Land of thousand dances
Está cantando Wilson Pickett pero hay otras versiones. La tierra del millar de danzas... Va enumerando todo lo que en aquel entonces eran bailes de moda. Yo, la verdad, siempre he sido bastante torpe para bailar. Mi falta de ritmo y de coordinación, mi poca empatía con las parejas de baile y mi patológico sentido del ridículo hacen de mis danzas algo limitado y mecánico, reservado únicamente a aquellos momentos en que las letras mayúsculas o los verdes se apoderan de mí o cuando soy víctima de una posesión satánica...
Los conservadores atribuían al rock and roll, en sus inicios, un poder maligno que inducía las débiles almas de los jóvenes a la lujuria. Y luego están esos pirados que dicen que escuchando según que discos al revés se oyen mensajes del Maligno. ¿Quién se va a entretener haciendo ese tipo de tonterías? Yo, como los Rolling Stones, siempre he tenido simpatía por el Diablo, y nunca he oído su voz en ninguna canción por más empeño que haya puesto en intentar escucharle.
También hay gente que es capaz de considerar que algunas arias de ópera son la voz de Dios. ¡Y yo que pensaba que era la Callas!
El caso es que me encanta la música. Se que eso es un tópico. A la mayoría de la gente, si le preguntas te dirá que le encanta la música y el cine. Luego preguntas más y te das cuenta del escaso conocimiento y del poco gusto que tienen para ambas artes.
La música, como el perfume, tiene el poder de evocar recuerdos y provocar sentimientos de un modo mucho más veloz que cualquier otra creación del ser humano. Asociamos acciones y emociones a las distintas melodías que nos han acompañado toda la vida. ¿Quién no recuerda alguna canción infantil? ¿Qué espectador no ha coreado gritos de guerra en una competición deportiva? ¿Qué pareja no tiene "su" canción?
Cuando era pequeña estaba en el coro del colegio. Luego me cambió la voz y ahora es croar de ranas. Cuando estoy en casa sola, me pongo a canturrear y tararear canciones viejas. He usado como método de estudio para aprender otros idiomas la vieja técnica de memorizar canciones en esas lenguas...
Contentos o tristes, la música siempre nos acompaña. A mí, de un modo constante. Soy incapaz de recordar algún momento de mi vida sin vincularlo a alguna canción. Tengo canciones que funcionan de forma instantánea para sacarme las lágrimas y otras que me suben el nivel de optimismo de golpe. Tengo canciones para dibujar y otras para montar en bicicleta. Música que escucho con mis amigos y música que es para cuando estoy sola. Incluso en el silencio escucho melodías...
La que me mira desde el espejo está practicando escalas...
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