Quod me nutrit me destruit
Angelina Jolie se está moderando, aunque se hizo famosa cuando iba de rebelde. Todos los hijos de estrellas de Hollywood que se han convertido a su vez en estrellas han seguido un camino parecido, Jane Fonda, Drew Barrymore, Jamie Lee Curtis, Carrie Fisher, Liza Minelli, Michael Douglas... Angelina parece que se ha vuelto una buena chica y ya nunca menciona lo de coleccionar cuchillos, o liarse con chicas malas, o hacerse cortes sólo porque le fascina su propia sangre. Incluso se quitó el tatuaje que se hizo para declararse a su ex-marido. Pero otros le van a seguir durante mucho tiempo. En su vientre aparece escrito "lo que me nutre me destruye" en latín. Teniendo en cuenta que es americana es todo un logro que no lo haya escrito en inglés.
Ayer tuve un ataque de indigestión que me ha durado hasta hoy. Más de treinta horas retorciéndome como un gusano en un anzuelo, tratando de recordar qué diablos he comido que me haya podido sentar tan mal y jurando que me voy a pasar una semana a base de líquidos. Con una sobredosis de Omeprazol y Primperan no he sido capaz de evitar el dolor ni las nauseas, no he podido dormir y tampoco he comido nada. Ahora que remite me atrevo con un poco de pescado pero sin excesos.
Precisamente eso, los excesos, me han llevado hasta aquí. Digamos que no tengo una dieta muy equilibrada y no porque como grandes cantidades sino por la ausencia total de orden de horarios ni de variedad de alimentos en ella. Puedo estar tres días a base de leche y en dos días comerme la dosis de carne de toda la semana. No suelo comer pan y soy una adicta a los lácteos. Verduras y vísceras jamás serán vistas en mi plato. Legumbres y hortalizas son simples visitantes ocasionales. La pasta me da pereza prepararla pero me obligo un par de veces por semana. Sólo como sopa cuando me siento enferma. La carne roja y la leche entera me dan dolor de estómago. Tengo alergia a la mostaza y a las nueces. No bebo café pero lo sustituyo por litros de Coca-cola que cubren mi dosis de cafeína que combate mi tensión baja. No suelo cocinar con sal pero sí con especies. La verdad es que casi nunca me tomo la molestia de preparar nada que tenga más de cinco ingredientes o que me ocupe más de cinco minutos en su elaboración a no ser que tenga invitados. No me gusta comer, no me gusta cocinar y se nota todos los días.
Mis otros excesos también son responsables de esto. Imagino que lo verdes del fin de semana y las letras mayúsculas y las comidas fuera de casa han colaborado en esto. Y cómo no, los nervios de las últimas semanas, que parece que últimamente se ceban en mis procesos digestivos. El stress y la ansiedad o los procesos depresivos siempre han controlado mi apetito y me han provocado trastornos digestivos y alimentarios pero nunca de un modo tan intenso como en el último año. Será la edad, supongo...
La que me mira desde el espejo se está tomando una infusión digestiva.
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