¡Il faut être absolument moderne!
Decía Rimbaud que había que ser moderno, negar lo establecido, innovar, ir por delante... Lo que no te dicen es el precio que se paga por ello. Son los grandes rebeldes los que cambian el destino del mundo, los que se conforman con dejar las cosas como están no ayudan a la evolución.
Evolucionar o extinguirse, esa es la máxima de todas las especies. El ser humano, sin embargo, se estanca con frecuencia en la soberbia de saberse superior y no lucha por esa mejoría necesaria para avanzar.
Mirando hacia el pasado, observo mi propia evolución. ¿Me ha servido para mejorar? ¿He aprendido algo? ¿O ha sido una simple huida hacia adelante? ¿Cual es mi función en la vida? ¿Qué huella estoy dejando en los demás?
Rompo las normas, es cierto, pero nunca sé si lo hago por pataleta infantil de hacer siempre lo contrario de lo que debería o porque realmente lo que yo quiero hacer es diferente a lo que se espera de mí. ¿He nacido diferente o me he convertido en distinta con el tiempo? ¿Qué parte de la persona que yo soy es fruto de mi destino y que parte he creado?
Quizás lo que pasa es que me molesta que mi vida esté escrita antes de que haya decidido cómo quiero vivirla. Y además, que otros escriban cómo ha de ser sin que yo pueda opinar siquiera. Así que podría decirse que me limito a corregir la biografía que de mí otros han escrito. Para ello no utilizo ningún rotulador rojo, me limito a pensar y hablar, a inventar mi propio aspecto, a elegir a mi gente, a no dejar que lo que otros quieren sea la matriz de mis decisiones...
Claro que también mis debilidades y mi confusión me limitan muchas veces, mis miedos y mis torpezas que me impiden hacer lo que realmente quiero... ¿Cuestión de tiempo?
La que me mira desde el espejo sonríe y dice que no con la cabeza.
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