La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

viernes, marzo 24, 2006

El turista accidental

Fighter me dice que mi piel es de un blanco verdoso que roza lo vampírico así que Nus se empeña en que salgamos a comer fuera. Ella acaba de desayunar y no creo que tenga mucha hambre. Pero se cuelga la sonrisa de la cara y me arrasa como un huracán para que me vista y me arregle para salir. Salimos las dos de paseo, como hace siglos, dos chicas de la noche paseando por la mañana, como turistas, como marcianas. Nos tomamos un aperitivo en la terraza que tiene más extranjeros de toda la ciudad. Jugamos a ser forasteras y mezclamos frases en inglés, francés e italiano. Nos reímos la una de la otra por el acento, por las faltas de gramática. Nos recordamos viejas anécdotas de amigos comunes, de los viejos tiempos y nos sentimos muy mayores de repente.
Así que nos vamos calle abajo a pasear las faldas y llegamos a un restaurante cerca del mar, tan turístico que asesina mi sentido del gusto. Pero resulta que allí trabaja una amiga de Nus que nos invita a comer. Seguimos nuestra ruta hasta media tarde porque tiene que abrir el Pub. Yo me voy a casa a escribir un rato.
Me sorprende agradablemente la llamada de Azafrank para tomar café. Supongo que me estoy acostumbrando a que la gente me decepcione y que alguien que dijo que me llamaría, me llame, me sorprende. Intercambiamos cuatro frases de cortesía. La verdad, me hubiera encantado quedar con él pero mi secuestro me lo impide así que lo aplazamos para la semana que viene. Me comenta algo sobre las novedades de su vida, que ya hace tiempo que no nos ponemos al día. Le comento muy por encima los motivos que han provocado mi situación de desequilibrio actual. Y claro, aunque trato de evitarlo, acaba surgiendo el tema de mis diferencias con la gente. Pero me agota reabrir una y otra vez la puerta y me limito a confirmar mi negativa absoluta a volver a dejar un hueco en mi vida al Gusano Tosco. Mi decepción con el Vizconde Blazz, la Perleta y mi Ezpozo, que ha llevado a la situación en la que nos encontramos y a la que veo muy difícil arreglo. Me resisto más a comentarle lo que hubiera podido pasar con la Profe. Hasta ahora no he hablado mal de ella y no voy a hacerlo y mucho menos con quien me consta es un buen amigo suyo.
Siempre he sido una defensora de las relaciones individuales como forma de convivencia social. De todos modos, tampoco soy tan ingenua como para obviar el hecho de que las afinidades electivas y el comportamiento de grupo de las personas, hacen difíciles las relaciones con personas con las que no deberían serlo, simplemente por su entorno. No sé, me parece una lástima que el proceso de conocer a Azafrank se ralentice como consecuencia del enfriamiento de mi relación con la Profe. Del mismo modo sé que una improbable reconciliación con la Profe se vería dificultada por su relación con el Gusano Tosco.
Marujita Pérez me llama por teléfono a la hora de cenar y le cuento qué tal fue el día. Me sigue insistiendo en que aproveche estos días para desconectar, que no me haga mala sangre pensando constantemente en el daño recibido sino que disfrute de lo que, los que de verdad son mis amigos, están haciendo por mí estos días. Cree que la Profe tratará de hablar conmigo cuando llegue el momento y me intenta vender la moto de que cada cual necesita un tiempo para hacer cada cosa. Yo le recuerdo que, en mi caso, como las salsas, lo que no se soluciona en el momento ya tiene difícil arreglo y que cuanto más tiempo pasa, más difícil es hacerme ceder. Y mucho más cuando tengo razón. Ya ni me riñe cuando no le cojo el teléfono a mi Ezpozo, que a pesar de su insistencia los primeros tres días, no ha vuelto a intentar llamarme desde el martes. Yo tenía razón.
Empieza a parecerme una broma de mal gusto sentirme siempre como una invitada, como un huésped en mi propia casa, como una turista en mi propia ciudad, porque casi todos los que me hacen sentir como en casa ya no están allí y los que quedan siempre me hacen sentir como si fuera forastera.
La que me mira desde el espejo me está mandando una postal.
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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