Changes
Ayer se aprueba la reforma del sistema educativo y hoy cambian a la Ministra de Educación. Cambian al Ministro de Interior y cambian al de Defensa. Parece que el Presidente del Gobierno cree que para mejorar su gestión hacen falta algunos cambios en su equipo. Se crea una pequeña controversia sobre la supuesta incapacidad de los cesados. En mi opinión, modificar los gestores para mejorar la gestión nunca es un error. Si, a estas alturas, Zapatero ha considerado que estos tres Ministerios mejorarían con nuevos ministros, no creo que sea tan mala idea cambiarlos. Un cambio no implica un fracaso previo sino la esperanza de una mejora.
David Bowie tiene una canción que se llama "Changes". Hace poco estaba escuchando la versión acústica que interpreta Dallas Roberts. "Time can change me but I can´t change time". El tiempo puede cambiarme pero no puedo cambiar al tiempo.
No puedes evitar cambiar. Quien no evoluciona, se extingue. Eso sí, conservando siempre tu esencia. Porque hay una gran diferencia entre una evolución y una metamorfosis. Por ejemplo, un homínido emparentado con los simios evoluciona y se convierte en un ser humano. Por ejemplo, un gusano sufre una metamorfosis que le convierte en capullo.
Muchos de mis amigos de toda la vida me dicen siempre que yo no cambio, entre risas de complicidad. Del mismo modo que mi familia me reprocha siempre que no cambio. Sin embargo, también la gente de mi entorno ha sido testigo de los cambios en mí y en mi vida.
Los distintos cambios físicos a los que mis trastornos tiroideos, las experiencias de la vida y la edad han sometido a mi persona han influido de un modo determinante en la relación de los demás conmigo y en formar un carácter variable.
En una sociedad dominada por la superficialidad, tener el físico adecuado facilita mucho las cosas. Aunque se nos venda la moto de que la belleza está en el interior, eso sólo les funcionaba a la Bella y la Bestia, o a los ciegos. Oscar Wilde decía que la belleza convierte en príncipes a los que la poseen. Dostoievski decía que la belleza era una promesa de felicidad. No nos engañemos, es mejor ser guapo, alto, joven y delgado. Es mejor ser varón y blanco y preferiblemente de alguna religión adoradora de Cristo. Por supuesto, también heterosexual y diestro. No excesivamente inteligente pero tampoco tonto. Normal, del montón...
Yo he tenido diversos físicos. He sido una niña rubia y con pecas, con carita de buena y la más canija del colegio. He sido la adolescente que más tetas tenía de la clase. He sido tan delgada que mis huesos se marcaban a través de la ropa incluso en invierno. He estado tan gorda que mi cuello rivalizaba en grosor con mi cabeza. He sido rubia, morena y pelirroja, he llevado el pelo tintado de casi cualquier color del mercado, desde el naranja más eléctrico hasta el azul turquesa. Con una melena larga hasta las caderas o con el pelo más corto que mis primos. He vestido del modo más convencional y he roto todos los esquemas. Desde el negro más siniestro hasta los colores ácidos, de la minifalda de punto y tacones a los vaqueros anchos con botas militares. Desde el look más femenino hasta el más andrógino, de SuperDiva con escote a intelectual con gafas de pasta...
Yo he tenido diversas actitudes. He sido activista de cientos de causas y he pasado de todo. He pasado de la tolerancia suprema al máximo nivel de xenofobia. He renegado de mi patria en pro de una cultura universal y he defendido con uñas y dientes la cultura de mis ancestros y de mi raza. He sido feminista y pacifista hasta volverme capitalista meritocrática. He defendido el poder de la cultura establecida y he soñado con la Universidad y el doctorado para acabar comprobando como mi poder estaba más en la doctrina de la vida, cultura callejera y aprendizaje vital.
Yo he tenido diversas personalidades. He sido tan tímida que me avergonzaba hablar con las dependientas de las tiendas. He bailado en el podio de una discoteca sin camiseta. He sido callada e introvertida y he sido un loro exhibicionista. He sido dulce y cariñosa y luego borde y sarcástica. He defendido a mucha gente y he pisoteado a todos los que no estuvieron a mi altura.
Yo he tenido diversos entornos. He crecido en un internado de monjas y en las discotecas de la ruta. He estado en hoteles de cinco estrellas y en casas okupadas. Desde París a Lorca.
Yo he tenido diversas relaciones. He tenido una familia disfuncional y relaciones de pareja infinitamente disfuncionales. He tenido amigos que eran más que hermanos y conocidos que parecían admiradores. He sido muy querida y bastante odiada. He encontrado gente que quería matarme y también algunos que matarían por mí. Me han regalado joyas, me han dado palizas. Me han prometido la Luna y han hecho de mi vida un infierno.
He dado más vueltas que una noria en plena feria, he cambiado más que un camaleón tumbado en un arco iris, he conocido más gente diversa que un relaciones públicas de la ONU, he evolucionado más que todas las especies juntas en la historia de la evolución...
Pero a pesar de todo hay cosas que nunca cambian. Siempre he sido yo misma, siempre he respetado mis valores y mi modo de entender la vida, siempre he tenido la conciencia tranquila y la curiosidad necesaria para seguir aprendiendo.
La que me mira desde el espejo se está cambiando de sitio, de máscara y de camiseta.
David Bowie tiene una canción que se llama "Changes". Hace poco estaba escuchando la versión acústica que interpreta Dallas Roberts. "Time can change me but I can´t change time". El tiempo puede cambiarme pero no puedo cambiar al tiempo.
No puedes evitar cambiar. Quien no evoluciona, se extingue. Eso sí, conservando siempre tu esencia. Porque hay una gran diferencia entre una evolución y una metamorfosis. Por ejemplo, un homínido emparentado con los simios evoluciona y se convierte en un ser humano. Por ejemplo, un gusano sufre una metamorfosis que le convierte en capullo.
Muchos de mis amigos de toda la vida me dicen siempre que yo no cambio, entre risas de complicidad. Del mismo modo que mi familia me reprocha siempre que no cambio. Sin embargo, también la gente de mi entorno ha sido testigo de los cambios en mí y en mi vida.
Los distintos cambios físicos a los que mis trastornos tiroideos, las experiencias de la vida y la edad han sometido a mi persona han influido de un modo determinante en la relación de los demás conmigo y en formar un carácter variable.
En una sociedad dominada por la superficialidad, tener el físico adecuado facilita mucho las cosas. Aunque se nos venda la moto de que la belleza está en el interior, eso sólo les funcionaba a la Bella y la Bestia, o a los ciegos. Oscar Wilde decía que la belleza convierte en príncipes a los que la poseen. Dostoievski decía que la belleza era una promesa de felicidad. No nos engañemos, es mejor ser guapo, alto, joven y delgado. Es mejor ser varón y blanco y preferiblemente de alguna religión adoradora de Cristo. Por supuesto, también heterosexual y diestro. No excesivamente inteligente pero tampoco tonto. Normal, del montón...
Yo he tenido diversos físicos. He sido una niña rubia y con pecas, con carita de buena y la más canija del colegio. He sido la adolescente que más tetas tenía de la clase. He sido tan delgada que mis huesos se marcaban a través de la ropa incluso en invierno. He estado tan gorda que mi cuello rivalizaba en grosor con mi cabeza. He sido rubia, morena y pelirroja, he llevado el pelo tintado de casi cualquier color del mercado, desde el naranja más eléctrico hasta el azul turquesa. Con una melena larga hasta las caderas o con el pelo más corto que mis primos. He vestido del modo más convencional y he roto todos los esquemas. Desde el negro más siniestro hasta los colores ácidos, de la minifalda de punto y tacones a los vaqueros anchos con botas militares. Desde el look más femenino hasta el más andrógino, de SuperDiva con escote a intelectual con gafas de pasta...
Yo he tenido diversas actitudes. He sido activista de cientos de causas y he pasado de todo. He pasado de la tolerancia suprema al máximo nivel de xenofobia. He renegado de mi patria en pro de una cultura universal y he defendido con uñas y dientes la cultura de mis ancestros y de mi raza. He sido feminista y pacifista hasta volverme capitalista meritocrática. He defendido el poder de la cultura establecida y he soñado con la Universidad y el doctorado para acabar comprobando como mi poder estaba más en la doctrina de la vida, cultura callejera y aprendizaje vital.
Yo he tenido diversas personalidades. He sido tan tímida que me avergonzaba hablar con las dependientas de las tiendas. He bailado en el podio de una discoteca sin camiseta. He sido callada e introvertida y he sido un loro exhibicionista. He sido dulce y cariñosa y luego borde y sarcástica. He defendido a mucha gente y he pisoteado a todos los que no estuvieron a mi altura.
Yo he tenido diversos entornos. He crecido en un internado de monjas y en las discotecas de la ruta. He estado en hoteles de cinco estrellas y en casas okupadas. Desde París a Lorca.
Yo he tenido diversas relaciones. He tenido una familia disfuncional y relaciones de pareja infinitamente disfuncionales. He tenido amigos que eran más que hermanos y conocidos que parecían admiradores. He sido muy querida y bastante odiada. He encontrado gente que quería matarme y también algunos que matarían por mí. Me han regalado joyas, me han dado palizas. Me han prometido la Luna y han hecho de mi vida un infierno.
He dado más vueltas que una noria en plena feria, he cambiado más que un camaleón tumbado en un arco iris, he conocido más gente diversa que un relaciones públicas de la ONU, he evolucionado más que todas las especies juntas en la historia de la evolución...
Pero a pesar de todo hay cosas que nunca cambian. Siempre he sido yo misma, siempre he respetado mis valores y mi modo de entender la vida, siempre he tenido la conciencia tranquila y la curiosidad necesaria para seguir aprendiendo.
La que me mira desde el espejo se está cambiando de sitio, de máscara y de camiseta.
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