Las llaves
Justo cuando Marujita Pérez está de camino a mi casa, recibo un mensaje de la Jardinera para quedar. Y en cuanto llega, me llama la Diva para pedirme que vaya a su casa. Se me acumula la faena...
Me acompaña Marujita a casa de la Diva de camino al centro y espera en el portal por lo de siempre. La Diva me dice que ha ido por la mañana a la tienda donde trabaja el Vizconde Blazz y que le ha dado mis llaves. Compruebo con desaprobación que sólo le ha dado dos de las tres llaves que tiene que devolverme. Le regaño por entrometerse y ella se defiende diciendo que es mejor que ella recupere lo que me pertenece antes de que me tenga que dirigir a la comisaría a reclamar allí las llaves de mi casa. Me relata la conversación que ha tenido con él y yo alucino con la falsedad de sus afirmaciones. Es evidente que hay una manipulación de los hechos, como cuando él comenta que Marujita y yo estuvimos gritando en la tienda y que le insultamos cuando ninguna de las dos levantó la voz y la única persona que profirió insultos fue él. Es curioso porque Marujita se limitó al saludo de la entrada y no volvió a abrir la boca pero claro, según el Vizconde, ella estuvo allí conmigo para montar un escándalo. Seguimos en la línea de calumniar. Es evidente la nueva influencia que habla por él. Tiene también la desvergüenza de tratar de escaquearse de pagarme la reparación de la puerta y de la ventana que destrozó cuando vivía en mi domicilio argumentando que me ha pagado muchas cenas, cines y copas. Me hace gracia que diga eso. Primero, porque dudo mucho que tenga una deuda pendiente con ningún amigo por haberme invitado a un par de cenas, casi ninguna copa y algún que otro cine cuando yo también lo he hecho por él muchas veces... Más aún cuando se trata de una persona que gracias a mi intervención se ahorra todos los meses las cuatro entradas de cada sábado cuando entra en el D54. ¿Eso también se lo tengo que cobrar? Aparte de que no se deben mezclar dos términos evidentes, el contrato pactado de común acuerdo al compartir vivienda y la supuesta relación de amistad.
Se le olvida al Vizconde Blazz que, en el momento que yo decidí compartir mi vivienda, un piso recién reformado y de mi propiedad, fue él quien quiso venir a alquilar una habitación por los urgentes deseos que tenía de abandonar la casa familiar por motivos que no vienen a cuento pero que parece que él ya ha olvidado. No recuerda tampoco que tuvimos una conversación respecto a las condiciones en las cuales yo cedería una parte de mi espacio y con las que él en todo momento estaba de acuerdo. Condiciones como el precio del alquiler mensual, la obligación de pagar un mes de fianza y la obligación de mantener la higiene del domicilio. Como cortesía amistosa, tuve la deferencia de darle tres meses de plazo para pagar la fianza en lugar de pagarlo por adelantado pero él, unilateralmente, decidió que en lugar de hacerlo pagaría lo que rompiese o estropease al marcharse, rompiendo así nuestro pacto. Tampoco mantuvo nunca las normas de limpieza del domicilio, permitiendo que nuestra casa se fuera convirtiendo en una pocilga y excusándose siempre en el cansancio que le provocaba su trabajo (incluso en vacaciones) y en la cantidad de cajas y objetos personales que había en mi salón. Se le olvida que él sólo alquiló una habitación con derecho a uso de la cocina y el baño. Su falta de higiene y la operación a la que me sometí durante el verano llevaron a un estado de abandono tal al piso que tuve que solicitar la ayuda de un amigo que vino a hacer una limpieza general para que no muriésemos de una infección bacteriana. Se le olvida que yo le pedí, reiteradamente, que protegiera de algún modo la puerta de su habitación para que su perro no la estropease. En su domicilio anterior yo había observado que dicho can tenía la costumbre de arañar las puertas y, teniendo en cuenta que yo acababa de poner las mías nuevas, no me apetecía ver como las estropeaba. El Vizconde Blazz me aseguró que su perro no tocaría las puertas. Sin embargo, esa bola de pelo desmarañado no sólo arañó las puertas sino que se entretuvo mordiéndolas. El Vizconde Blazz me aseguró que se haría cargo de la reparación. Y ahora se niega, claro. Se le olvida también que, como no tenía cama, a pesar de haberle alquilado una habitación sin muebles, le presté una de mis camas para que la estrenase, con dos juegos de sábanas y una manta de lana merina. Él juró que compraría sus propias sábanas antes del primer mes. Nunca lo hizo. Su perro tuvo el detalle de orinarse sobre la cama. Y el Vizconde Blazz llevó la manta a la tintorería. Eso sí, como era verano y él no la necesitaba, tardó cuatro meses en hacerlo, con lo cual, la manta quedó totalmente deteriorada de un modo definitivo ya que, después de tanto tiempo, en la tintorería no pudieron quitar las manchas. Otra cosa estropeada que debería de haber pagado. Tenía también el Vizconde la costumbre de utilizar cremas autobronceadoras durante el verano. Le pedí que pusiera una toalla para proteger mis sábanas pero él lo consideró innecesario. La mezcla de sudor y crema, dejó unas manchas indelebles en las sábanas y las almohadas. Sin contar con que la costumbre de dormir con calcetines, incluso en verano, y de lavar las sábanas una vez al mes como mucho las dejó totalmente destrozadas. Otra cosa más a la lista de cosas estropeadas. Tampoco recuerda que yo pinté la habitación en la que él residía para que se instalase con dos condiciones. Él pagaría la pintura y yo pintaría la habitación y él, en cuanto se instalase, quitaría las manchas de pintura del suelo y los zócalos. En ocho meses nunca tuvo la oportunidad de hacerlo. Es más, como tuvo la ocurrencia de pegar con cinta de embalar su colección de posters en las paredes, cuando abandonó el piso, tuve que volver a pintar la habitación tras haber arrancado los pedazos de cinta que él se limitó a cortar para no estropear sus posters y limpiar los restos de cola que estos dejaron en las cuatro paredes. También hizo un desgarro en la mosquitera de la ventana, no sé si con la urgencia con la que la apartaba para hablar por teléfono o durante la mudanza. Una mosquitera con un agujero por el que caben los insectos es totalmente inservible. Otra cosa más a la lista. Eso sin contar las quejas de los vecinos por la música y los ladridos del perro, el uso abusivo y malgastador de luz y agua... En fin, una joya, vamos.
Cuando en noviembre dimos por finalizada nuestra convivencia, quedó claro, por ambas partes que yo disculparía el resto de los deterioros del domicilio, por cortesía de amiga, conformándome con que pagase la reparación la puerta y de la ventana. Simplemente, por hacerle un favor, sabiendo que en su nuevo alquiler tendría que pagar fianza y amueblar. Eso se le ha olvidado. Como también se le ha olvidado que él decidió dejarse su televisión en mi domicilio porque ya tenía una en su nuevo hogar y le daba pereza venir a recogerla. Es más, me ofrecí a llevársela y no quiso. Como tampoco quiso devolverme las llaves de forma voluntaria a pesar de pedírselas un par de veces.
Tampoco se acuerda de todas las veces que la Diva nos traía comida, sobre todo a él, que sí comparte los gustos culinarios con ella. Ni recuerda las veces que cogía de la nevera o de la despensa diversos productos de mi propiedad para aliviar sus ataques de gula a cambio de reponerlos cuando bajase a comprar sin tener en cuenta que haciéndolo, desbarataba mi planificación de las comidas y me obligaba a tener que rehacer una y mil veces mi menú del día.
Sólo recuerda y así es cómo se lo cuenta a cualquiera que le escuche para hacerse la víctima, que el alquiler le parecía caro ( aunque él estuvo de acuerdo desde antes de instalarse), que tenía poco espacio (a pesar de que su habitación era mayor que cualquiera de las que tiene en su nuevo domicilio) y que me ha pagado cientos y cientos de cines y cenas (aunque no han sido tantas y mucho menos ha sido un gesto que sólo haya tenido él conmigo), que le debo dinero ( a pesar de haberle devuelto ya una parte y haberme ofrecido hace menos de un mes a darle más a cuenta y negarse él a aceptarlo afirmando que no lo necesitaba de momento)...
También le encanta falsear la situación del viernes pasado, fingiendo un supuesto ataque de asalto y derribo a su tienda para reclamarle injustamente una cantidad desmedida de dinero argumentando la vergüenza que se le hizo pasar y el modo injusto en el que se le trato.
No recuerda que fue él, a través de su leal Loli!, quien inició este enfrentamiento, exigiéndome de un modo cobarde y vil que liquidásemos lo que teníamos pendiente. No recuerda muchas cosas como el modo en que, cuando pacíficamente fui a darle una nota con las cuentas, fingiendo una virilidad de la que carece y con una evidente falta de caballerosidad que desmiente la educación que sus padres y su dinero hayan podido pagarle, me echó a cajas destempladas y me amenazó. Tampoco recuerda que al hacer balance para liquidar lo que hay pendiente, resulta que él me debe a mí más que yo a él y que, hasta la fecha, nunca le he metido prisa por cortesía amistosa a pesar de que me hubiera podido hacer falta o que sospechase de su falta de palabra a la hora de hacer efectivo lo que hubiese pendiente.
Ahora, tras sus amenazas, va finalizando el plazo que le he dado para que me de lo que me debe. Y antes de que acabe esta semana yo habré recuperado mi dinero y la llave que todavía no me ha devuelto. Y él habrá perdido para siempre una amiga y la dignidad. Supongo que estará muy contento aunque sospecho que la persona que le ha inducido a provocar esta situación estará más contento todavía que él pensando que poco a poco va cobrando más protagonismo en su vida. Se le olvida que las consecuencias de esta situación que paga el Vizconde Blazz se deben a su intervención. Pero bueno, ¿no dicen que "quien bien te quiere te hará llorar"? Aunque dudo mucho que estemos hablando de un afecto sincero porque nadie que realmente te quiere te mete en líos ni provoca situaciones en las que puedes salir perjudicado.
Yo recuperaré mi dinero. Repararé mi puerta y mi ventana. Me olvidaré de esta situación y cuando me acuerde sentiré asco y lástima. Y con esa llave que aún no me han devuelto, al recuperarla, cerraré definitivamente la puerta de mi vida a quien no ha sabido ser un amigo. La que me mira desde el espejo, para que nadie entre, está cambiando la cerradura
Me acompaña Marujita a casa de la Diva de camino al centro y espera en el portal por lo de siempre. La Diva me dice que ha ido por la mañana a la tienda donde trabaja el Vizconde Blazz y que le ha dado mis llaves. Compruebo con desaprobación que sólo le ha dado dos de las tres llaves que tiene que devolverme. Le regaño por entrometerse y ella se defiende diciendo que es mejor que ella recupere lo que me pertenece antes de que me tenga que dirigir a la comisaría a reclamar allí las llaves de mi casa. Me relata la conversación que ha tenido con él y yo alucino con la falsedad de sus afirmaciones. Es evidente que hay una manipulación de los hechos, como cuando él comenta que Marujita y yo estuvimos gritando en la tienda y que le insultamos cuando ninguna de las dos levantó la voz y la única persona que profirió insultos fue él. Es curioso porque Marujita se limitó al saludo de la entrada y no volvió a abrir la boca pero claro, según el Vizconde, ella estuvo allí conmigo para montar un escándalo. Seguimos en la línea de calumniar. Es evidente la nueva influencia que habla por él. Tiene también la desvergüenza de tratar de escaquearse de pagarme la reparación de la puerta y de la ventana que destrozó cuando vivía en mi domicilio argumentando que me ha pagado muchas cenas, cines y copas. Me hace gracia que diga eso. Primero, porque dudo mucho que tenga una deuda pendiente con ningún amigo por haberme invitado a un par de cenas, casi ninguna copa y algún que otro cine cuando yo también lo he hecho por él muchas veces... Más aún cuando se trata de una persona que gracias a mi intervención se ahorra todos los meses las cuatro entradas de cada sábado cuando entra en el D54. ¿Eso también se lo tengo que cobrar? Aparte de que no se deben mezclar dos términos evidentes, el contrato pactado de común acuerdo al compartir vivienda y la supuesta relación de amistad.
Se le olvida al Vizconde Blazz que, en el momento que yo decidí compartir mi vivienda, un piso recién reformado y de mi propiedad, fue él quien quiso venir a alquilar una habitación por los urgentes deseos que tenía de abandonar la casa familiar por motivos que no vienen a cuento pero que parece que él ya ha olvidado. No recuerda tampoco que tuvimos una conversación respecto a las condiciones en las cuales yo cedería una parte de mi espacio y con las que él en todo momento estaba de acuerdo. Condiciones como el precio del alquiler mensual, la obligación de pagar un mes de fianza y la obligación de mantener la higiene del domicilio. Como cortesía amistosa, tuve la deferencia de darle tres meses de plazo para pagar la fianza en lugar de pagarlo por adelantado pero él, unilateralmente, decidió que en lugar de hacerlo pagaría lo que rompiese o estropease al marcharse, rompiendo así nuestro pacto. Tampoco mantuvo nunca las normas de limpieza del domicilio, permitiendo que nuestra casa se fuera convirtiendo en una pocilga y excusándose siempre en el cansancio que le provocaba su trabajo (incluso en vacaciones) y en la cantidad de cajas y objetos personales que había en mi salón. Se le olvida que él sólo alquiló una habitación con derecho a uso de la cocina y el baño. Su falta de higiene y la operación a la que me sometí durante el verano llevaron a un estado de abandono tal al piso que tuve que solicitar la ayuda de un amigo que vino a hacer una limpieza general para que no muriésemos de una infección bacteriana. Se le olvida que yo le pedí, reiteradamente, que protegiera de algún modo la puerta de su habitación para que su perro no la estropease. En su domicilio anterior yo había observado que dicho can tenía la costumbre de arañar las puertas y, teniendo en cuenta que yo acababa de poner las mías nuevas, no me apetecía ver como las estropeaba. El Vizconde Blazz me aseguró que su perro no tocaría las puertas. Sin embargo, esa bola de pelo desmarañado no sólo arañó las puertas sino que se entretuvo mordiéndolas. El Vizconde Blazz me aseguró que se haría cargo de la reparación. Y ahora se niega, claro. Se le olvida también que, como no tenía cama, a pesar de haberle alquilado una habitación sin muebles, le presté una de mis camas para que la estrenase, con dos juegos de sábanas y una manta de lana merina. Él juró que compraría sus propias sábanas antes del primer mes. Nunca lo hizo. Su perro tuvo el detalle de orinarse sobre la cama. Y el Vizconde Blazz llevó la manta a la tintorería. Eso sí, como era verano y él no la necesitaba, tardó cuatro meses en hacerlo, con lo cual, la manta quedó totalmente deteriorada de un modo definitivo ya que, después de tanto tiempo, en la tintorería no pudieron quitar las manchas. Otra cosa estropeada que debería de haber pagado. Tenía también el Vizconde la costumbre de utilizar cremas autobronceadoras durante el verano. Le pedí que pusiera una toalla para proteger mis sábanas pero él lo consideró innecesario. La mezcla de sudor y crema, dejó unas manchas indelebles en las sábanas y las almohadas. Sin contar con que la costumbre de dormir con calcetines, incluso en verano, y de lavar las sábanas una vez al mes como mucho las dejó totalmente destrozadas. Otra cosa más a la lista de cosas estropeadas. Tampoco recuerda que yo pinté la habitación en la que él residía para que se instalase con dos condiciones. Él pagaría la pintura y yo pintaría la habitación y él, en cuanto se instalase, quitaría las manchas de pintura del suelo y los zócalos. En ocho meses nunca tuvo la oportunidad de hacerlo. Es más, como tuvo la ocurrencia de pegar con cinta de embalar su colección de posters en las paredes, cuando abandonó el piso, tuve que volver a pintar la habitación tras haber arrancado los pedazos de cinta que él se limitó a cortar para no estropear sus posters y limpiar los restos de cola que estos dejaron en las cuatro paredes. También hizo un desgarro en la mosquitera de la ventana, no sé si con la urgencia con la que la apartaba para hablar por teléfono o durante la mudanza. Una mosquitera con un agujero por el que caben los insectos es totalmente inservible. Otra cosa más a la lista. Eso sin contar las quejas de los vecinos por la música y los ladridos del perro, el uso abusivo y malgastador de luz y agua... En fin, una joya, vamos.
Cuando en noviembre dimos por finalizada nuestra convivencia, quedó claro, por ambas partes que yo disculparía el resto de los deterioros del domicilio, por cortesía de amiga, conformándome con que pagase la reparación la puerta y de la ventana. Simplemente, por hacerle un favor, sabiendo que en su nuevo alquiler tendría que pagar fianza y amueblar. Eso se le ha olvidado. Como también se le ha olvidado que él decidió dejarse su televisión en mi domicilio porque ya tenía una en su nuevo hogar y le daba pereza venir a recogerla. Es más, me ofrecí a llevársela y no quiso. Como tampoco quiso devolverme las llaves de forma voluntaria a pesar de pedírselas un par de veces.
Tampoco se acuerda de todas las veces que la Diva nos traía comida, sobre todo a él, que sí comparte los gustos culinarios con ella. Ni recuerda las veces que cogía de la nevera o de la despensa diversos productos de mi propiedad para aliviar sus ataques de gula a cambio de reponerlos cuando bajase a comprar sin tener en cuenta que haciéndolo, desbarataba mi planificación de las comidas y me obligaba a tener que rehacer una y mil veces mi menú del día.
Sólo recuerda y así es cómo se lo cuenta a cualquiera que le escuche para hacerse la víctima, que el alquiler le parecía caro ( aunque él estuvo de acuerdo desde antes de instalarse), que tenía poco espacio (a pesar de que su habitación era mayor que cualquiera de las que tiene en su nuevo domicilio) y que me ha pagado cientos y cientos de cines y cenas (aunque no han sido tantas y mucho menos ha sido un gesto que sólo haya tenido él conmigo), que le debo dinero ( a pesar de haberle devuelto ya una parte y haberme ofrecido hace menos de un mes a darle más a cuenta y negarse él a aceptarlo afirmando que no lo necesitaba de momento)...
También le encanta falsear la situación del viernes pasado, fingiendo un supuesto ataque de asalto y derribo a su tienda para reclamarle injustamente una cantidad desmedida de dinero argumentando la vergüenza que se le hizo pasar y el modo injusto en el que se le trato.
No recuerda que fue él, a través de su leal Loli!, quien inició este enfrentamiento, exigiéndome de un modo cobarde y vil que liquidásemos lo que teníamos pendiente. No recuerda muchas cosas como el modo en que, cuando pacíficamente fui a darle una nota con las cuentas, fingiendo una virilidad de la que carece y con una evidente falta de caballerosidad que desmiente la educación que sus padres y su dinero hayan podido pagarle, me echó a cajas destempladas y me amenazó. Tampoco recuerda que al hacer balance para liquidar lo que hay pendiente, resulta que él me debe a mí más que yo a él y que, hasta la fecha, nunca le he metido prisa por cortesía amistosa a pesar de que me hubiera podido hacer falta o que sospechase de su falta de palabra a la hora de hacer efectivo lo que hubiese pendiente.
Ahora, tras sus amenazas, va finalizando el plazo que le he dado para que me de lo que me debe. Y antes de que acabe esta semana yo habré recuperado mi dinero y la llave que todavía no me ha devuelto. Y él habrá perdido para siempre una amiga y la dignidad. Supongo que estará muy contento aunque sospecho que la persona que le ha inducido a provocar esta situación estará más contento todavía que él pensando que poco a poco va cobrando más protagonismo en su vida. Se le olvida que las consecuencias de esta situación que paga el Vizconde Blazz se deben a su intervención. Pero bueno, ¿no dicen que "quien bien te quiere te hará llorar"? Aunque dudo mucho que estemos hablando de un afecto sincero porque nadie que realmente te quiere te mete en líos ni provoca situaciones en las que puedes salir perjudicado.
Yo recuperaré mi dinero. Repararé mi puerta y mi ventana. Me olvidaré de esta situación y cuando me acuerde sentiré asco y lástima. Y con esa llave que aún no me han devuelto, al recuperarla, cerraré definitivamente la puerta de mi vida a quien no ha sabido ser un amigo. La que me mira desde el espejo, para que nadie entre, está cambiando la cerradura
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