Mea culpa
Hoy tengo una bola de madera atravesada en la garganta. Tan grande que me ahoga y no me deja decir nada. Tan astillada que si intento sacarla me desgarra la faringe.
Hoy tengo las manos y los pies atados con una cuerda que no me deja moverme. Una maroma atada en un extremo a mí y en el otro a un ancla de transatlántico que me sumerge en el profundo mar oscuro, que me arrastra hacia el fondo donde no llega la luz.
Hoy tengo las palabras convertidas en piedras, tan frías que se rompen y lo rompen todo a su paso y se sumergen como un iceberg en mí, dejando ver apenas un pequeño pedazo de todo lo que quieren decir.
Hoy tengo los ojos iridiscentes, reflejo de la luz exterior que no llega hasta el fondo de mi alma, y se derriten como metal y abrasan con su incandescencia todas mis excusas.
Hoy tengo el espejo cubierto con un velo negro, para no ver mi reflejo, para no verme. Para que el espíritu que habita en él no venga a pedirme cuentas. Para que mi otra yo no salga y quede atrapada en la prisión de agua cubierta de seda que con su levedad tiene más peso que las murallas que me rodean.
Hoy tengo el muro que me rodea resquebrajado. Una grieta que se abrió al contacto de una lágrima, que cayó como lluvia en un día de Sol. Cada ladrillo se hace polvo al contacto con los otros mientras el cemento que los une se vuelve arena y se derrama como en una clepsidra sin fondo.
Hoy tengo la piel oscura como si me camuflara en este turbio rincón, como perro apaleado que se esconde de su amo, temeroso de la mano que le da de comer que tantas veces ha mordido.
Hoy el silencio me esta dejando sorda, lanzándome sus gritos como balas de cañón que me atraviesan el pecho y la cabeza hasta hacerme caer.
Hoy me escondo y me cubro la cabeza de ceniza.
No aprendo.
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