Sant Donís
El nueve de octubre de 1238, el Rey Don Jaime, acompañado de su esposa, la reina Violante y su séquito entraba en la ciudad de Valencia tras un largo asedio. De hecho, la conquista sobre los moros fue unos días antes pero la fecha de la entrada oficial, fue esta. Los valencianos, agradecidos quizás, o como simple cortesía de vasallaje, ofrecieron a los soberanos una ofrenda de frutas y verduras de la fértil tierra local. Por eso, ese día se celebra la fiesta nacional valenciana. Eso es la parte seria y política. Un pequeño repaso a la historia.
Desde entonces se ha celebrado cada año para conmemorar el hecho. A partir del siglo XV, "Els Mestres Sucrers de la Ciutat i Regne de Valencia", el gremio de pastelería más antiguo de todo el territorio español, creó unos dulces especiales para celebrar dicha festividad: les piuletes i els tronadors, unos dulces de mazapán que acompañados de frutas realizadas del mismo material, homenajeaban las ofrendas de la huerta que los valencianos habían hecho al rey Jaime y su esposa. Y precisamente ese día, el nueve de octubre es Sant Donís, patrón del Gremio de Repostería.
Según la tradición, los solteros (ahora también los casados), regalan a "la reina de su corazón" un pañuelo de seda anudado por las cuatro puntas y que esconde en su interior estas figuras de mazapán, llamado "Mocaorà" del mismo modo que siglos atrás se le ofrecían frutas a la reina Violante. Una tradición más antigua que la celebración del San Valentín como día de los enamorados.
Aunque alguna vez antes yo ya había sido obsequiada con la colección de frutas de mazapán como declaración de amor, no fue hasta que cumplí los dieciséis años cuando empecé a valorarlo como algo especial. Ese año, el hombre de mi vida, que entonces era mi novio (y que siguió siéndolo durante cuatro años seguidos más y en épocas alternas durante muchos periodos de mi vida), para celebrar nuestro recién estrenado romance y conociendo mi debilidad por las tradiciones de mi tierra, tuvo el detalle de regalarme la más increíble y fabulosa colección de frutas de mazapán que yo jamás hubiera visto, envueltas en un fabuloso pañuelo de seda roja, para confesarme y confirmarme que yo era la reina de su corazón. ¡Como si yo lo dudase! Año tras año fue siguiendo con el ritual hasta que nuestra relación se disolvió. Cuando, más en frío, ya podíamos volver a hablar sin acabar discutiendo por todo y retomar la amistad que nos unía antes de ser pareja, yo protestaba diciendo que nadie volvería a regalarme "la mocaorà", que yo ya no sería la reina del corazón de nadie y que era una lástima porque me encanta el mazapán, las tradiciones y que la persona que te quiere tenga esos detalles. El hombre de mi vida me dijo que yo siempre sería la reina de su corazón, y que, con pareja o soltera, a mí nunca me iban a faltar los dulces de Sant Donís. Y en quince años no me ha fallado ni una sola vez... Cuando estábamos en la misma ciudad, me los traía personalmente, y ahora que ya no vive aquí, se encarga de hacérmelos llegar con la misma entrega que siempre, porque yo siempre he sido y seré, la reina de su corazón. Ese tipo de cosas, esos detalles que sólo él tiene, hacen que, por muchos desengaños que me lleve, todavía me quede un pequeño resquicio de esperanza, de ilusión y de confianza en el amor.
La que me mira desde el espejo se está haciendo una corona con frutas de mazapán...
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