La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

sábado, noviembre 19, 2005

La que vendrá...

No te querré como a las otras. Al fin y al cabo no te pareces a ninguna de ellas... Y aunque te quisiera mucho no te podría querer como hubiera podido hacerlo antes. La edad y la experiencia me han cerrado el corazón. Así que no esperes que te lo entregue con facilidad. A mí también me dará rabia haberme portado mejor con otras que no me trataron tan bien como tú, pero así están las cosas. Y aunque esté de acuerdo en que te mereces más, lo iré dosificando y no derrocharé como antes hacía, como mi naturaleza me pide que haga.
Ya no me resulta tan fácil el verso diario, el piropo constante, las cartas de amor largas como libros, la frase justa en la que se entrega todo sin medida... Me cuesta mucho más robar flores en jardines ajenos para regalarlas a cambio de una sonrisa. Ya no pago serenatas a la luz de la luna ni susurro canciones al oído cuando abrazo. Dejo las fotos para el álbum y no las anclo sobre mi pecho. Es lo que hay...
No arruinaré mi cabeza ni mi cartera buscando el detalle infinito que haga de esto algo especial. Y confiaré más en cualquier desconocido que en ti. Quizás si las otras no me hubieran hecho desconfiar tanto no estarías siempre a prueba. Y aunque nunca me falles jamás tendré la certeza de que no vas a hacerlo. Esas cosas hacen que ya no me sienta culpable de fallarte mil veces.
Al fin y al cabo, soy como el perro apaleado que rechaza la caricia por miedo al nuevo golpe y que acaba mordiendo la mano del que se acerca con buenas intenciones. Así que deberías prepararte para lo peor, mucho antes de que tus amigos te adviertan de que soy una arpía, ya te aviso yo de que es mejor que tengas cuidado. No te confundas, la zarzamora hace pagar cada dulce fruto con una herida de sus zarzas y esta nunca es una rosa sin espinas.
Mis amigos me regañaran por cerrarme a mi misma la puerta en las narices, por pillarme los dedos por puro miedo a salir de mi ataúd. Me comerán la cabeza para venderme la moto de que eres lo que me conviene y de que debería portarme bien. Pero, como todas las almas en pena, me aferro al espacio seguro y conocido y aunque anhele la luz del cielo me resisto a separar los pies de la tierra.
Tratarás de encontrar las fisuras por las que colarte, como una gotera de esperanza en mi alma. Nunca serás capaz de imaginar lo que te estás perdiendo y yo, que se cuánto sería capaz de dar y que ya no doy, lloraré a escondidas si me doy cuenta de que me quieres. Seré la primera en reconocer que me estoy equivocando aunque no pueda evitarlo.
Se me volverán amargas las palabras dulces al no pronunciarlas si no las adivinas. Todas las caricias que no doy me desgarrarán la piel por dentro. Mi mirada se hará más turbia por no dejar salir la brillante luz verde que llevo en mi interior.
No esperes demasiado de mí. Todos los que lo hacen se acaban decepcionando. Soy el diamante en bruto que nadie consigue pulir. No te dejes engañar por mi timidez inicial confundiéndola con dulzura. No creas que con el tiempo se abrirán todas mis puertas, hacen falta más de mil llaves para abrir cada una de ellas.
Pero no te engañes tampoco pensando que no me vale la pena. No creas que me burlo ni que juego contigo. Sólo me cansé de naufragios y me cubro de nuevas corazas, de chalecos antibalas, aunque tu pistola sea de agua. Déjate llevar por el instinto si ves que me sonrojo y siente como te miro a los ojos cuando creo que no me ves. Trata de entender más alla de lo que cualquiera podría percibir. Asume que no serás el amor de mi vida pero que eso no implica que no vaya a sentir nada.
No te burles si te das cuenta de que me intimidas. Piensa que a esta mariposa en cuanto se le mojan las alas ya no puede volar. Sonrojarme no es tan fácil pero si alguna vez lo haces ya sabes a qué se debe. Finge al menos un poco de discreta ingenuidad si te das cuenta, al rozar casualmente mi mano, de que estaba temblando. Si me siento amenazada mis púas de erizo se erectan duras como sables y no discrimino destinatarios de mis embistes. Si me falla la palabra ante una sonrisa tuya, no aproveches ese poder para darme la vuelta, porque el revés de esta camisa no es del mismo color y no combina tan bien con el resto. Si me acobardo y no doy el paso, no me reproches mi falta de valor. No hay herida en duelo que no sea culpa de un paso no dado pero el que la recibe ya sabe que debía lanzar primero sin que su rival se crezca en su victoria. Si me ves en pleno teatro, no confundas persona y personaje, mejor o peor, para mi gente siempre soy la auténtica. Date la oportunidad de conocerme, si te dejo y no te asustes. Al menos no tanto como yo.
Porque ya sabes, sin que yo te lo diga, que intento abrirte la puerta y eso que ni siquiera se si querrías entrar...
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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