manipulación de un modo inconsciente. Realmente no es algo intencionado, simplemente ocurre. No es algo meditado ni estudiado, ni puedo controlarlo.
Hoy me he dado cuenta de ello de un modo dolorosamente luminoso. Estaba hablando con ella. Tenía clara la premisa, las tres reglas de oro:
1. No confundas rencor con venganza, ni justicia con castigo. Es la diferencia entre hacer lo correcto y excederse.
2. No te fíes, no te dejes engañar, no confíes demasiado. Mantén las distancias.
3. Se educada. El dolor no justifica la pérdida de control.
Pero he acabado cruzando la delgada línea que separa la auto-protección del ataque. Tratando de responder con sinceridad a todas sus preguntas, me he vuelto cruel. Y lo que en principio eran simples ejercicios de confianza para saber si podría recuperar mi amistad, han acabado siendo un brutal intercambio de la verdad más cruda.
Y le he hecho llorar. Me dice que no es la primera vez que le hago llorar. Y me siento como una cabrona por haberme cebado tanto. Yo no soy así. No me siento mejor cuando alguien se siente peor. No he dicho nada que no fuera cierto pero debería controlar las dosis y la manera de decir las cosas. Al final he acabado llorando yo también, porque lo único que deseo es que sea feliz y que su vida sea plena y que siempre viva rodeada de alegría. Saber que yo soy la fuente de su tristeza hace que me ahogue en su tristeza, en mi propia tristeza...
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