Mil mariposas
Me irrita terriblemente la gente de la noche. Me canso de sus tonterías...
Quien el sábado pasado tuvo de pataleta de celos y a quien le envié un mensaje de solidario apoyo, me da las gracias (a pesar de no haberse tomado la molestia en responderme) y me pregunta si realmente se le veía tan mal. Pues, sí, la verdad, bastante...
Quien me insistió en que me llamaría para tomar un café, pasó de hacerlo. Siempre dice que me va a llamar y nunca lo hace. Es como si ya fuera una costumbre lo de quedar conmigo y siempre me asegura que lo hará, pero obviamente no le intereso lo suficiente como para tomarse la molestia de hacerlo. Es la última vez que le digo nada, seño...
Fuimos pronto al D54 porque el dj de Café Deseo nos dijo que actuaban los Vanity Bear, pero llegamos tarde. ¡Qué lastima! Me hubiera gustado verles. Creo que es una obligación con mi comunidad tener una actitud suportiva con los representantes de la cultura gay. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién? ¿los heteros? Lo bueno fue que a pesar de nuestro retraso, me encontré a un montón de mis ositos, que siempre me dan una inyección de buen rollo.
Estaban también las cuatro serias con las que hablo. La más educada, recién llegada de Barcelona, encantadora como de costumbre ( a pesar de lo fría que suele resultarme su sonrisa). La más cálida me estuvo comentando que había echado un vistazo a este blog y que le gusta cómo escribo. Me sonroja. Me confiesa que le gusta mucho leer y que también escribe e incluso que ha ganado un par de concursos de poesía. Me intenta convencer para que le de algún tipo de utilidad a este don para las palabras que tengo. Me hace reír.
La Profe aparece despeinada y cuando se lo digo me muestra que se ha cortado el pelo. Tampoco hay tanta diferencia y más teniendo en cuenta que siempre lo lleva recogido. Me vuelve a insistir con el tema de volver a estudiar con algo así como que así se me hará grande la cabeza o alguna cosa por el estilo. Teniendo en cuenta mi altura, lo único que me faltaba es que me creciera la cabeza. Blanca, enana y cabezona... ¿como un champignon?
El Vizconde Blazz y yo habíamos decidido retirarnos temprano a nuestros aposentos pero una pequeña molestia física por su parte precipitó nuestra hora de partir. Cuando nos despedíamos de todo el mundo, el pobre insistía en no poder soportarlo más, así que procuré darme prisa. Pero sin precipitaciones, claro...
La Profe me patalea por querer irme tan pronto y al decirle que el Vizconde quiere marcharse me dice que me quede con ellas. ¡Claro! Para que me ignoren, eso estaba pensando. Y justo cuando sabe que me voy a ir es cuando le da el ataque de querer hablar. Nunca cuando tiene la oportunidad. Empieza a cansarme eso de ser absolutamente fabulosa... durante treinta segundos.
Luego los chicos me echarán la bronca y me dirán que no me esfuerzo lo suficiente. Y mi Ezpozo me vendrá otra vez con lo de que no me abro a la gente. Y Tosco con que soy muy dura con la gente. Y el Vizconde volverá a argumentar que el problema es que no voy a sitios de chicas. Y Nus se reirá y me dirá que no es tan difícil, que en cuanto se me conoce un poco todo el mundo me adora... Pero no es así, ya sabes que no...
Y lo he intentado, de verdad que lo he intentado. Hace cinco años que me muevo por el ambiente. Los dos últimos realmente de un modo intensamente presencial. Los chicos tienen un imán hacia mi. No sé porqué. No creo que es por nada especial que yo haga, porque reconozco que a veces se me va la mano con el sentido del humor ácido y puedo llegar a ser bastante ofensiva. Pero a los chicos les encanta. Humor de travesti, supongo...
Con las chicas procuro morderme la lengua y no ser tan borde. Cada vez que me presentan a una intento ser amable y cordial, todo lo educada que pueda. Intento memorizar los nombres y las caras. Intento tomarme algún interés en las cosas que me cuentan, como si realmente me interesase. Si vuelvo a verlas procuro recordar sus nombres y saludarles. No sirve absolutamente de nada. Todos mis esfuerzos por hacer amigas en el ambiente han sido en vano. Debe ser una especie de feromona anti-lesbianas que emito o algo así.
Ni siquiera las serias del D54, que parecían prometedoras, funcionan en ese plano. Sí, vale, todo ese rollo de que soy muy maja y muy lista y todo ese bla bla bla... Pero cualquier cosa que suponga más de tres minutos seguidos de conversación en la discoteca es esperar demasiado. Supongo que si cambiase mis mayúsculas del fin de semana por las amapolas que son lo que ellas hacen sería diferente. Pero no me veo en plan mariposa revoloteando alrededor de la puerta del baño para libar amapolas toda la noche. Igual no importa que haga, pase lo que pase siempre, nunca va a pasar nada.
Seguiré mirando con envidia a todas las lesbianas del ambiente que tienen amigas. Yo tengo heteras y gays, en una cantidad que roza lo insoportable y seguiré escuchando a las chicas quejarse de cómo son las mujeres del ambiente y lo difícil que resulta hacer amigas. ¡A mí me lo van a decir!
A partir de la tercera frase que intercambie, ya empezaré a sentir que sobro. Y poco a poco se me irán las ganas de acercarme a saludar. Y las dos preguntas claves me martillearán la cabeza como tambores de guerra: ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Por qué no funciona? Hasta que me harte y deje de intentarlo...
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