Regreso a las aulas
Nunca me ha gustado ir a clase. Siempre me ha gustado aprender pero el proceso rutinario de las clases presenciales me superaba. Mis compañeros de aula me parecían estúpidos integrales y no soportaba la rivalidad con los profesores.
Llegué a la escuela con la habilidad de leer y escribir ya adquirida y con algunos conocimientos que superaban a la mayoría de mis compañeros de pupitre. Me aburría terriblemente en aquellas tardes eternas de tiza y lápices de colores. Me resultaba una tortura ver lo difícil que les resultaba a los estudiantes aprender a base de explicaciones repetidas una y otra vez cuando yo había comprendido la materia a la primera y, el hecho de ser capaz de memorizar los datos con apenas un par de lecturas, pronto hicieron que las clases se convirtieran en una pérdida de tiempo que me sacaba de quicio. Entonces empecé a buscar el conocimiento en otras fuentes, a leer otro tipo de libros, a escuchar a los mayores cuando hablaban entre sí pensando que nadie les escuchaba, a interesarme por cosas que incluso a muchos adultos les resultaban complicadas. Los profesores empezaron a tacharme de rebelde y complicada, de desobediente y perezosa, excepto el par de inspirados que les dio por recomendar a mi familia que me buscasen un colegio especial en el que se diera cumplida atención a mis peculiaridades. Las monjitas decían que tenía un don y que era pecado no aprovecharlo al máximo. Las profesoras pensaban que yo era una maldición, un mal ejemplo que incitaba a la rebelión en las aulas.
Evidentemente ( y algunos de vosotros, como Kurai Neko, Efraín o mi loca favorita, bien saben de lo que hablo), eso supuso un claro distanciamiento con mis compañeros. Era una niña rara y el hecho de que los adultos me tratasen de un modo diferente también hizo que los niños me tratasen como a un bicho raro. Por eso me empeñé en ser la más normal del mundo y en hacer todo lo que el resto hacían del modo más normal y corriente posible. Pero eso nunca funcionó y el único modo de llevarlo a cabo fue a través de un sofisticado plan de disociación. Lo que viene a ser lo mismo, una doble vida. Pero mi visión de la vida siempre ha sido de bicho raro y, como las moscas, mis ojos se dividían y así también mi visión y lo que yo era y lo que era capaz de mostrar.
Me dividí en tantas partes como las caras de un cubo, como las hojas de un libro, como los copos de nieve... Podía bajar mi registro y fingir ser una rubia boba para contentar a los chicos mientras que sacaba material del fondo de mis lecturas para impresionar a las profesoras de lengua con mi extenso y documentado vocabulario. Podía competir y hacer deporte como si mi cuerpo me importase más que nada en el mundo y destrozarlo entregándome a una vida de excesos y de libertinaje totalmente insalubre. Había tantas "yo" que ya no sabía quién era yo realmente...
Siempre me he considerado autodidacta. La vida me ha enseñado mucho más que ninguno de mis maestros. Una de las lecciones que considero más valiosas es que siempre tienes que ser tú mismo, a pesar de todo. Tratar de ser como los demás quieren que seas siempre es un error porque cada uno tiene una visión diferente de lo que eres y de cómo deberías de ser y es imposible contentar a todo el mundo. Ser uno mismo no es fácil y tampoco es gratis, pero si eres capaz de sobrevivir a las consecuencias de serlo, se acaba convirtiendo en la única opción.
De todos modos, siempre me ha hecho sentir mal no haber acabado los estudios y me auto-engaño en la idea de que es un proyecto pendiente cuando, en el fondo, tengo bastante claro que no me siento en absoluto motivada para volver a pasar por ello. La vida ya me somete a bastantes pruebas como para someterme a exámenes de forma voluntaria.
Como parte de ese proceso, traté de matricularme de nuevo este año pero de forma inconsciente esperé hasta el último día, o sea hoy, para hacerlo. Y como es natural, se me ha pasado la fecha. Luego he intentado matricularme online pero el sistema daba a mis datos una constante señal de error. Supongo que otra vez los astros se alían para indicarme que ese no es mi camino.
La que me mira desde el espejo está consultando una enciclopedia.
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