What's past is prologue
Como el ave Fénix, renaciendo cada día. Lo que ha pasado es sólo el prólogo. He recibido un mensaje de una vieja amiga que trabajó un tiempo conmigo y ahora vive en una isla. Me dice que anda leyendo este blog, así que le mando un saludo. Ya te lo he dicho antes, pero se te echa de menos, loca.
De todo lo que escribo nace lo que escribiré mañana. La verdadera historia es la que aún no ha comenzado. Y aún así en este prólogo ya se han vislumbrado escenas de lo que pasará en la película. La historia se repite.
Otra vez... Rubia, con ojos azules, con gafas (¿he mencionado ya mi fetichismo por las chicas con gafas?) y sin dejar de sonreir. Me dice que hace siglos que no voy a verle, protestando como una niña. Tiene cara de niña y yo le doy alguna excusa ridícula. Flirtea descaradamente conmigo aunque yo le mencione ocasionalmente que no suelo interesarme por las personas que ya tienen pareja y le recuerde que ella tiene novia. Se acuerda, claro que se acuerda, y además, ella es fiel y está casadísima. Pero sigue flirteando y me lanza ardientes miraditas y se pone nerviosa cuando le miro yo y es tan obvio que todos los que se acercan se dan cuenta. Menos mal que la que no se acerca es su novia. Flirteo, no nos vamos a engañar, aunque no tanto como ella. Intento ser más sutil, al fin y al cabo, sólo es un juego. No arriesgo nada porque no tengo ninguna intención de que pase de ahí. Cuando decido marcharme, me pregunta con un susurro si voy a tardar en volver. Y yo sólo sonrío.
Otra vez... Me refugio en las firmes y expertas manos de mi masajista para liberarme de la tensión. Años y años utilizando la misma técnica de evasión. Si no fuera por él, la ira, la frustración y la ansiedad me habrían hecho cometer más de una locura. Pero es de esas pocas personas que me devuelven el equilibrio de forma rápida y sencilla. Supongo que porque me conoce bien. Imagino que porque, además de conocerme, tiene algún tipo de interés en hacerme sentir bien. Y lo consigue...
Otra vez... Acobardada con el teléfono en la mano dándole mil millones de vueltas a un simple mensaje. Tratando de adivinar que espera la Profe de mí, si estará malinterpretando la amistad que le ofrezco, si serán otros los que me malinterpreten, si realmente estará interesada en lo que yo soy capaz de dar o si tendrá, como tantos otros, una visión distorsionada de mí, de mi verdadero yo.
Otra vez... Al teléfono con ella, recordándole (recordándose) que debería estar estudiando (¡vete a estudiar ahora mismo!). Inevitablemente dejándome llevar por su voz a pesar de que insisto en negármelo. Recordándome, por si se me olvida, los motivos por los cuales opté por no seguir apostando por ella, por salir corriendo y no fiarme en absoluto de ninguna de sus palabras.
Otra vez... Recordándome que una persona vale lo que vale su palabra y que yo estoy faltando a mi palabra al hablar de nuevo con ella y sintiéndome estúpida y débil. Y aunque sé que fue culpa suya que esto acabara como el rosario de la aurora, soy consciente de que cediendo tan fácilmente no me ayudo, no le ayudo a aprender que hay distintos modos de tratar a la gente y que algunas maneras de tratar a según que personas no son en absoluto aceptables. Y dudo que ella sea consciente realmente de lo que ha pasado, ni que se arrepienta tanto como dice, ni que haya cambiado tanto y de que las cosas vayan a ser tan diferentes a partir de ahora... Tiempo al tiempo...
Se me están cerrando los ojos así que imagino que voy a pasar del pasado, del prólogo y del análisis de un futuro que aún no ha llegado para disfrutar de los dulces brazos de Morfeo en este mismo instante. Puro presente...
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