La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

jueves, septiembre 01, 2005

I´ve got you under my skin

Ayer estuve hablando con Nus por teléfono. Me hace gracia, después de tanto tiempo, que todavía siga en mi vida. Nadie habría dado un duro por nosotras. De todos mis ex es con quien mejor me llevo, a excepción del hombre de mi vida, claro. Y mira que habremos discutido unos ciento cincuenta mil millones de veces...
Yo era una loca, ella sigue siéndolo. Un fin de semana de juerga salvaje en Madrid con toda la pandilla. Yo escribía entonces "Madrid, París, el jardín..." una novela sobre un viaje iniciático en la que relacionaba el sexo y las drogas con la botánica decorativa. Nunca llegué a terminar esa historia. Donde sí acabé fue en un rincón de la barra donde Nus trabajaba. Y yo maldiciendo a los madrileños que nos llevaban de cabeza todo el tiempo (Madrid es la capital de España porque está en el centro, como el sumidero del lavabo) y hablando en inglés con Tuzz, que acababa de llegar a estudiar aquí y aún no sabíamos como un año de estudios iba a cambiar su vida. A mí me perdía la costumbre y se me escapaban palabras en valenciano de vez en cuando. Y aquella camarera que no paraba de invitarme, a pesar de que mis amigos ya le habían advertido de que soy imposible. Y lo soy...
Nus no acepta retos ni desafíos, siempre se sale con la suya. A los tres meses ya éramos inseparables. Yo siempre me reía y decía que ella era mi "nus" (nus es nudo, en valenciano) y ella que no me iba a soltar y así andábamos, anudadas. Claro que en el fondo era más una amistad con sexo que una relación de pareja, a pesar de vernos a diario (un mérito increíble, teniendo en cuenta que de su casa a la mía hay unas cuatro horas de carretera), a pesar de todo lo que compartimos. Pero siempre me escapo cuando me sujetan, por mucho que me guste mi celda, no me gusta estar prisionera...
Ni siquiera tuvimos que hacer el esfuerzo. Y es curioso porque es la más egoísta de todas las personas que han pasado por mi vida, la más individual, la que más pasa de todo y todos y más fácil se deshace de la gente. Una auténtica mantis que sólo se relaciona con la gente para follar o cuando hay algún tipo de interés compartido y luego los devora hasta que no queda nada. Pero a mí en estos ocho años me ha dado mucho más de lo que yo he sido capaz de darle y se ha tomado la molestia de conocerme como pocas personas me conocen. Y no me refiero a saber cómo voy a reaccionar o qué cosas me han pasado, conocerme de verdad, ser capaz de dibujarme con todos los detalles, más una fotografía que un cuadro.
Tiene mi Nus (sí, mía, riete todo lo que quieras, boba...) tatuada una manzana. Una preciosa manzana roja, pequeña y brillante, redonda. No diré dónde, quien quiera saberlo, que lo averigüe. Yo también tengo una manzana, verde, en el tobillo izquierdo. Nos las tatuamos el mismo día. Hay otras cuatro manzanas por ahí que se hicieron el mismo día. Cada una de un color, cada una en una parte del cuerpo diferente. Siete mujeres unidas por un vínculo eterno.
J. es la primera que se la hizo. Siempre explicaba que las manzanas tienen mucho de simbólico. La manzana de Adán y Eva, en el Génesis (curioso que una chica judía tuviera un tópico católico como referencia), la fruta prohibida, el árbol del bien y del mal, del conocimiento. Una única prohibición divina, un desafío demoníaco. Eritis sicut Deus scientes bonum et malum. El libre albedrío, la elección humana ante una decisión a tomar, un símbolo de libertad (con la responsabilidad que ello conlleva), del conocimiento (seréis como Dios...), de pérdida de inocencia (Adan y Eva al morderla descubrían que estaban desnudos).
Y luego la manzana de la discordia, una preciosa manzana de oro que París tenía que entregarle a la diosa más bella pero que él optaba por regalar a su bella Helena, una simple mortal.
Cuando J. se fue, mi loca favorita y yo decidimos hacer algo para que siempre estuviera con nosotros. Pronto Nus se decidió a hacer lo mismo, a pesar de que nunca llegó a conocer bien a J. y Tuzz, por supuesto, siempre nos secundaba, así que también quiso hacerlo. A lo largo del año siguiente las otras dos se animaron también. Y al final, lo que era propio de una sola, se convirtió en un símbolo de nuestra amistad y en un vinculo de unión entre nosotras. Justo debajo de la piel, como los sentimientos...
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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